Fernando Pessoa
Fernando Pessoa rechazó una invitación a prologar las obras de su único amigo íntimo, Mario de Sa-Carneiro, con estas palabras:
He reflexionado sobre la cuestión de los prefacios o introducciones y prefiero seguir el célebre consejo del Punch a los que se van a casar: NO.
Si, prefiero que se prescinda de prefacios. No explicar es, aun, una de las principales condiciones para la imposición y la victoria. Quede la obra tal como es, y sin que nada mas sea.
Por su lado, Alvaro de Campos creía que
El único prefacio a una obra es el cerebro de quien la lee.
Y el también pessoano redactor del Translator’s Preface a la nonata edición inglesa de la poesía de Alberto Caneiro dejó escrito:
Un prefacio siempre es malo y el prefacio de un traductor es cosa positivamente inmoral.
Fijar un estado de alma, aunque no lo sea, en verso que lo traduzca impersonalmente. Describir las emociones que no se han sentido con la misma emoción con que se sintieron, tal es el privilegio de esos que son poetas, porque si no lo fuesen nadie les creería.
Hay poetas que lo hacen conscientemente, como Fernando Pessoa. Hay poetas que lo hacen inconscientemente, como Fernando Pessoa.
Soy demasiado amigo de Pessoa para hablar bien de él sin que se sienta mal: la verdad es una de las peores hipocresías a que obliga la amistad.
Si el lector encuentra injustas las palabras precedentes, suponga que he escrito las que él cree justas. Lo que esté bien estará bien sin ninguno de los dos.
Por lo demás, el único prefacio a una obra es el cerebro de quien la lee.
Alvaro de Campos.
Nadie me conoció bajo la máscara de la identidad ni supo nunca que era una máscara, porque nadie sabía que en este mundo hay enmascarados. Nadie supuso que junto a mi estuviera otro que, al fin, era yo. Siempre me juzgaron idéntico a mí.
Vivimos todos lejanos y anónimos; y disfrazados sufrimos, desconocidos. Para unos esta distancia entre un ser y ellos mismos jamás se revela; para otros resulta de cuando en cuando iluminada, con horror o dolor, por un relámpago sin límites; para algunos esta es la penosa constancia y cotidianidad de la vida.
Saber bien que quienes somos no nos atañe, que lo que pensamos o sentimos es siempre una traducción…saber todo eso a cada minuto, sentir todo eso en cada sentimiento, no será ser extranjero en la propia alma, exiliado en las propias sensaciones?
Un poeta que sepa lo que son las coordenadas de Gauss tiene más posibilidad de escribir un buen soneto de amor que un poeta que no lo sepa. Un poeta que se ha tomado el trabajo de interesarse por una abstrusión matemática tiene en si el instinto de la curiosidad intelectual y quien lo tiene ha de haber recogido en el cursos de su experiencia de la vida, pormenores del amor y del sentimiento superiores a los que podría haber recogido aquel que no es capaz de interesarse más que por el curso normal de la vida que le afecta: el pesebre del oficio y la reata de la sumisión. Uno está más vivo que el otro, al menos como poeta; de ahí la relación sutil entre las coordenadas de Gauss y la Amarilis de turno.
Todas las cartas de amor son ridículas
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Fernando António Nogueira Pessoa, conocido como Fernando Pessoa, fue un poeta, escritor, crítico literario, dramaturgo, ensayista, traductor, editor y filósofo portugués, descrito como una de las figuras literarias más importantes del siglo XX y uno de los grandes poetas en lengua portuguesa. Pessoa fue un escritor prolífico, y no solo bajo su propio nombre, pues creó aproximadamente otros setenta y cinco, de los cuales destacan los de Alberto Caeiro, Alexander Search, Alvaro de Campos, Bernardo Soares y Ricardo Reis. No los llamaba pseudónimos, pues creía que esta palabra no captaba su verdadera vida intelectual independiente, y en cambio los llamó sus heterónimos.