Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Para Augusto Monterroso la escritura fue siempre el resultado de una búsqueda incesante, un milagro que al realizarse podía quedar plasmado en unas pocas palabras, o en unas pocas páginas. Y escritura era también lo que no se escribía. Balzac, el copioso, venía a ser todo lo contrario de su concepción o escogencia de la literatura y lo ironiza cuando lleno de graciosas ínfulas, exclama: ”hoy he escrito una línea, hoy me siento un Balzac”.