Mis recuerdos más remotos me llevan a poemas y fábulas que figuraban en: La alegría de leer de Evangelista Quintana. Evoco ahora Los Maderos de San Juan de José Asunción Silva: ¡Aserrín! / ¡Aserrán! / Los maderos de San Juan / Piden queso, piden pan, / los de Roque / Alfandoque / los de Rique / alfeñique / ¡trique, trique, trique, tran! Y recuerdo otros dos inolvidables de Rafael Pombo: El renacuajo paseador y la Pobre viejecita. De la vida y obra de Silva han dado cuenta espléndidamente Sanín Cano, Santos Molano y Fernando Vallejo. Pero pocos se refieren ya al poeta Pombo. En 1905 fue coronado como poeta nacional. Aún persistían los tiempos que señalaba Alberto Lleras Camargo en que la poesía era “el primer escalón de la vida pública y se podía llegar a la presidencia por una escalera de alejandrinos pareados”.
Nadie rima hoy, por fortuna, para cometer poemas. Ahora sólo lo hacen los participantes en esos obscenos festivales de la trova. Por esto, ese tipo de poemas se nos hacen hoy lejanos y deleznables. La métrica en castellano es un fósil. Al menos, sin embargo, Pombo nos sigue cautivando y seduciendo: El hijo de Rana, Rin Rin Renacuajo, / salió esta mañana, muy tieso y muy majo / con pantalón corto, corbata a la moda, / sombrero encintado y chupa de boda. / “¡Muchacho, no salgas!”, le grita mamá… / O el inolvidable comienzo: Érase una viejecita / sin nadita que comer / sino carnes, frutas, dulces / tortas, huevos, pan y pez. / Bebía caldo, chocolate, / leche, vino, te y café, / y la pobre no encontraba qué comer, ni que beber. / Y esta vieja no tenía / ni un ranchito en que vivir / fuera de una casa grande / con su huerta y su jardín. /
Nuestros poetas hacían verdaderos prodigios de pirotecnia con el verso medido, recordemos que en el siglo XIX un poema de Julio Arboleda llamado: A Gonzalo de Oyón, varias veces perdido y reconstruido por terceras manos, estaba escrito en un tipo de rima llamada bermudina, tan olvidables como los eneasílabos. Versos de nueve silabas que podían ser de estructura simétrica con acentos en las sílabas: 2, 5, 8, o de estructura cantable con acentos en las sílabas 4 y 8.
Recordaba el poeta Darío Jaramillo Agudelo como José Eusebio Caro intentó adaptar el exámetro latino a nuestra lengua con el primer verso de En Altamar:¡Céfiro! ¡Rápido lánzate! ¡Rápido empúja me y vivo! Y decían que era el ejemplo de un verso métricamente perfecto: cinco esdrújulas, cinco pies. Simplemente bazofia.
Mejor volvamos a Pombo ya no sólo en sus fábulas y poemas infantiles sino al eficaz y duro poema La hora de las tinieblas: !Oh, qué misterio espantoso / es este de la existencia! / ¡Revélame algo conciencia! / ¡Háblame Dios poderoso! / Hay no se qué pavoroso / en el ser de nuestro ser. / ¿Por qué vine yo a nacer? / ¿Quién a padecer me obliga? / ¿Quién dio esa ley enemiga de ser para padecer?.
O estos hermosos versos a la muerte de Elvira Tracy: “Cumplió quince años ¡ay! edad festiva, / mas misteriosa y rara! – ¡Edad traidora / cuando es la niña para el hombre esquiva / y a los ángeles férvida enamora!
Qué lejos de la camisa de fuerza de nuestros poetas en rima. ¡Ah! Los versos de pie quebrado.
La carroña diplomática.
La carroña diplomática.
Gracias a las gestiones de Rafael Núñez, quien era presidente de Colombia y residía en Cartagena, el 17 de abril de 1893, el vicepresidente en ejercicio, residente en Bogotá, también poeta y traductor de Virgilio, Miguel Antonio Caro, firmaba el nombramiento...