La Ley del Periodista en Colombia, coja, manca y desnutrida, declaró el 4 de agosto como el día del Periodista y el Comunicador en conmemoración de la primera publicación de los Derechos del hombre por don Antonio Nariño, el Precursor, que también era masón, librero y periodista.
La francmasonería era el vínculo de moda entre los intelectuales europeos y era una receta inglesa, con ingredientes franceses, para exportar la revolución. Los venerables maestros de La Nueva Granada recorren el mundo ayudados y protegidos por sus hermanos. Los objetivos secretos de esta sociedad son, pues, los de trabajar en forma decidida por la emancipación de la colonia.
En la librería de Nariño leen, comentan, estudian, se intercambian, se prestan, se compran y se venden, nuevos y usados, periódicos europeos y libros, muchos de ellos llegados de contrabando, por considerarse peligrosas las ideas de sus autores para la salvaguardia de la fe y la seguridad de la corona española. Hallar en el Nuevo Reino buenas obras, amén de su alto costo, no es fácil.
Buscando iniciar un negocio editorial en el virreinato, adquiere una imprenta, la célebre “Patriótica”, que de paso va a utilizar para la divulgación de los principios revolucionarios. De esta prensa salió la traducción de los Derechos del Hombre y varias hojitas y novenas.
Sin la imprenta no había sido pensable la independencia y la consolidación republicana durante el siglo XIX. Impensable sin los libros y los periódicos. Hagamos un repaso por esta historia hasta su llegada a nuestro suelo.
UNA HISTORIA POCO HISTORIADA
No deja de resultar curioso que la imprenta, siendo como es, el medio básico para el registro de la historia en el más amplio sentido de la palabra, registre tan poco de sí misma y de los hombres que ligaron a ella su destino. Con frecuencia se suele olvidar el aporte de esos hombres a la tarea general de difundir la cultura. Cuando no se le desconoce de plano, su función queda reducida a la de simples instrumentadotes de la expansión del pensamiento. De hecho los impresores y más recientemente los editores son personajes que permanecen en la sombra sin que se reconozcan la importancia de su labor.
El resultado de este vacío es la notable escasez de trabajos historiográficos referidos al surgimiento y constitución de las empresas editoriales. No sólo en Colombia sino a escala continental. Es tan incierto todo lo relativo a la imprenta que todavía no se ha podido establecer cuál es el origen de tan trascendental invento. Es prácticamente un tópico afirmar que la imprenta se debe a Juan Gutenberg. Pero sobre el particular caben tres observaciones. La primera, que existen pruebas fehacientes de que los chinos la utilizaban ya en el siglo once de nuestra era. La segunda, que el aporte de Gutenberg no fue precisamente la imprenta, sino los tipos móviles, lo que permitió la industrialización de la impresión. La tercera, que no faltan los que afirman que el inventor de los tipos móviles fue en realidad el holandés Lorenzo Janzoon Coster. La fábula se extiende incluso a sostener que un criado suyo robó los tipos y los entregó a Gutenberg, a quien habría enseñado a imprimir.
En medio de todas las brumas que envuelven el nacimiento de la imprenta en occidente, lo único claro es que el primer libro producido en una imprenta de tipos móviles fue la Biblia, en 1455, en el taller de Gutenberg. Son dos volúmenes, impresos en latín, en letras góticas y según la versión latina, conocida como Vulgata.
LA IMPRENTA EN EUROPA
Aunque la empresa que fundara Gutenberg en Maguncia se sumergió en interminables pleitos entre los socios por la propiedad intelectual del invento, las imprentas de tipos móviles se extendieron rápidamente por Europa, dando paso a una verdadera democratización del libro y a una expansión sin precedentes de la lectura. La gran revolución de las ideas que acompañó el resquebrajamiento del feudalismo y que abrió las puertas a la revolución industrial, tuvo en la imprenta su aporte material básico. La expansión de la imprenta fue un verdadero reguero de pólvora encendida. Y no se trata de un símil: Maguncia fue saqueada en 1462. La imprenta de Gutemberg, que era entonces propiedad de Fust y Schoeffer fue destruida y sus operarios se diseminaron por toda Europa.
En 1472 se publicaron en Salamanca, España, las actas del Sínodo de Aquilafuerte, que se conserva todavía y es considerado el primer libro impreso en la península y uno de los incunables más valioso y antiguo de que tenga noticia. La primera Biblia impresa en España data de 1488. El gran renacimiento de las letras a partir de entonces y el Siglo de Oro español, fueron posibles gracias a la generalización de la impresión con tipos móviles en toda Europa.
Ante la importancia indudable para la controversia de las ideas, la propagación del libre examen y las tesis de la reforma protestante, La Corona española restringió hasta donde le fue posible su difusión sobre todo en el Nuevo Mundo, cuyo descubrimiento coincidió con el establecimiento definitivo de empresas editoriales en España y en todo el continente. De hecho, la introducción de la imprenta en América y su explotación estaba reservada a los gobiernos y a las jerarquías eclesiásticas. Cuando no lo hacían directamente, las autoridades ejercían un estricto control por medio de licencias y privilegios de difícil consecución.
El primer libro impreso en América se publicó en ciudad de México en 1535, un año después de la instalación de la imprenta. Se trata de la obra en latín Escala espiritual para llegar al cielo de fray Juan de la Magdalena. Todos los primeros libros, sin excepción, se referían a temas religiosos. Entre ellos se destaca el Catecismo mexicano, impreso por Esteban Martín, cuyo texto es el origen de la catequesis particular que se desarrolló para la evangelización de los nativos americanos.
De México la imprenta pasó directamente a Lima, llevada por un sucesor de Esteban Martín, Antonio Ricardo, italiano que ostenta el honor de ser el primer impresor de Suramérica. Demoró de 1570 a 1583 para obtener la licencia que le permitiera instalarse y trabajar en Lima. Hubo de peregrinar por Centroamérica buscando una autoridad que apadrinase su pretensión y debió recurrir a la intriga y a la paciencia antes de iniciar su trabajo en el virreinato del Perú.
Enseguida la imprenta arribó a Guatemala en 1660, nuevamente por iniciativa eclesiástica y dedicada a imprimir textos religiosos. En 1705, los misioneros de la Compañía de Jesús introdujeron la imprenta en Paraguay, para publicar sus traducciones al guaraní, siempre con el objetivo de evangelizar a los indígenas. Esta imprenta funcionó hasta 1527 por haberse publicado en ella La Carta de Antequera y Castro, un libelo disidente que le costó a su autor la pena capital.
En términos generales puede afirmarse que el siglo XVIII demarca el período en que la imprenta se extendió por todo el territorio americano como correlato de la consolidación de la colonia y del dominio cultural y espiritual de la metrópoli sobre sus provincias de ultramar.
Entre 1700 y 1800 se instalaron imprentas en Ambato, Quito, Valencia- Venezuela-, en Nueva Orleáns, en Santiago de Chile y Santa Fe de Bogotá.
EN EL NUEVO REINO DE GRANADA
La Compañía de Jesús, promotora de grandes empresas culturales en todo el territorio del Nuevo Mundo antes de sus expulsión en 1776, trajo la primera imprenta a Bogotá en 1737. Al tiempo la introdujeron en Ecuador, Venezuela, Argentina y Chile. El primer impresor fue el hermano jesuita Francisco de la Peña. La primera publicación fechada en 1738 es El Septenario del corazón doloroso de María santísima. La imprenta se dedicó a la impresión de novenas, oraciones, catecismos y hojas volantes.
Después de esta primera experiencia editorial, el virrey Antonio Flórez invitó a Santafe a Antonio Espinosa de los Monteros en 1776, Obtuvo de la Corona el envío de una imprenta que llegó procedente de Cádiz en 1780. Allí se organizó la Imprenta Real. Acá se inicia en firme la tradición del oficio de impresor entre nosotros. Sus hijos, Bruno y Diego, también impresores, ligaron su nombre a las primeras épocas del periodismo colombiano y a momentos cruciales de nuestra historia como la impresión de Los Derechos del hombre y del ciudadano, hecha por Antonio Nariño pero impresa por Diego Espinosa. Este texto se hizo en La Imprenta Patriótica en 1784. Dando pie al primer juicio de imprenta de nuestra historia.
La tragedia de Nariño es conocida pero no así la de Espinosa de los Monteros quien fue condenado a tres años en las fábricas de Cartagena, destierro perpetuo de Santafe e inhabilitado para el ejercicio de la imprenta. Espinosa murió en Cartagena después de ocho años de presidio.
A Cartagena de Indias la introducción de la imprenta ocurrió hacia 1800, aunque ya Antonio Espinosa trabajaba allí desde 1776, pero sólo imprimió hojas sueltas y facturas. En 1809, Diego Espinosa imprimió un papel periódico llamado Noticias Públicas.
LA IMPRENTA EN ANTIOQUIA
Este es el largo periplo de la imprenta desde Maguncia hasta la remota provincia de Antioquia en el virreinato de la Nueva Granada. Como se anotó, la imprenta ha sido avara para referirse a sí misma. Ni un recuento específico de su origen, ni la arqueología de los desplazamientos y tomas de decisión que precedieron su nacimiento, ni siquiera las crónicas de arrieros que nos cuenten las vicisitudes de la recua llevando las pesadas prensas, las arrobas de tipos móviles, las galeras, los botes de tinta y aceites y las resmas de papel.
La cuna de la imprenta en Antioquia fue Rionegro porque allí se fundó el primer establecimiento tipográfico en 1812 que se conoció en la provincia, cuyo propietario fue el cartagenero Manuel Viller-Calderón. En la Sala Antioquia de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín se conserva el texto de 15 hojas Fundamentos de la Independencia de América fechado en septiembre de 1814, segundo de la Independencia.
También se conserva un folleto laudatorio para solemnizar el natalicio de Fernando VII. Su pie de imprenta indica: Antioquia Imprenta Real. 1816 por Manuel Viller Calderón. Dos años antes había publicado el libelo Independencia de Ulloa. En el interregno sucedió la pacificación española con los fusilamientos de Caldas, Baraya, Tadeo Lozano, Liborio Mejía entre otros y el monarquismo renacía en toda la Nueva Granada alentado por el terror a los ejércitos realistas y a la implacable venganza de Morillo. En junio de 1816 empezaron las ejecuciones en Santafe; el 14 de octubre del mismo año se celebró en Medellín el natalicio del Rey con una pompa y fasto sin precedentes, explicables sólo por las circunstancias de terror que se vivía entonces.
Más tarde cuando se afianzó el régimen republicano en la provincia de Antioquia, el espacio editorial se amplía. Otra imprenta, traída de Cartagena por Manuel Antonio Balcázar en 1828 es instalada en Rionegro. Este jugó un papel importante como pionero de los trabajadores de las artes gráficas en Antioquia. En 1832 se trasladó a Medellín.
En 1863, año histórico de la Constitución federalista, redactada por los convencionistas reunidos en Rionegro, llegó a esta ciudad una tercera imprenta en la cual fue editor Atiliano Rodríguez. Esa prensa se conserva en la Casa de la Convención. Por esa prensa pasaron los discursos encendidos de los radicales y los arduos debates que acompañaron el surgimiento de esa constitución.
Finalmente este es un inventario inicial de imprentas, editores e editoriales en el siglo XIX y comienzos del XX:
Imprenta de Jacobo Facciolince, Medellín, 1835.
Imprenta municipal de Sonsón, Sonsón, 1849.
Imprenta de Isidoro Isaza, Medellín, 1860.
Imprenta departamental de Antioquia, Medellín, 1862.
Imprenta de la diócesis –La Sociedad-, Medellín, 1872.
Imprenta de Jorge Bravo, Medellín, 1874.
Imprenta de Pineda, Medellín 1874.
Imprenta El Mensajero, Medellín, 1874.
Imprenta Republicana, Medellín 1884.
Emilio Isaza, editor. Medellín-Madrid, 1885-1896.
Imprenta El Espectador –Fidel Cano- Medellín, 1887.
Tipografía Félix de Bedout, Medellín, 1889.
Litografía de Jorge Luis Arango–Danarango-, Medellín.1891.
Imprenta municipal, Yarumal, 1897.
Imprenta editorial – Carlos E. Restrepo, Librería Nacional-, Medellín, 1910-1930.
Tipografía industrial, Medellín 1911.
Imprenta El Colombiano, Medellín, 1911.
Imprenta El Correo Liberal, Medellín, 1915.
Imprenta La Defensa, Medellín 1919.
Imprenta de El Diario, Medellín 1920.
Viejo y compañía, Medellín, 1922.
Antonio J Cano, Medellín, 1922.
Imprenta de la U de A, Medellín 1929.
Ciro Mendía, Foto club, Medellín 1929. .
Imprenta de Alejandro Restrepo, Manizales, 1874