…inspiración etérea, de música sutil y arrobadora, mezcla extraña de pensamiento y fantasía.
Robert Stephenson y su padre George, son unos de los artífices de la modernidad: perfeccionaron la locomotora (1814) y construyeron la primera línea férrea del mundo entre Liverpool y Manchester (1830). Robert vivió en Colombia entre 1824 y 1827 trabajando en minas de oro y plata. Como regalo de matrimonio para Tomás Fallon, médico y naturalista de origen irlandés, y Manuela Carrión ofreció la educación en New Castle de su hijo Diego.
Así, uno de los más célebres líricos colombianos, cuyos poemas La Luna o Las Rocas de Suesca recitaban (¿o recitan?) desde la escuela los colombianos, termina graduándose de ingeniero y matemático en Inglaterra.
Ya del oriente en el confín profundo
La luna aparta el nebuloso velo,
Y leve sienta en el dormido mundo
Su casto pie con virginal recelo.
Había nacido en Santa Ana, Tolima, hoy llamado Falán en su honor, en 1834 y murió en Bogotá un preciso día de 1905 cuando Rafael Pombo era coronado poeta nacional. Su tutor, Stephenson, además de hombre de ciencia y técnica era miembro de la Sociedad Literaria y Filosófica de New Castle y por allí encaminó a su protegido. Fallon tradujo especialmente a Longfellow. Y aunque su obra son algunas composiciones de ocasión y tres poemas breves, son suficientes para darle pasaporte de permanencia a su autor.
Fallon fue de los fundadores de la Sociedad Colombiana de Ingenieros y se desempeñó como profesor de álgebra, música e idiomas. Su vida estuvo dedicada a la poesía. Meditabundo, ojos bajos, un tanto cargado de espaldas, color trigueño, barba puntiaguda y entrecana, vestido siempre de negro, con la levita abrochada, el paraguas debajo del brazo y las manos cogidas por delante: era el profesor, el magistrado de la Corte Fiscal. Fantaseador, rico en imágenes y ocurrencias felices, chistoso y fuerte en digresiones.
Sus conocimientos geológicos le sirvieron para explicar en verso la evolución de las rocas en el lento pasar de millares de años y popularizar nociones científicas en versos humorísticos:
SILURIA, la mayor, anciana austera,
Que de su clara estirpe vio la gloria,
Vivo guardaba de su edad primera
El recuerdo feliz en su memoria.
José Asunción Silva le dedicaría uno de los más célebres poemas. A ese ingeniero y matemático formado en la Vieja Albión por aquel Robert, buscador de tesoros en la Nueva Granada y uno de los mayores impulsadores del progreso humano y cuya inspiración etérea, de música sutil y arrobadora, mezcla extraña de pensamiento y fantasía, evocamos aqui hoy.