Dice Porfirio en alguna página, que Plotino de Alejandría se negó a hacerse retratar alegando que él era solamente la sombra de su prototipo platónico y que el retrato sería sombra de una sombra. Así, la fotografía sería la sombra de una sombra de una sombra. Curioso y bello milagro que hasta hoy y por ahora, nos ofrece este avance de la daguerrotipia que convenimos en llamar fotografía. Curioso y asombroso, más aún, si pensamos en las prevenciones de Borges que lo hacía ironizar sobre la imagen y sobre los que creen que aquella sea más real que las personas y las cosas. “Ser es ser retratado”, decía de esa curiosa concepción del mundo.
La fotografía es una restitución del mundo por la imagen. Tal vez así logremos entender el alcance de la ponencia de William Fox Talbot, cuando en 1839, al presentar su invento a la Academia, la tituló: “Breve explicación del arte del dibujo fotogénico, o sistema con el que puede hacerse que objetos naturales se delineen a sí mismos sin la ayuda del lápiz del artista”.
Las primeras placas
La fotografía llega a Colombia muy temprano de manos del embajador del reino de Francia en ese momento ante Colombia, que era el barón de Gross. Es muy curioso que en la noticia del periódico que anuncia que Daguerre ha presentado su descubrimiento ante la Academia Francesa, un poco más abajo, está la llegada del barón de Gross, como nuevo embajador de los franceses ante Colombia. Él era un pintor paisajista, un hombre muy de su época, y fue posiblemente el primero que trajo equipos de daguerrotipia a Colombia, a la Nueva Granada de entonces.
En 1848 el pintor envigadeño Fermín Isaza abre el primer gabinete fotográfico en Medellín. Técnica que aprendió en Bogotá en la Academia de Pintura de Luis García Hevia, discípulo del Barón de Gross pionero de la daguerrotipia en la Nueva Granada. Aunque según precisa el historiador Juan Luis Mejía Arango, Realmente la fotografía como tal, en Antioquia, empieza en 1857, cuando dos hermanos Restrepo llegan de Europa de estudiar mineralogía, que son Vicente y Pastor Restrepo”. Los primeros daguerrotipos, con certeza, realizados en Antioquia son de un alemán llamado Emilio Herbrüger, que vino a Antioquia, por ahí en los años 48,49. Al principio la fotografía sólo fue accesible a la elite antioqueña, pero con el pasar de los años y con el desarrollo de su técnica, se hizo muy popular. Surgen afamados y exquisitos fotógrafos que dejarían un importante legado visual sobre su tiempo.
El daguerrotipo
Un equipo de daguerrotipia era un equipo bastante complejo: estaba la cámara, que era una cámara bastante voluminosa; fuera de eso estaba una caja con todos los químicos que se necesitaban para preparar la placa metálica, y venía, incluso, con una silla, una silla que es una especie de silla de odontología actual, porque había que apoyar la cabeza y apoyar el tórax para que la gente no se moviera. Por eso, al principio en el daguerrotipo, prácticamente no hay niños, ni animales, porque se movían. El procedimiento se difundió rápidamente y se convirtió en un gran negocio,…era una novedad y todos querían hacerse un daguerrotipo…
Los anuncios de los daguerrotipistas informaban que se tenían que vestir de negro, el blanco no contrastaba bien, se prestaban los trajes. Había algunas indicaciones, por ejemplo, para los militares que se tenían que poner las insignias al revés para que en la foto les saliera al derecho. Y el daguerrotipo se guardaba en un estuche de tafetán. El daguerrotipo era un objeto para guardar, para conservar, más cercano al relicario, al objeto de culto.
Tarjetas de visita
Realmente la fotografía como tal, en Antioquia, empieza en 1857, cuando dos hermanos Restrepo llegan de Europa de estudiar mineralogía, que son Vicente y Pastor Restrepo. Entonces, ellos abren en 1857 un gabinete de fundición y ensayes, es decir, todo el oro de Antioquia pasó por allí en su proceso de purificación, pero al lado ellos abren un gabinete de fotografía, ya de fotografía, porque el daguerrotipo no daba negativo. Se asocian con un químico bogotano, que se llamaba Ricardo Wills. Entonces, ellos abren ese gabinete y empiezan a hacer una modalidad de fotografía que se llama la tarjeta de visita.
La fotografía de Wills y Restrepo fue la primera en popularizar las famosas Tarjetas de visita, formato que permitía obtener varias copias simultaneas del mismo negativo y cobraban cinco pesos por doce “Tarjetas de visita”. Allí aparecían los personajes de moda, en especial los militares de las guerras de finales del siglo XIX, con los retratos de Rafael Uribe Uribe, Benjamín Herrera o Marceliano Vélez. En un principio las fotografías solo se veían en los salones de la alta clase social: dueños de fábricas, comerciantes y banqueros, hombres de Estado, literatos y sabios…Pero poco a poco se fue haciendo más accesible y popular.
Los corresponsales
Don Pastor Restrepo tenía dos corresponsales, que iban de pueblo en pueblo, que eran Antonio J. Bravo y J. N. Gutiérrez. Entonces, ellos, a nombre de la Fotografía Restrepo, iban a Sonsón, iban a todos los pueblos haciendo fotografías a nombre de la Fotografía Restrepo. Esa es todavía una etapa muy difícil de la fotografía, porque es lo que llamamos el procedimiento del colodión húmedo.
Ahora que los retratos eran posibles, su demanda creció. Aunque parezca extraño hoy en día, a finales del siglo XIX y comienzos del XX se acostumbraba retratar a los muertos, en especial a los niños. Los difuntos eran acomodados en sillas y sus cuerpos colocados como si estuvieran vivos.
Ya cuando viene la placa seca, cuando ya se produce industrialmente la placa de vidrio, venían nueve tamaños, desde 30 por 40 hasta seis por nueve, de acuerdo con las necesidades. Entonces ya el fotógrafo no tenía que dedicar tanto tiempo a la preparación de la placa, y se puede dedicar más tiempo a la preparación del sujeto fotografiado. “Con un elegante y bellísimo surtido de fondos, muebles y otros objetos de gusto, propios para dar mayor animación y relieve a los retratos.” Decía la publicidad de Pastor Restrepo.
¿De qué color quiere los ojitos?
Estos fotógrafos, además de colocar a sus clientes en actitudes acordes con su clase social, también retocaban los negativos. Las caras eran cuidadosamente alisadas, para que no les quedaban arrugas, ni defectos. Algunas veces los retratos eran coloreados por un pintor que hacia anotaciones mientras se tomaba la foto, el color de la piel, los ojos y el cabello para luego reproducirlos.
El precio variaba si quedaba “con parecido” o “menos parecido” al original…que permanecía atento y acataba diligente todas las indicaciones del “director de escena .Recuerda Juan Luis Mejía que el taller de fotografía se vuelve una especie de pequeño teatro, con una escenografía, donde había telones de fondo de acuerdo con la personalidad, de acuerdo con la ocasión, y algunos para quitarles un tinte, entonces, retocaban el negativo. Benjamín de la Calle, por ejemplo, colocaba una mujer…así…mirando, pero, entonces, al negativo le pegaba un pedazo de cartón, y, entonces, ya en el positivo, el cartón quedaba como una luna. Entonces, es una mujer mirando así el plenilunio, o le pintaba gaviotas en el mar para quitarle monotonía, pues, a los paisajes.
Durante la primera década del siglo veinte, las fotografías empiezan a ser parte de la vida cotidiana de la sociedad: llegaban por correo, aparecían en los periódicos y revistas…Influían no sólo en cómo la gente veía el mundo, sino también en lo que creía.
Melitón Rodríguez
Benjamín de la Calle
Melitón y Benjamin
El maestro Francisco Antonio Cano vive en casa de los Rodríguez en los años finales del siglo XIX y es el alma gemela, el alma espiritual gemela, del mayor de ellos que se llamaba Horacio Marino Rodríguez. Entonces, un tío les enseña la fotografía, y ellos, en 1889 abren un gabinete de fotografía que se llamaba Cano y Rodríguez, después se llamó Rodríguez y Jaramillo, después se llamó Rodríguez Hermanos y, por fin, Fotografía Rodríguez, cuando ya se quedó con ella sólo Melitón.
De manera que esa es toda una escuela, la de los pictoralistas. Pero existe también la de Benjamín de la Calle. Se llamaba Benjamín Calle Muñoz. Él venía de Yarumal. Se establece en la carrera Carabobo, a fines de los años noventa y, luego, va a la Guerra de los Mil Días, vuelve después de la guerra a abrir el gabinete, pero ya le parece más aristocrático llamarse Benjamín de la Calle.
Entonces, se transforma en Benjamín de la Calle y es un dandy popular, es un hombre… además, es homosexual, es un poco contra la corriente, pero, entonces, a su estudio acude tomo el bajo mundo de Medellín, gente que no está posando; a la fotografía de Melitón iban los señorones que se vestían de frac, se disfrazaban de europeos, adonde Benjamín iba el arriero que llegaba a la plaza, el minero que acababa de llegar en el ferrocarril de Antioquia y a la cuadra estaba el taller de Benjamín, fue mucho más popular, mucho más ingenuo, mucho más auténtico, afirma Juan Luis Mejía.
El progreso
El desarrollo de la fotografía era incontenible, las placas “Eastman” y “Lumiere” ya venían preparadas, se mejora su sensibilidad, el tiempo de exposición es menor, estos nuevos procedimientos permitieron desarrollar la fotografía de exteriores, sin necesidad de poses rebuscadas: empiezan a aparecer pueblos, costumbres, modas, paisajes, hasta los niños ya se pueden mover, la vida en todo su esplendor era captada en un fugaz instante, para perdurar en el tiempo.
Pero ya a partir de los veinte surgen otro tipo de fotógrafos además de Benjamín, Melitón, que les tocó el paso de la aldea a la ciudad, Jorge y Félix Obando, Francisco Mejía, Rafael Mesa, Quico Mejía y Mesa. Los Carvajal. Horacio Gil Ochoa, don Fern Duperly .. Las imágenes de Carlos Rodríguez cuentan la historia de Antioquia a partir de los años cuarenta hasta los ochenta y aparecieron en los más importantes periódicos del país. Hoy Juan Fernando Ospina.
Las fotografías estaban ahora por todas partes, influyendo en todos los aspectos de la vida. Parecía que la fotografía había alcanzado su punto culminante, pero aún quedaba por demostrar todo su poder. Obando, que sucedió realmente a Gonzalo Escobar la mejor fotografía de arquitectura que se ha hecho en nuestro medio en el siglo veinte.
Un cambio humano
Es difícil imaginar el mundo sin la fotografía. Cambió por completo la conciencia humana sobre cómo observamos, percibimos y nos manejamos en el mundo real. El sueño de capturar la imagen reflejada de la luz, resulta tan mágico hoy en día, como lo fue hace siglos. Como dice la periodista Edda Pilar Duque hoy un gran valor de Medellín es que tiene el archivo de los negativos que muy pocas ciudades del mundo lo tienen.
En las décadas que siguieron, las fotografías viajaron instantáneamente por todo el mundo a través de las líneas de teléfono: las revistas ilustradas llegaron a los hogares y elocuentes fotografías unieron a la nación en los momentos más oscuros del siglo veinte. La gente le creía a la fotografía. Los publicistas se dieron cuenta de que las fotografías añadían a sus productos espectáculo y glamour.
En movimiento
Finalmente, nos recuerda la periodista e investigadora Edda Pilar Duque que después de captar el movimiento en un punto de su desarrollo, ahora se trataba de captar la secuencia de su movimiento. De la instantánea a la descomposición del movimiento no había más que un paso:… Habrían de pasar algunos años para que estas imágenes estáticas adquirieran movimiento. El 1 de noviembre de 1898, llegaron a la pequeña Villa de Medellín, Wilson y Gaylord, un par de empresarios trashumantes que proyectaron ante un asombrado público, imágenes de caballos corriendo, personas andando, trenes en movimiento, el humo de las chimeneas los medellinenses se conmocionaron ante tan maravilloso espectáculo.
El cine irrumpió a finales del siglo XIX. El cine llegó a Colombia trasportado por magos y feriantes que arrendaban solares en los pueblos para encantar a sus habitantes con el maravilloso invento.