Florentino González escribió en 1833 un artículo llamado Herencia que nos legó el difunto libertador, en el que se lee:
“Bolívar, dicen, nos ha legado la independencia. Es cierto que ella ha debido mucho a los esfuerzos y constancia de este hombre, que, para la gloria de su patria y para la suya propia, debió haber muerto el día en que se disparó el último cañonazo en Ayacucho. ¿De cuántos males políticos y morales no somos hoy deudores a Bolívar desde el aciago año de 1826? (…) Bolívar es, en fin, el que, disponiendo del país como de cosa propia, del tesoro público como de su patrimonio, y de las recompensas de la ley como dádivas de su voluntad, ha desmoralizado a los hombres, enseñándoles a quebrantar su palabra, a buscar fortuna en el crimen, y a ser hipócritas, falsos y dañinos. Esta es la positiva herencia que nuestros Libertador no ha legado, y contra la cual tendremos que luchar por muchos años, hasta extinguir el venenoso germen de la inmoralidad que emponzoña al Estado” (Periódico El Cachaco de Bogotá. No. 1, agosto 1 de 1833, p. 42).
Allí tambien, González recalcaba más la faceta militar y caudillista del Bolívar que el talante político, e indicaba a los lectores lo siguiente:
“Él fue el favorecedor de hombres corrompidos y perniciosos, que levantó del polvo y de la nada a la alta clase de coroneles y generales, para que, viviendo del tesoro público, le sirviesen de apoyo para sus planes liberticidas”.
Florentino González Vargas fue abogado, economista, politico, y periodista. Fue uno de los principales artífices de las reformas políticas liberales del siglo XIX. Parte de la responsabilidad de la fragmentación de la República de Colombia recayó en los caudillos, quienes no encontraban un lugar claro en el nuevo orden republicano, el cual, pese al papel que habían jugado en las guerras de Independencia, había sido copado por los jurisconsultos…algunos tomaron la decisión de atentar contra la vida del Libertador el 25 de septiembre de 1828. Este episodio, conocido por la historiografía de la región como la “conspiración septembrina”, anunció las hostilidades que teñirían de sangre la política colombiana, ecuatoriana y venezolana durante el siglo XIX. Entre los confabulados estaba Florentino González (1805- 1874), condenado a muerte por su participación en el atentado, pena que le fue cambiada por la prisión solitaria en las cárcel de Bocachica en Cartagena durante 18 meses, de allí partió a Caracas donde permaneció hasta 1831, año en el que regresó a Nueva Granada para unirse políticamente con su amigo y también partícipe de la conjura septembrina, Francisco de Paula Santander…Murió en Argentina.