Fernando Rivillas
Fernando Rivillas tiene dos pasiones. Ambas requieren precisión: el bisturí y el pincel. Ninguna tolera errores. La cirugía y la acuarela exigen de pensamientos y quehaceres seguros y rápidos. Quizás tres pasiones, la otra es Urabá.
Rivillas es médico egresado de la Universidad de Antioquia, pero entusiasta y precoz amateur del arte y de la pintura. Ganó su primer concurso de acuarela cuando cursaba el bachillerato en el Liceo de su propia universidad. Dos maestros orientaron su gusto y sus conocimientos. Marco Tulio Castaño, ‘MATUCA’ y Jorge Cárdenas. Su técnica la adquirió en la Academia de Antonio Echavarría. La acuarela reclama pensar la pincelada. Asimismo, la cirugía que ha practicado por cerca de veinte años en hospitales de Urabá.
. Urabá ejerce una extraña fascinación. Es como un deslumbramiento ante ese hábitat primigenio. Alli donde bajan los Andes y los mares parecen en puja por unirse, hay una magia que surge de las cosas y es como si la vida emergiera desordenadamente del manglar, de los cativales sobrevivientes, de las ciénagas y tremedales indemnes del Atrato bravío.
Movilidad continua y villas itinerantes. Es la singularidad del poblamiento de la región. Espacio abierto entre dos mares y dos mundos que lleva a una constante, la colonización permanente de su territorio. Asentamientos hechos a punta de exclusiones. Presencia pendular de intereses nacionales e internacionales que convirtieron a sus desplazados de todas las épocas en pueblos accidentales plantadores de la culata de Antioquia en el Caribe.
En una dedicatoria de 1977 de su primeriza novela Carretera al mar, el medico y exguerrillero Tulio Bayer, me dice “nada ha cambiado en la Columbia Vaticana. La barbarie en el Urabá de mi juventud sigue igual. Los relatos sobre el Urabá que fue el escenario de mis primeras experiencias humanas como médico en la carretera Dabeiba-Turbo son otra vez espeluznantes. Se revive la pesadilla. Y me parece estar haciendo la autopsia número 200 y pico en el cadáver de un Tuberquia, de un Goéz…”
Pobladores dolorosos, encajonados entre las facciones de violentos que se arrogaron el derecho a decidir por ellos. Movilidad continúa de vecindarios siempre excluidos. dolorosos, encajonados entre las facciones de violentos que se arrogaron el derecho a decidir por ellos. Movilidad continúa de vecindarios siempre excluidos. Destino tragico, su atributo geopolitico es su desventaja en un mundo dominado desde siempre por el trafico ilegal de mercancias. Urabá esta en perpetuo descubrimiento. Sufriendo una reiterada sucesión de encuentros y de ausencias, como si fuera un elemento furtivo de la historia. Solo la violencia permanente caracteriza su vida cotidiana.
Señalaba el escritor Jaime Espinel, Barquillo, que en Antioquia se amalgaman, integran y aglutinan todos las virtudes y los defectos: “esa cultura del desparpajo y la tala, toda la franja del arrasamiento, la cultura del hacha y la escopeta que fue la colonización antioqueña con su carga de viveza, mentiras y fementida amistad, hasta cuando alguien le dijo que colgara el hacha. Digamos también, que el paisa no colgó el hacha porque nunca ha tenido palabra de hombre, sino que la vendió a escondidas y que con la plata de la venta del hacha y unos ahorritos que tenía, compró un buldócer. Montaba un reluciente y ruidoso buldócer y ya no fueron los bosques y las selvas, y ahí sí, el bulldocero, el magnate de las demoliciones, comprendió por fin la perentoria frase de Byron White: Los vivos Somos muertos en vacaciones. Entonces sí, vendió el buldócer a principios de los ochenta y a mediados de la misma década, incapaz de contener la única pizca de memoria que le quedaba, el paisa, tenaz, altanero y emprendedor, con la platica de la venta del buldócer y otros ahorritos que tenía bajo el colchón, compró una metra y una moto y siguió tumbando para no perder la costumbre”. Toda una recapitulación fidedigna de Colombia, Antioquia, Urabá.
Si, es cierto. Uraba ha sido un objeto codiciable. Objeto de luchas feroces y despiadadas y tumba de obsesiones múltiples que yacen olvidadas bajo la selva tropical. Fascinación que ha empujado a grandes atrocidades. Allí los afanes de dominio chocan contra esa maldicion que arrastra a los ambiciosos hacia un infierno de derrota y de muerte. Agitado y dramático acontecer. Urabá es aguda. Es tambien un impulso raizal que a pesar de todo deja plasmado en palabras, pinturas, sueños, amores y anhelos ligados a Urabá…sin remedio.
Acá los tenemos plasmados en arte. En variados formatos, en poco tiempo podremos admirar expuestas estas acuarelas que nos remiten a las montañas, ríos, lavanderas, bananeras, selvas, iguanas, masacres, desplazamientos, éxodos, colonización y despojos que han sido el suceder real de la región.
Como dijera el poeta Diego Luis Cifuentes:
Urabá es aguda…
Esperanza
No partidos, hoja iris,
No banderas,
Barcarolas
No fusiles
Glorias…Glorias
No discursos
Urabá es aguda
Y su canto…grave.