…su obra es el mayor archivo de documentos humanos desde Shakespeare.

Carlos Bueno

21 agosto, 2024

Stefan Zweig

Diaries show literary giant Stefan Zweig's inner turmoil as Nazis stormed Europe | The Times of Israel

Todo lo sabía Balzac: los procesos, las batallas, las maniobras bursátiles, las especulaciones de terrenos, los secretos de la química, los manejos de los perfumistas, las artimañas de los artistas, las discusiones de los teólogos, el funcionamiento de un periódico, la ilusión del teatro y la de este otro escenario, la política. Conoció la provincia, París y el mundo, él, el connaisseur en flânerie, leía como en un libro en los arrugados trazos de las calles, sabía de cada casa cuándo fue construida, por quién y para quién, descifraba la heráldica del escudo sobre la puerta, reconocía toda una época a partir del tipo de construcción y sabía al mismo tiempo el precio de los alquileres, poblaba de gente cada planta, colocaba muebles en las habitaciones, las llenaba de una atmósfera de felicidad o de infortunio y dejaba que el Destino tejiese su invisible red desde el primero al segundo piso, del segundo al tercero.

Monumento a Balzac - Wikipedia, la enciclopedia libre

Tenía unos conocimientos enciclopédicos, sabía cuánto valía un cuadro de Palma Vecchio, cuánto costaba una hectárea de tierra de pastos, una malla de encaje, un tílburi o un criado, conocía la vida de la gente elegante que, vegetando entre deudas, despilfarraba veinte mil francos al año; y dos páginas más adelante aparece de nuevo la existencia del miserable rentista, en cuya vida, llevada adelante con dificultad, un paraguas desgarrado, un cristal de ventana roto, se convierte en una catástrofe. Unas cuantas páginas más y el novelista se encuentra entre los pobres de solemnidad, los sigue, ve cómo se ganan sus cuatro sous, ve al pobre Auvergnate, el aguador, cuyo mayor deseo es no tener que arrastrar el barril, sino poseer un caballo, pequeño; ve al estudiante y a la costurera, todas esas existencias casi vegetales de la gran ciudad. Se abren miles de paisajes, todos dispuestos a colocarse detrás de los destinos descritos por el novelista, a formarlos, y todos aparecen más claros para él, tras un instante de contemplación, que para otros después de años de haber vivido en ellos. Lo sabía todo, también — curiosa paradoja del artista— lo que tocaba una vez con fugaz mirada, sabía incluso lo que no conocía, hacía nacer de sus sueños los fiordos de Noruega y los muros de Zaragoza, y eran como en la realidad. Es increíble esta rapidez de visión. Era como si pudiese percibir clara y nítidamente lo que otros divisaban empañado y bajo mil ropajes. En todo veía una señal, una llave para descifrarlo todo, de modo que podía despojar las cosas de su superficie exterior y hacer que le mostraran su interior. Las fisonomías se le revelaban y todo caía bajo el dominio de sus sentidos como la semilla cae de una fruta. De un solo golpe arrancaba lo esencial de los pliegues de lo accesorio, pero no excavando, no revolviendo lentamente capa tras capa, sino haciendo saltar con pólvora las minas de oro de la vida. Y al mismo tiempo que estas formas reales, apresaba lo inapresable, la atmósfera de felicidad y de infortunio que se cierne sobre ellas como el gas, las conmociones que flotan entre el cielo y la tierra, las explosiones cercanas, los repentinos cambios de temperatura y de presión.

Balzac by Auguste Rodin – Joy of Museums Virtual Tours

Lo que para otros es sólo contorno, lo que ven frío y quieto como bajo una vitrina de cristal, su sensibilidad mágica lo sentía como el barómetro el estado de la atmósfera. Este saber inmenso, incomparablemente intuitivo, es el genio de Balzac. Ahora bien, lo que llamamos el artista, el dispensador de fuerzas, el organizador y moldeador, el que une y desata, éste no se nota tan claramente en Balzac. Uno está tentado de decir que no era en absoluto lo que llamamos artista, tal genio era. «Une telle forcé n’a pas besoin d’art». Lo mismo se puede decir de él, porque, en efecto, posee una fuerza tan grande y grandiosa, que se resiste a ser domada como los animales más indómitos de la selva virgen, es bella como la maleza, un torrente, una tempestad, como todas las cosas cuyo valor estético consiste únicamente en la intensidad de su expresión. Su belleza no necesita la simetría, la decoración, el cuidadoso arreglo posterior, sino que impresiona por la variedad incontenible de sus fuerzas. Balzac propiamente no compuso sus novelas, se perdía en ellas como en una pasión, se revolvía en las descripciones, en la palabra, como en telas o en la carne desnuda y exuberante. Recluta a sus personajes, los saca de todos los estamentos y familias, de todas las provincias de Francia; como Napoleón a sus soldados, los divide en brigadas, a uno lo hace caballero, al otro lo destina a artillería, al tercero a impedimenta; llena de pólvora sus fusiles y luego los confía a su indómita fuerza interior.

 

A pesar de su bello —¡pero posterior!— prólogo, La comedia humana carece de un plan interno. No tiene plan, como no lo tenía para Balzac la vida misma, no aspira a una moral ni a un compendio; sólo pretende mostrar como mudable lo eternamente mudable; en todo este flujo y reflujo no hay una fuerza permanente, sino sólo un empuje momentáneo, como la misteriosa atracción de la luna, esa atmósfera inmaterial, como tejida de nubes y luz, que llamamos época. La única ley de este cosmos es que todas las cosas que actúan simultáneamente una sobre otra también se cambian a sí mismas, que nada actúa libre como un dios que sólo impulsa desde fuera, sino que todos los hombres que con su unión inestable configuran la época también son creados por la época y que su moral y sus sentimientos son productos como ellos mismos; y que todo es relativo: lo que en París se llama virtud más allá de las Azores es un vicio; que no hay valores fijos para nada y los hombres apasionados deben valorar el mundo como Balzac a la mujer: vale lo que a él le cuesta. La misión del escritor —al que como producto y criatura de su época se le niega poder conseguir lo permanente en lo mudable— sólo puede ser una: describir la presión atmosférica de su época, la situación espiritual, el cambio de las fuerzas comunes que animan a millones de moléculas, las acoplan y las dispersan de nuevo. Meteorólogo de las corrientes de aire sociales, matemático de la voluntad, químico de las pasiones, geólogo de las formas nacionales primitivas, sabio enciclopédico que penetra y ausculta con todos los instrumentos el cuerpo de su época, y a la vez coleccionista de todos los hechos, un pintor de sus paisajes, un soldado de sus ideas: ser todo esto fue la ambición de Balzac, y por esta razón el novelista registraba tan incansablemente tanto las cosas grandiosas como las infinitesimales. Y por eso su obra es, en inmortales palabras de Taine, el mayor archivo de documentos humanos desde Shakespeare.

Stefan Zweig

Tres maestros

Balzac, Dickens, Dostoievski

Balzac, una vida entregada a la pasión - Honoré de Balzac (1799-1850) | ARTIUM - Biblioteca y Centro de Documentación

 

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