La carroña diplomática.

Cr_Admin

17 julio, 2019

 

Gracias a las gestiones de Rafael Núñez, quien era presidente de Colombia y residía en Cartagena, el 17 de abril de 1893, el vicepresidente en ejercicio, residente en Bogotá, también poeta y traductor de Virgilio, Miguel Antonio Caro, firmaba el nombramiento de Rubén Darío como Cónsul general de Colombia en Buenos Aires, Argentina y el de José Asunción Silva como Secretario de la Legación de Colombia en Caracas. Los 2 mil 4000 pesos de sueldo anual que reciben cada uno se convertirán en la base de sustentación del modernismo. Quizás por esa única vez, subsidiariamente, sirvió para algo la lagartería diplomática colombiana.
La relación entre literatura y diplomacia es vieja en los países de hispanoamérica. En el siglo XIX, nuestros escritores tras escribir su opera prima solían tener un puesto diplomático en donde, también usualmente, como lo destacó el crítico uruguayo Angel Rama, mataba su pasión literaria. Algunos nombres: Faustino Sarmiento en Estados Unidos, José Martí en Nueva York, Rubén Darío en Francia y España, Ricardo Palma en España, Alfonso Reyes en Madrid, Picón Salas en Praga, Uslar Pietri en Washington, Asturias, Carpentier, Neruda en París, Octavio Paz en la India,. Y entre los nuestros Carlos Arturo Torres, José Eustacio Rivera, Germán Arciniegas, León de Greiff, Caballero Calderón, Jorge Zalamea, Pedro Gómez Valderrama, Cote Lamus, Germán espinosa, Jaime Jaramillo Uribe, Juan Gustavo Cobo Borda, Álvaro Tirado Mejía sin que “se tenga un estudio detallado y panorámico que permita vislumbrar y deducir de sus actuaciones un particular cuño distinguible para la historia de la diplomacia ni unos resultados pertinentes para repensar nuestra vida literaria”.
Estoy ahora leyendo al elegante y preciso escritor Juan Guillermo Gómez García en su detallado trabajo sobre el filósofo colombiano Rafael Gutiérrez Girardot publicado recientemente por ediciones Unaula en su serie Pensamiento latinoamericano. Allí nos ofrece la fina oportunidad de conocer varias facetas del viejo profesor de Tunja, aquerenciado en Alemania, reconocido en adustos claustros universitarios y en serios círculos intelectuales de Europa y Estados Unidos y un perfecto desconocido para sus compatriotas. Una larga parte de su existencia la pasaría como diplomático en su querida germania. Su perspicaz mirada sobre la filosofía y el debate de ideas tiene en este texto un nuevo y original registro. Por ahora quiero limitarme al título de esta nota. Al grano.
Dice Gutiérrez Girardot:”Colombia ha tenido una política exterior de veleta, que en medio de sus pomposidades caciqueriles parece empeñada en demostrar al mundo que el cóndor es una gallina que se despluma en cocinas llamadas cancillerías y embajadas que quedan, como Colombia, más acá y más allá de la geografía”. Mientras tanto “la caverna de diplomatas colombianos son una casta de carroñeros voraces que se chupan la sangra del cóndor nacional en el exterior. Más sutilmente, el servicio diplomático es una agencia de turismo VIP de las élites tradicionales. La intimidad de una embajada colombiana es la muestra de la inoperancia e incompetencia de sus funcionarios, de cabo a rabo”.
Según Gómez García “hoy queda la impresión de que ese servicio ha caído a profundidades de insospechada mediocridad y que se proyecta como destino de fugados privilegiados, con orden de captura inminente”. Para Gutiérrez “esto proporciona vergüenzas ajenas y acendra el orgullo y hasta la utopía de una mejor patria; es un plus en la raíz colombiana, más por la actuación indecorosa o improvisada de los diplomáticas colombianos que por los prejuicios que abundan contra el país”. La protesta insistente de Gutiérrez Girardot contra los folclorismos la obtuvo de esta doble experiencia negativa: de ver a nuestros diplomáticos en su papel de impostores y simuladores y de corroborar la reacción de los representantes diplomáticos, políticos, industriales o bancarios de esos países a estas imposturas diplomáticas de las repúblicas bananeras con un gesto de superioridad, justificado y humillante a la vez. Termina el espacio, pero queda el suficiente para recomendar Cinco ensayos sobre Gutiérrez Girardot de Juan Guillermo Gómez. Búsquenlo. Tendrán una mirada nueva, interesante y bien escrita. Y se interesarán por un importante pensador colombiano y su buen intérprete de hoy.