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Con Ernest Hemingway
El estupendo escritor inglés Kenneth Tynan dijo alguna vez: “A mediados de la década de los cuarenta Dominguín fue el joven rival de Manolete y compartía con el veterano torero el cartel de la tarde en la que el maestro murió de una cornada. Se enfrentó al público de Madrid poco después levantando su dedo índice derecho hacia el cielo proclamándose el numero uno. Y de hecho, durante un tiempo lo fue. Hasta que Antonio Ordoñez, cinco años más joven que él, hizo acto de presencia y empezó a mostrar las diferencias que hay entre ciencia y arte”.
Ese es Ordoñez (1932-1998), de quien sabemos por la crónica taurina y la literatura, que ocupó largo tiempo y espacio en su rivalidad con su cuñado Luis Miguel Dominguín. Hijo del matador de toros Cayetano Ordoñez conocido como El Niño de la Palma, Antonio creció presenciando la gloria de su padre, quien, al igual que él mismo posteriormente, fuese inspiración para Hemingway escritor con el que establecería una recordada amistad. Fue también amigo del director de cine Orson Welles admirador del diestro rondeño y amigo hasta tal punto de que sus cenizas descansan desde 1987 en la finca El Recreo, de Ordóñez.
En la actualidad dos toreros en activo mantienen viva su dinastía; son dos nietos: Francisco Rivera Ordoñez y Cayetano Rivera Ordoñez ambos hijos de su hija Carmina Ordoñez y su primer esposo, el también matador Francisco Rivera, Paquirri.
Torero de extraordinario estilo purista, estéticamente intachable, fue Antonio Ordoñez uno de los diestros más importantes del siglo XX. Mantuvo la esencia del toreo ortodoxo a pesar de ser contemporáneo de toreros de estilo tremendista, como El Cordobés, con quien no quiso compartir ruedo, ya que decía que era inconcebible una competición artística entre los dos. Ya que trabajaban en distintos oficios, del mismo modo que Marlon Brando sólo está nominalmente en el mismo mundo que un ventrílocuo.
Ordoñez se destacó también como matador, recibiendo muchos toros a lo largo de su vida, y encontrando, en el último tramo de su actividad, una estocada de recurso, y efectos fulminantes, caída en un rincón llamado desde entonces «el rincón de Ordóñez». Más de mil corridas y dos mil toros estoqueados en 25 años de alternativa lo convirtieron en uno de los más grandes de la historia taurina.
Su historia también está ligada y a nuestra vida taurina. El 4 de marzo de 1952, precisa nuestro cronista Jorge Vega Bustamante, quedó para el recordación de los aficionados de Medellín: esa tarde Ordoñez y Luis Miguel cortaron en La Macarena orejas, patas y rabo. Los dos salieron a hombros. Una corrida como nunca se ha visto en la ciudad.
No fue extraño en la vida torera de Antonio. El 7 de septiembre de 1972 en la plaza de Ronda cortó ocho orejas, tres rabos y dos patas. El mayor número de trofeos que hay conseguido jamás un torero en una sola corrida.