Mario Arrubla- E. Zuleta
Bernardo Correa López
Cuando Mario Arrubla y Estanislao Zuleta irrumpieron en la escena intelectual y política del país, llegaron ligeros de equipaje: ya habían roto cualquier relación con la educación formal e institucional y, luego de una breve militancia, se habían separado del Partido Comunista. Sus relaciones con el saber y su actividad política no podían, entonces, estar respaldadas ni orientadas por manuales de cabecera producidos por alguna academia de ciencias. Para ellos de lo que se trataba era, según la expresión de Hannah Arendt (2019), de “pensar sin barandillas”. No era que no tuvieran, por supuesto, puntos de referencia -a través de Marx y Freud se situaron en el corazón mismo de debates centrales en el pensamiento contemporáneo-, sino que la relación con el conocimiento no podía seguir siendo tiesa, dogmática, envuelta en una retórica edulcorada y grandilocuente, ni asumida como una carrera de prestigio.
La función que encarnaron fue la de intelectuales independientes, separados de los centros de poder, lejos de cualquier postura que implicara dominación o control del pensamiento de los demás. La actitud que adoptaron fue la que resume Arrubla con estas palabras: “Con las grandes teorías debe hacerse lo que decía Wittgenstein sobre la filosofía: utilizarlas como una escalera para subir por ellas y luego tirarlas. Al encuentro de los fenómenos se debe ir con la mente limpia, purificada de ideas generales”.
Con el propósito de ridiculizarlo, del Partido de la Revolución Socialista –PRS- se dijo en su momento que no era un partido político sino un grupo de estudio. No estaba desacertada del todo esa caracterización porque, en efecto, el PRS fue un efervescente taller de motivación intelectual. En primer lugar, apertura a la gran cultura universal -los grandes nombres, obras y debates del pensamiento-; junto a ello, la urgencia de estudiar y conocer la historia de Colombia, y –rasgo insólito en un partido político– el estudio apasionado de esa forma particular y privilegiada de pensamiento que es la literatura. Por su parte, Mario Arrubla encontró que la economía era una de las llaves maestras para acceder a los mecanismos secretos de los procesos sociales.
Ahí están, para conocimiento de los interesados, los hitos de la trayectoria intelectual y política de Arrubla. En relación con el conocimiento del país, además de su obra pionera, Estudios sobre el subdesarrollo colombiano, está la edición de la obra colectiva Colombia, hoy o la revista Cuadernos Colombianos . Una buena parte de su trabajo como editor fue consagrada a las obras de autores colombianos. Como traductor y editor se preocupó por poner en circulación obras literarias o teóricas que, en su opinión, no podían permanecer desconocidas para los lectores colombianos.
Si, como afirma Roberto Calasso (2014), la edición debe ser considerada “un género literario”, no hay duda de que Mario Arrubla fue un maestro en ese complejo dominio. Como él la entendía, la edición reúne dos momentos decisivos. Uno de ellos tiene que ver con la producción del objeto mismo, libro o revista. Desde la selección del tema hasta el más recóndito aspecto “técnico”, todo era meditado, sopesado. Pero hay otro momento al cual fue particularmente sensible: el de la edición entendida como una intervención a favor de la democracia. Para él, todo lo que bloqueara el pensamiento -las banalidades del mundo del mercado, el dogmatismo, las jergas especializadas- era, en últimas, un cierre de la democracia.
¿Cómo asegurar la calidad sin adoptar la pose del especialista que escribe para especialistas? ¿Cómo crear lectores que abran sus pensamientos a nuevas experiencias, a nuevos mundos? Tales eran sus preguntas, que se pueden compendiar en esta inquietud capital: ¿qué es hoy un pensamiento crítico y cómo suscitarlo? “El objetivo de la actividad del intelectual es hacer progresar la libertad y el conocimiento humanos”. Estas palabras de Edward Said (2007) recogen muy bien lo que fue la presencia de Mario Arrubla entre nosotros.
Mario Arrubla Yepes
BOLETÍN CULTURAL Y BIBLIOGRÁFICO, VOL. LVI, No 102, 2022.
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