Francisco Antonio Cano
, 1913.
El sábado 26 de noviembre de 1932 en una fría y lluviosa tarde bogotana, el maestro Francisco Antonio Cano a los sesenta y siete años y un día de haber venido al mundo, comienza la siempre aplazada empresa, proyectada tiempo atrás de decir tan poca cosa como lo que constituye su última voluntad, “que así parece que se llama la de indicar lo que se quiere como actos que sigan al de cerrar uno para siempre el ojo. Vamos, pues, aprisita”.
Autorretrato
Hace su postergado testamento: “Del modo más encarecido suplico el respeto absoluto a mis creencias religiosas –arreligiosas-, más claramente he vivido siempre como nací, en medio de prácticas religiosas y desde temprano me convencí de que la religión a la que mis cercanos pertenecían, no era ni había podido ser mía, y después…no he encontrado nunca la mía.
Hasta donde esto sea materialmente posible, exijo que se me deje después de muerto sin enterrarme, nada más que el tiempo necesario para esa función. La fosa, ha de ser una fosa, ojalá de dos metros de profundidad y que no se deje ninguna señal de sepultura, ni insignia…nada para este cuerpo que quiero desaparezca en absoluto bajo la tierra con todo el significado universal de esa palabra.
¿Y la compañía de personas hasta la morada definitiva? Apenas las que sean necesarias para cumplir los deberes de enterrarme. De esto se desprende que muero fuera de toda religión porque no pude entrar a ninguna; que todas las que he podido tener idea me son igualmente respetables, que creo firmemente en que uno es algo más que materia y que en cuanto se muere, el saco que sirvió para vivir no necesita cosa diferente de ponerlo donde no estorbe ni perjudique y donde quizá hasta pueda servir.”
Y hace una semblanza de sus padres. José María Cano y Álvarez, nacido en Rionegro. Huérfano desde muy niño, no tuvo otra cultura de escuela que lo aprendido en la casa de mis abuelos: aprendió a leer, a escribir y a…rezar. Luchó con la vida rudamente y siempre fue pobre; leyó cuanto pudo haber a la mano y cuanto leyó parece que lo guardó en la prodigiosa memoria con que nació dotado. Él fue mu perpetuo diccionario y mi maestro de mis primeros años. Me dio el ejemplo del trabajo constante y de no temerle a ninguna empresa. Parece que buscó siempre formar en mí la confianza en el propio esfuerzo.
¿Y mi madre? Ah, mi madre, que cosa santa y grande era mi madre. Esa sí que era ignorante. Leía dándole sabor a la lectura y para escribir usaba hermosa letra italiana. Eso era todo lo que sabía. ¿De dónde sacó la capacidad que tuvo para ordenar, sin apelación posible, con sólo la mirada lo que ella deseaba que se hiciera por sus hijos que fuimos dos tan solo? ¿De dónde sacó las sabias máximas morales con que nos dirigía, de dónde los razonamientos más convincentes para justificar sus actos o imponer modos de obrar a sus hijos?…
Rafael Uribe Uribe
En 1926, Cano escribió este boceto biográfico: “…Casi no hay faena en que no haya trabajado. Desde remendar paraguas y olletas, pasando por joyero, platero, arreglador de máquinas de coser y relojes, he trabajado ladrillo y piedra, al sol, y he sido hojalatero, grabador, empapelador, fotógrafo, ebanista y cerrajero. Mucho tiempo viví de hacer lápidas de mármol, pero siempre dibujando y pintarrajeando, con el anhelo de ser pintor, y de cuando en vez modelaba en barro, vaciaba yeso y cemento. Por la prensa y en memoriales y cartas, he procurado llevar a gobiernos y a gentes particulares a interesarse por el incremento de las Bellas Artes y he cosechado casi siempre desengaños. No ha faltado quien me pague con traiciones y malas jugadas el apoyo y ayuda que le diera a sus empresas artísticas…”
Se trasladó a Medellín en 1883 y sobrevive muchos años de su trabajo de hacer lápidas de mármol. Su amigo Horacio Marino Rodríguez le enseña algo de dibujo y en esos años también recibió clases de pintura de Angel María Palomino, aquel pintor retratista que quedó consagrado por Carrasquilla y cuya tarifa dependía del parecido con el personaje. Por esa época, 1885, Palomino se especializaba en hacer retratos. Tenía una tarifa original:
Sin parecerse, por…………………………………$5.oo
Con aire de familia, por……………………………$8.oo
E igualitico, igualitico, por…………………………. $10.oo
Su educación formal se limitó al aprendizaje elemental en Yarumal y luego a algunos cursos de gramática en un colegio en Medellín. Durante los años de 1885 al 90 residió en la casa de su pariente don Melitón Rodríguez, padre de Horacio y abuelo de Melitón y Horacio Marino. Al lado de Horacio perfeccionó su oficio de hacedor de lápidas y mejoró sus habilidades en dibujo y fotografía. Luego fue figura clave en la revista El Repertorio, donde publica ensayos sobre arte y grabador y dibujos y colaboró en la labor pionera de implantar el fotograbado en Colombia en 1896.
En 1925 en una entrevista para Lecturas dominicales de El tiempo, Cano diría: “estimo mucho, pero muchísimo a Medellín. Allí es donde mis trabajos se venden más. Cuando estaba en Europa me llegó dinero de Medellín, conseguido por amigos míos con una exposición de mis cuadros. Y con ese dinero viví mucho tiempo… Pero para trabajar allí hay necesidad de un mayor ambiente intelectual que no tiene Medellín. Allí se preocupa más la gente del comercio, por lo útil.
Solo he trabajado. Trabajar todos los días ganado el pan con mi trabajo de pintura. No es la única profesión en que pasa esto, pero tal vez si es esta una de las partes del mundo donde más pasa. Por eso los pintores nacionales no tenemos ni podemos tener obra. La obra exige cuidado, tiempo, dinero. Y cuando hay que llevar el pan a una familia, no se tiene ninguna de las tres cosas. Tiene que dedicarse uno a fotógrafo. Le traen el retrato de un muerto.
-Está parecido, pregunta uno.
-No. No mucho. Le sobre un poco de barba. Este ojo lo había perdido. No tenía dientes, vaya haciéndole y nosotros le indicamos…
Así, comprende usted, no se puede hacer obra.
Y para completar el cuadro. Cada vez que nos encargan un trabajo cualquiera, nos dicen: “barato, por patriotismo”. Yo les digo: “señores, hace cuarenta años que estoy de patriota. No le jalo más”.
Cristo del perdón. Metropolitana de Medellín.
Luis Pinto Maldonado, quien vivió en la casa de Cano hasta su muerte el 10 de mayo de 1935 a las 4 a.m. cuenta como “a los 18 años abandonó Yarumal con el propósito de venirse a Bogotá, pero la guerra lo detuvo en Medellín y allá empezó a luchar. Se dedicó a hacer retratos y tuvo una rara especialidad: era un pintor de muertos. Cuando en la Villa de La candelaria moría alguien y los deudos deseaban conservar la efigie, él hacía el croquis frente al cadáver y luego el retrato.
Y Pinto Maldonado termina su semblanza con estos datos físicos: “El maestro era de estatura mediana, un metro con 63 centímetros. Cabello blanco y melena bien cuidada. Cejas abundantes y espesas. Ojos garzos y melancólicos. Nariz semirrecta; boca grande y de expresión bondadosa: Voz suave. Hablaba con calma. Era un gran conversador y le fascinaban los cuentos, siempre muy oportunos. No permitía que en su presencia se hablase mal de nadie. Nunca a nadie llegó a contar sus dolores morales. Era un gran caballero, un filántropo, un filósofo y un gran artista. Me decía a menudo: -Hay que estudiar para no quedarse atrás, es un grave error creer que con solo talento se puede triunfar. Es lo mismo que si un escritor quisiera escribir sin gramática.
Autorretrato.
En 1903, entre gentes cultas, en un ambiente del que hacían parte Luis de Greiff, Carlos E. Restrepo, Pedro Nel Ospina, Francisco de Paula Rendón, Cipriano Rodríguez Lalinde, Efe Gómez, Tomás Carrasquilla, Gabriel y Francisco Latorre, Enrique Vidal, Antonio J. Cano y Marco Tobón Mejía funda la revista Lectura y arte, publicación que abrió sus páginas a todas las inquietudes culturales de su tiempo, con esta advertencia: Esta revista, creemos un deber decirlo, no pertenece a ninguna escuela; aquí tendrá cabida todo lo bueno.
Eran sus amigos de Medellín, ciudad de la que tenía una curiosa imagen. Alguna vez en Bogotá tratando de explicar el origen e importancia de la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín, señalaba que “una de las primeras cosas que hizo esta Sociedad fue corregir los pequeños desperfectos de las calles: cada miembro llevaba en su bolsillo esqueletos de comunicaciones para avisar por el correo, a un empleado especial, que en tal sitio cerca de la esquina tal y en frente de don fulano, había un hoyo que debía taparse. Enseguida ese empleado traía dos o tres overos con unas cuantas piedras, tierra o arena y componían el desperfecto. Había una tapia que amenazaba ruina, un alero que se venía encima amenazando de muerte al transeúnte, y ya estaba el denuncio dado por un miembro a la Sociedad o al Alcalde, para obligar al vecino a componer”.
¿Qué pretendía Cano al escribir crítica de arte en un país donde, al decir de Eladio Vélez, no eran posibles revoluciones estéticas pues “únicamente se conocían y se podían hacer las que se usaban: es decir, a escopeta y machete”?
Cano escribe, además, para quitar de las mentes esa estúpida imagen de que “los artistas son unos individuos que, nacidos sin facultades para ganarse la vida, se ponen a pintar y a modelar muñecos”.
El mismo Eladio Vélez decía que Cano era “propietario de una lengua como la de Voltaire, partía de un chiste a sus mismos admiradores”. Era de un humor irrefrenable.
“Es cierto que a nosotros nos corresponde el hacer las obras y a quienes hablan y escriben entre nosotros. Lo hacen mal, tan sin razones, que a veces los que hemos dedicado la vida, no solo los años –vida significa tantas cosas diferentes en cada hombre- nos vemos como necesitados alguna vez siquiera de advertir a los críticos de arte demasiado pródigos que deben hacer un pequeño alto o descanso para oír unas palabras de fundamento”. Y para ilustrar el alcance de su crítica y de sus conocimientos, este ejemplo “”yo he permanecido largo rato embebido en un insignificante asunto pintado por Henri Moret con tintas claras, -tintas claras fue la definición de Theodoro Duret para caracterizar el método impresionista-, en las cuales vibraban todos los cambios lumínicos imaginables. Conservo de ello recuerdo imborrable tan grande, que creo sea esa la esencia toda del color enseñada en una tela”. Interpretación perfecta del impresionismo. No fue meramente académico. Su obra es de una estimulante variedad temática.
Sus sentimientos unidos a los ideales de su pintura y escultura fueron el estímulo definitivo para el desempeño en la docencia. Tuvo la convicción clara de la necesidad de enseñar. Lo fue desde que organizó su taller al regreso de Europa y con sus discípulos dejó sentadas las bases para la fundación de la Escuela de Bellas Artes de Medellín. Después, durante su larga y definitiva permanencia en la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, enseño dibujo, perspectiva, anatomía, pintura y escultura. El artista multifacético que había en Cano es único en el panorama de las artes y de la cultura nacional.
El dibujo para Cano fue una actividad connatural afianzada al lado de su padre que sabía de todo y desarrollada en forma tan sorprendente que lo llevó a ser uno de los mayores dibujantes que haya tenido el país. Dibujo sin fatiga, incansablemente. Con atención diligente y pulso firme, fijó sobre el papel paisajes rurales y urbanos, árboles y animales, drapeados, desnudos y muchedumbres con inigualable exactitud y belleza. Hizo bocetos innumerables para sus creaciones y grandes composiciones.
Rafael Núñez. Capitolio Nacional. Bogotá.
Manuel Uribe Angel que lo conoció de joven, afirmaba que “cuando para hacer alguna de sus obrillas apelaba al manejo de materias plásticas, como yeso, greda o cera, parecía que debajo de la pulpa de sus dedos brotaban como por encanto las imágenes de los objetos que quería imitar”.
Rafael Núñez
Señala el maestro Jorge Cárdenas Hernández que “correspondió a Cano moverse entre la herencia de un academicismo social y múltiple, las corrientes originadas por el impresionismo y el comienzo del modernismo, de donde se deduce la imposibilidad de que estas fuerzas renovadoras le fueran desconocidas y no le estimularan la curiosidad…fue sin duda el artista mejor dotado de aquel período, sin límite alguno en el tratamiento e interpretación de todos los asuntos. En sus retratos dejó impreso el ademán definitivo, característico de sus modelos, la entonación adecuada, la pincelada recursiva y exacta…Los desnudos son perfectos y de buen gusto en la elección de las actitudes…Por este camino del estudio profundo del natural, que otros han bautizado costumbrista, se gestó y nació Horizontes, pintado en 1913 y exhibido en la Exposición internacional de Sevilla en 1925.Pocas veces se llega a crear una síntesis plástica del espíritu, la fisonomía y la pujanza de un pueblo como lo hizo Cano en esta pintura…Cano con buen oficio y conocimiento, sus esculturas, llenaron la ausencia de monumentos públicos conmemorativos con aciertos tan armónicos que no se han repetido en el país”.
Atanasio Girardot
Y concluye el maestro Jorge Cárdenas: “La vida de Francisco Antonio Cano, el artista polifacético, estuvo marcada por aficiones humanísticas y una lucha infatigable, llena de esperanza para que se consolidaran los fueros de la seriedad en el arte, cuando este se convierte en espectáculo y feria de navidades. Y cano supo cumplir este cometido con la modestia de su personalidad y con el brillo de su apostolado. Pero esta lucha y este apostolado lejos de proporcionarle alguna mediana comodidad, que le aliviara los últimos días de su vida, se volvieron torvos, lo pusieron a prueba y soportó los reveses con la fuerza y la altivez que dan la conciencia tranquila de quien cumplió con la misión de crear y de impulsar el arte de su país».