…Siempre metieron muerte en ese lenguaje; siempre desengaños, consejos, remordimientos, escrúpulos, precauciones, cuando no retruécanos y calembours, que también son muerte…
– Difusa y no de oro es la mediocridad española de nuestra lengua-
-En la insinuación de lo eterno está la causa del agrado que las enumeraciones procuran.
– La enumeración caótica no tiene que ser caótica.
-Las cosas tienden a las forma.
-El que galicado, única contribución seria de España a la cultura occidental.
Los Leopardos solían decir que cultura es lo que queda después de olvidar lo que aprendimos. En un sentido cercano a éste de los greco-quimbayas, Bernard Shaw señalaba que su educación se tronchó cuando ingreso a la escuela. Umberto Eco nos recordaba como la cultura es también capacidad de desechar lo que no es útil o necesario. La historia de la cultura y de la civilización está formada por toneladas de informaciones que han sido sepultadas. A veces, hemos juzgado pernicioso este proceso y nos ha llevado siglos retomar el camino interrumpido: los griegos no sabían ya casi nada de las matemáticas egipcias y, aun así, la Edad Media olvidó toda la ciencia griega.
Funes, el memorioso: el personaje de Jorge Luis Borges, se acordaba de todo, de cada hoja que había visto en cada árbol, de cada palabra que había oído en el transcurso de su vida, de cada racha de viento que había percibido, de cada sabor que había saboreado, de cada frase que había oído. Aun así, y precisamente por eso, era prácticamente un idiota, paralizado por su incapacidad de seleccionar y desechar. Nuestro inconsciente funciona porque desecha. Dice Eco: la World Wide Web es Funes el memorioso, aunque de vez en cuando se renueva y desecha algo.
Un tal Ben Schott recopiló un número enorme de noticias irrelevantes, donde enumera, por ejemplo, los nombres de algunos caballos famosos, el menú servido en la última cena del Titanic, las chicas de James Bond, los maridos de Elizabeth Taylor, las muertes curiosas de algunos reyes birmanos, los altos grados de la masonería, los artículos del código del duelo irlandés, las distintas edades de los animales, la disposición de una orquesta, los puntos de la canasta, los versos de algunas retahílas infantiles, los nombres de bufones de corte históricos y los gritos de guerra de los diversos clanes escoceses, los doce trabajos de Hércules, algunos insultos shakesperianos, 1.237 cifras por lo menos del número Pi, los animales adoptados por el Zoo de Londres, y así en adelante a lo largo de 150 páginas.
Acá sí, entramos de lleno en uno de los más elaborados, inteligentes y necesarios recursos literarios de nuestra lengua: la enumeración caótica. Señalaba Borges como esta enumeración caótica no tiene que ser caótica.“Tiene que ser secretamente cósmica. Secretamente ordenada. Si fuera realmente caótica sería una sarta de desatinos. Agradezco a la bicicleta, agradezco a la geografía. Agradezco al ajedrez, agradezco a Sarmiento. Y quiero ser caótico y tampoco pude. Asocio bicicleta con geografía, geografía con ajedrez es que quizás el caos sea difícil. O imposible. Si yo hago una enumeración caótica empiezo por un sustantivo. Si todos son sustantivos ya hay un orden. Si enumero cifras, hay que empezar por par o impar, no hay otras. Y eso ya es un orden. Vamos a suponer que hago una larga enumeración de cifras: empiezo por un impar y concluyo con un impar: ya hay una simetría. Empieza por un par y termina en un impar: ya hay un contraste, ya no es caótica. Las cosas tienden a las forma”.
Así, en el segundo siglo de nuestra era, Luciano de Samosata compuso una historia verídica, que encierra entre otras maravillas, una descripción de los selenitas, que -según el verídico historiador- hilan y cardan los metales y el vidrio, se quitan y se ponen los ojos, beben zumo de aire o aire exprimido; a principios del siglo XVI, Ludovico Ariosto, imaginó que un paladín descubre en la luna todo lo que se pierde en la tierra, las lágrimas y suspiros de los amantes, el tiempo malgastado en el juego, los proyectos inútiles y los no saciados anhelos. Historia verdadera, donde idea un viaje a la Luna en un barco arrastrado por una providencial tromba de agua y donde, entre otras maravillas, ve a los selenitas, que no tienen ano, hilar los metales y el vidrio para hacer trajes, beber zumo de aire, quitarse y ponerse los ojos y dar a luz en vez de las mujeres, ya que se casan hombres con hombres.
Sigamos ahora con García Márquez: Sólo faltaba la enumeración minuciosa de los bienes morales. La Mamá Grandese irguió sobre sus nalgas monumentales y con voz dominante y sincera, abandonada a su memoria, dictó al notario la lista de su patrimonio invisible: la riqueza del subsuelo, las aguas territoriales, los colores de la bandera, la soberanía nacional, los partidos tradicionales, los derechos del hombre, las libertades ciudadanas, el primer magistrado, la segunda instancia, el tercer debate, las cartas de recomendación, las constancias históricas, las elecciones libres, las reinas de belleza, los discursos transcendentales, las grandiosas manifestaciones, las distinguidas señoras, los correctos caballeros, los pundonorosos militares, su señoría ilustrísima, los artículos de prohibida importación, las damas liberales, el problema de la carne, la pureza del lenguaje, los ejemplos para el mundo, el orden jurídico, la prensa libre pero responsable, la Atenas suramericana, la opinión pública, las lecciones democráticas, la moral cristiana, la escasez de divisas, el derecho de asilo, el peligro comunista, la nave del estado, la carestía de la vida las tradiciones republicanas, las clases desfavorecidas, los mensajes de adhesión…
Nathaniel Hawthorne prevé un momento en que los hombres, hartos de acumulaciones inútiles, resuelven destruir el pasado. En el atardecer se congregan para ese fin en una llanura occidental hombres que llegan de todos los confines del mundo. En el centro hacen una altísima hoguera que alimentan con todas las genealogías, con todos los diplomas, con todas las medallas, con todas las órdenes, con todas las ejecutorias, con todos los escudos, con todas las coronas, con todos los cetros, con todas las tiaras, con todas las púrpuras, con todos los doseles, con todos los tronos, con todos los alcoholes, con todas las bolsas de café, con todos los cajones de té, con todos los cigarros, con todas las cartas de amor, con toda la artillería, con todas las espadas, con todas las banderas, con todos los tambores marciales, con todos los instrumentos de tortura, con todas las guillotinas, con todas las horcas, con todos los metales preciosos, con todo el dinero, con todos los títulos de propiedad, con todas las constituciones y códigos, con todos los libros, con todas las mitras, con todas las dalmáticas, con todas las sagradas escrituras que hoy pueblan y fatigan la tierra.
E
En una enciclopedia china llamada Emporio celestial de conocimientos benévolos sus remotas páginas afirman que los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d)lechones, e)sirenas, f)fabulosos, g)perros sueltos, h)incluidos en esta clasificación, i ) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas.
Hacia 1664, John Wilkins acometió la empresa de organizar y abarcar todos los pensamientos humanos formando un idioma análogo, general. Dividió el universo en cuarenta categorías o géneros, subdivisibles luego en diferencias, subdivisibles a su vez en especies. Asignó a cada género un monosílabo de dos letras; a cada diferencia, una consonante; a cada especie, una vocal. Por ejemplo: de, quiere decir elemento; deb, el primero de los elementos, el fuego; deba, una porción del elemento del fuego, una llama. En el idioma análogo de Letellier -1850- a, quiere decir animal; ab, mamífero; abo, carnívoro; aboj, felino; aboje, gato; abi, herbívoro; abiv , equino, etc. En el de Bonifacio Sotos Ochando -(1845-, imaba, quiere decir edificio; imaca, serrallo; imafe, hospital; imafo, lazareto; imarri, cada; imaru, quinta; imedo, poste; imede, pilar; imego, suelo; imela, techo; imogo, ventana; bire, encuadernador; birer, encuadernar.
Sigue analizar el valor de la tabla cuadragesimal que es la base del idioma. Miremos la octava categoría, la de las piedras. Wilkins las divide en comunes -pedernal, cascajo, pizarra-, módicas -mármol, ámbar, coral-, preciosas -perla, ópalo-, transparentes -amatista, zafiro- e insolubles- (hulla, greda, arsénico-. Casi tan alarmante como la octava, es la novena categoría. Esta nos revela que los metales pueden ser imperfectos -bermellón, azogue-, artificiales -bronce, latón-, recrementicios -limaduras, herrumbe- y naturales -oro, estaño, cobre-. La belleza figura en la categoría decimosexta; es un pez vivíparo, oblongo. Ambigüedades, redundancias y deficiencias como las de la enciclopedia china mencionada.
Entretanto, el Instituto Bibliográfico de Bruselas también ejerce el caos; ha parcelado el universo en 1000 subdivisiones, de las cuales la 262 corresponde al Papa; la 282, a la Iglesia católica romana; la 263, el día del Señor; la 268, a las escuelas dominicales; la 298, al mormonismo; y la 294, al brahmanismo, budismo, sintoísmo y taoísmo. No rehúsa las subdivisiones heterogéneas, verbigracias, la 179: “Crueldad con los animales. Protección de los animales. El duelo y el suicidio desde el punto de vista de la moral. Vicios y defectos varios. Virtudes y cualidades varias”.
Los géneros y especies que componen el idioma analítico de Wilkins son contradictorios y vagos; el artificio de que las letras de las palabras indiquen subdivisiones y divisiones es, sin duda, ingenioso. La palabra salmón no nos dice nada; zana, la voz correspondiente, define -para el hombre versado en las cuarenta categorías y en los géneros de esas categorías- un pez escamoso, fluvial, de carne rojiza. Teóricamente, no es inconcebible un idioma donde el nombre de cada ser indicara todos los pormenores de su destino, pasado y venidero.
Sin embargo, estos edificios ante todo estéticos se enfrentan con las deficiencias del idioma español que al decir de Borges: ”Siempre metieron muerte en ese lenguaje; siempre desengaños, consejos, remordimientos, escrúpulos, precauciones, cuando no retruécanos y calembours, que también son muerte… El español no se enriquece, porque la moral que le subyace desdeña la vida… Difusa y no de oro es la mediocridad española de nuestra lengua… El común de la literatura española fue siempre fastidioso. Su cotidianería, su término medio, su gente, siempre vivió de las descansadas artes del plagio. Las literaturas que usan el idioma español, clientes del diccionario y de la retórica, no de la fantasía…. La sueñera mental y la concepción acústica del estilo son las que fomentan sinónimos: palabras que sin la incomodidad de cambiar de idea, cambian de ruido. El que galicado es la única contribución seria deEspaña a la cultura occidental. España a la cultura occidental.