La Ley de los caballos.

Cr_Admin

21 julio, 2019

 

Tanto la sociedad como los propios periodistas no deben bajar la guardia. Los ataques contra la libertad de prensa no cesan y cada vez son más refinados y avanzados. En nuestro país los hay de todos los tipos, no olvidemos los de la época de Laureano Gómez o Rojas Pinilla. Pero su antecedente más notorio corre por cuenta de Nuñez y Caro como hecho epigonal de la nefasta Regeneración del siglo XIX.
Expedida la Constitución de 1886, de acuerdo con el artículo transitorio K, se expidió el decreto 535 sobre “Sobre libertad de imprenta y juicios que se siguen por los abusos de la misma”. Autorizaba a la policía para que impidiera la circulación de publicaciones cuando atentaran contra la honra de las personas, el orden social o la tranquilidad pública. Cubría todos los delitos desde la calumnia y la injuria hasta la prohibición de publicar caricaturas. Nuñez llega a prohibir la venta callejera de los periódicos y a autorizar que, en casos que juzgue el Gobierno, se suspenda absolutamente las publicaciones y se incauten las imprentas. En tiempos de la Regeneración todo en la prensa era delictuoso.
Fidel Cano diría que ese decreto “es modelo de labor finísima contra el pensamiento escrito… y mañana se prohibirá publicar cuanto se refiera a la pena de muerte, la propia libertad de imprenta, el derecho electoral, o cualquier otro asunto de importancia política o social”. El fundador de El Espectador, precisamente, bautizó esta norma como la Ley de los caballos, ya que aparecieron unos caballos muertos en el Valle de Cauca que fueron atribuidos a los liberales y sirvió de pretexto para la expedición de esta legislación persecutoria de periodismo. Además, quedaba cubierto todo el proceso social, económico, político, cultural y científico sobre el cual debía recaer el control sin contemplaciones. Dejamos de ser un Estado de derecho y nos convertimos en un Estado policíaco.
Rafael Nuñez escribe al Vicepresidente Jorge Holguín: “La imprenta es incompatible con la obra, necesariamente larga, que tenemos entre manos. No es elemento de paz sino de guerra como los clubes, las elecciones continuas y el Parlamento independiente de la Autoridad, es decir, son enemigos del género humano. Al sol no se le discute, si se quiera que haya sistema planetario y tengamos calor y unidad”.
En 1894 Miguel Antonio Caro justificada estas medidas en aplicación del artículo K, letra con que los romanos marcaban a los calumniadores; “Impúgnase la justicia administrativa aplicada a la represión de la prensa incendiaria, haciéndose falsa aplicación de aquel aforismo según el cual no puede nadie ser a un tiempo juez y parte en una causa”. Elegante forma de explicar el control oficial del pensamiento.
Ahora que las maneras de control son tecnológicas hay que estar atento a las tentativas de los censores de siempre. Como decía Marroquín “es flaca sobre manera toda humana previsión, pues en más de una ocasión sale lo que no se espera”.

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