Ahora bien, ¿por qué deberíamos añorar la buena caligrafía? Saber escribir bien y deprisa en el teclado educa a la rapidez de pensamiento, a menudo -aunque no siempre- el corrector automático nos subraya en rojo “vallena”, y si el uso del móvil induce a las nuevas generaciones a escribir “k tl? salu2” en lugar de “¿qué tal? saludos”, no olvidemos que nuestros antepasados se habrían horrorizado viendo que escribimos “siquiatra” en lugar de “psiquiatra”, y los teólogos medievales escribían “respondeo dicendum quod”, cosa que habría demudado la color a Cicerón.
El hecho es que, lo hemos dicho, el arte de la caligrafía educa el control de la mano y la coordinación entre la muñeca y el cerebro. Bartezzaghi recuerda que la escritura a mano requiere que se componga mentalmente la frase antes de escribirla, pero, en cualquier caso, la escritura a mano, con la resistencia de la pluma y del papel, impone una demora reflexiva. Muchos escritores, aunque estén acostumbrados a escribir con el computador, saben que a veces les gustaría poder grabar una tablilla de arcilla como los sumerios, para poder pensar con calma.
Umberto Eco
Umberto Eco fue un semiólogo, filósofo y escritor italiano, autor de numerosos ensayos sobre semiótica, estética, lingüística y filosofía, así como de varias novelas, entre ellas El nombre de la rosa.