En Plutarco había leído una leyenda de navegantes acerca de una isla situada en los parajes vecinos al Mar Tenebroso, donde los Olímpicos triunfantes habían confinado siglos atrás a los Titanes vencidos. En aquel mito situado en los confines del mundo volvía a encontrar las teorías filosóficas que había hecho mías: cada hombre esta eternamente obligado en el curso de su breve vida, a elegir entre la esperanza infatigable y la prudente falta de esperanza, entre las delicias del caos y las de la estabilidad, entre el Titán y el Olímpico. A elegir entre ellas o a acordarlas alguna vez entre sí.
Marguerite Yourcenar.
Memorias de Adriano
Medellín en el contexto colombiano es una ciudad muy curiosa porque es muy homogénea, en ella todo el mundo habla y come igual. Diferente de Bogotá Cali, Barranquilla, donde la mayoría la mayoría de sus habitantes vienen de fuera. El antioqueño es un animal que emigra, pero a Medellín no llega nadie, o el que llega se vuelve antioqueño inmediatamente. Es muy fuerte la homogeneidad cultural de Medellín. Eso la hace una ciudad rara y le crea a los antioqueños la ilusión de que pueden construir una ciudad por fuera de las normas del capitalismo. Y se imaginan que todavía son compatriotas, que son antioqueños. Eso hace que Medellín, una gran ciudad, sea una aldea. Tanto en las casas de los ricos como de los pobres le ofrecen a uno fríjoles con arepa y chicharrón.