Vano el motivo de esta prosa.
L. de Greiff
A la pregunta: ¿En qué momento se jodió Colombia?, solía responder: -cuando aparecieron Miguel Antonio Caro, Pablo Escobar, monseñor López Trujillo ,los berreadores deportivos , y el furibismo . Ahora, gracias a su proliferación esperpéntica, añado algo a un vacío que tenía esa respuesta: …y desde que apareció Montecristo. Todos, tal vez sin proponérselo, contribuyeron eficazmente desde sus campos de vida, a la desazón, el mal gusto, la chabacanería, la violencia y la muerte y el horror que nos tocó, sin quererlo ni pensarlo, a los colombianos.
Como oyente compulsivo de radio que fuí, me siento plenamente calificado para condenar a nombre de la estética, el buen gusto, la inteligencia, el medio ambiente y el bienestar general de la humanidad, los chistes del señor Guillermo Zuluaga, apodado Montecristo y el lastre que soportamos de sus áulicos, corifeos y remedos de todos los programas de radio y televisión del país.
¡A qué niveles de ramplonería y de baja cultura cayeron programas como La luciérnaga y sus similares. ! Allí reina la vulgaridad, campea la trivialidad, los chistes obvios y simplones, de una memez, de una indelicadeza con los pobres oyentes ,que somos tratados como infantes: son una ofensa a la inteligencia de todos . ¡Qué falta de creatividad, de escasez de recursos literarios y artísticos! ¡Qué imbecilidades debemos soportar de esos libretistas! La mediocridad es su norte.
Sé que estas líneas son tan sólo una metáfora social y cultural de nuestros grandes males, una generalización; pero, qué bien representan estas figuras epigonales las agonías del presente.
Y siempre pretenden enrostrarnos la popularidad, no sólo como criterio de verdad, sino como un inamovible de los fetiches culturales que, a poco que horademos sus bases se nos viene encima con su pestilencia. Pobres iconos que nos agobian, retrasan mentalmente y ofenden. Ahora las gentes buenas y cristianas nos venden como panacea para nuestro malestar esta basura que denominan humor. A los apologistas de la popularidad como señal de mérito y valor, les digo que los imbéciles y los necios siempre históricamente han sido más. Hoy sé que la ironía, la mordacidad, la refinación, el humor no es el reino de estos trovadores, chistosos y vargasviles del presente. ¡Humor cuántos crímenes se cometen en tu nombre! A todos estos señores, nefastos pregoneros de la popularidad como varita mágica indestructible, los condeno eternamente a oír sus propias babosadas. Lo siento por ustedes, pero se lo ganaron.