El Wbeimar que quise ser…
Descreo de la idea de progreso. Desde el siglo XVII, quizás desde siempre, la concepción de progreso ha sido paulatinamente demolida. Sus cimientos fueron tocados y están bastante inseguros en el sentido de un lento, seguro y certero avance de la historia, de la propia humanidad hacia un estado próximo a la perfección, a un ideal que cada época dota de sus contenidos, que en un aplastante porcentaje son pueriles, inútiles, prescindibles, estériles.
Un medio de comunicación como la radio no es ajeno a este pesimismo esencial. En realidad no existe ese progreso, pero como todo se edifica sobre arena, aunque nuestro deber sea edificar como si fuera piedra la arena, cada individuo, cada sociedad crea sus arquetipos, sus modelos que justifiquen su quehacer diario e histórico.
Pensando desde esta ilusión puedo decir que Weimar Muñoz Ceballos fue desde mi adolescencia ese arquetipo, esa brújula, un ideal. Para mi, desde entonces, sus programas radiales fueron un remanso en el oprobioso, autoritario y pornográfico panorama de la radiodifusión colombiana y mundial.
El dial de los 830 de la recordada Radio Visión escuchado por años, decidió mi opción profesional. “Quiero ser como Weimar”, me dije. Y en el momento la elección era obvia: la Universidad de Antioquia. Allí se originó mi cercanía con Francisco Andrade Chaves, Paché y con el locuaz, Luciano González Sequea. Àquel me llevó a conocer personalmente a Weimar en el momento en que se había retirado de Caracol para fundar Weimar lo dice en el dial de la vieja radio Super.
Recuerdo ahora tres hechos de esos tiempos. El tono, la fuerza, el énfasis con la que Weimar leía mis ocasionales colaboraciones de los lunes. Estas incursiones llevarían a la sugerencia de Paché de intentar cubrir la información desde los camerinos en las transmisiones de fútbol. Mi timidez natural, mi limitada fluidez verbal y un íntimo pavor cortaron desde el comienzo esa intención. Y en una reunión cualquiera con los periodistas del programa surgió la oportunidad de negociar mi invendible colección completa de la legendaria revista VEA Deportes, del número 00 hasta su última edición. No pude vender mi tesoro, así el comprador fuera Weimar. Años después la doné a la Biblioteca Pública Piloto pero, nunca llegó. El mensajero también estaba interesado en ella. Lo siento Weimar, la perdimos.
Para mi Weimar lo dice ha sido un oasis diario en la mediocridad, en la levedad de los programas deportivos. Y aunque insisto en la relatividad de la palabra progreso, durante esos años, se que en los mismos 830 khz tuve compañía, me informé, me divertí. Al fin de cuentas Weimar siempre supo que el deporte es mucho más que cifras y confrontaciones. Y que la mejor cualidad en un hombre es la conversación. Una prueba: las largas conversaciones sobre literaturas, geografías o filosofías en la tienda de Miguel Vanegas en el barrio Carlos E. Restrepo en Medellín. Ahí espero a Weimar para seguir esta conversación…