Entrevista realizada por Carlos Bueno, durante una parranda en su casa de Barranquilla. La crónica, originalmente publicada en el Magazín Dominical de El Espectador , recoge un momento íntimo de Escalona y su gente, en medio de conjuntos musicales que se fueron turnando toda la noche en la sala de su hogar, entre rones caribeños y lamentos vallenatos. In memorian al cantor colombiano.
en esos días agónicos, el postrer descendiente de la estirpe solitaria de los Buendía, asistía al final emborrachándose en el único salón abierto del desmantelado barrio de tolerancia, donde un conjunto de acordeoneros tocaba los cantos de Rafael Escalona, el sobrino del Obispo, heredero de los secretos de Francisco El Hombre. Ese anciano trotamundos de casi 200 años, que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo y en los cuales relataba con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario, de modo que si alguien tenía un recado que mandar o un acontecimiento que divulgar, le pagaba dos centavos para que lo incluyera en su repertorio.
…Entonces conocí a Escalona. Fíjate, empezamos a trabajar. Escalona y yo trabajamos juntos, hacíamos unos viajes del carajo por la Guajira, donde había experiencias que me vuelvo encontrar ahora con absoluta naturalidad. Hay un viaje de la Eréndida que es un recorrido que hice por la Guajira con Escalona. *
*Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez
Hace muchos años, nuestros compositores eran de origen popular y todos analfabetos. En ese tiempo sólo componíamos los nacidos en la región. Ahora componen muchos intelectuales y hasta cachacos, pero ya no se trata de la parte narrativa y costumbrista del vallenato: le introducen la retórica y la métrica, un asunto que le es ajeno. En este proceso originado por la aceptación del ritmo y por razones comerciales, se perdió la naturalidad, lo costumbrista, lo folklórico, que es precisamente lo que debe conservarse. En el vallenato tradicional debe mirarse más la expresión intrínseca que la parte externa y gramatical. Pero no sólo existen cambios en las letras de los cantos sino en la música.
Claro que debe pensarse en el cambio de los tiempos. Las nuevas generaciones están influenciadas por distintas tendencias y ya no se han criado en el campo como nosotros sino en las ciudades. Ellos no pueden decir las cosas como las cantamos nosotros, aunque nosotros pudríamos hacer cantos como los de ellos. Yo para decirle a una mujer que tiene los ojos angelicales y divinos, le digo que tiene ojos fregadores. Así lo dice la gente del pueblo, los algodoneros. En fin, comprendo que mi hijo no pueda pensar como yo, pero sostengo que el verdadero vallenato es el narrativo y costumbrista, porque no es esnobismo ni acomodo a conveniencias comerciales.
En el vallenato ocurre como en el periodismo. Hay mafiosos que les pagan a los periodistas por sus informaciones y también hay compositores que lo hacen. Pero usted no está en ese parte del periodismo como yo no estoy en esa parte de los compositores. Yo nunca he podido hacer canciones por encargo. No puedo hacer canciones en serie. Podría hacer una canción diaria, me sobra capacidad pero tendría que inventar cosas y yo no invento. Mis canciones son hechos vividos, cosas reales. Yo no tengo compromisos comerciales. Compongo cuando me nace, cuando quiero hacerlo. No hago canciones para que sean éxitos. Creen algunos que la mejor canción es la que se vende y ese no es mi criterio. Para mi el mayor éxito es ir a mi tierra y ver a un viejo montado en un caballo cargado con leña y oil que Cantaura canción mía compuesta hace 30 o 40 años. Las canciones actuales no perduran en la memoria más de una temporada corta porque no tienen raíces populares, no tienen ancestros. El éxito de una canción no está en sus ventas sino en su perduración en la memoria del pueblo.
Mire, hace unos años Pacho Rada se reclamó de ser el hijo de Francisco El Hombre. Sobre eso que ya habló Gabito en Cien Años de soledad. Rada era completamente analfabeta y su herencia la reclamó en un libro que seguramente fue escrito por un avivato que puso esas palabras en su boca. Bueno, si él es el hijo de Francisco El Hombre, no lo es del que nosotros conocimos en la provincia de Padilla, en La Guajira. De aquel personaje folklórico al cual le hemos hecho justicia en la provincia.
…Entonces conocí a Escalona. Fíjate, empezamos a trabajar. Escalona y yo trabajamos juntos, hacíamos unos viajes del carajo por la Guajira, donde había experiencias que me vuelvo encontrar ahora con absoluta naturalidad. Hay un viaje de la Erèndida que es un recorrido que hice por la Guajira con Escalona.
Gabito vivió conmigo y con Zapata Olivella largos meses en mi región. Yo les daba de comer y para vestir. Les di zapatos de 14 pesos, camisas de 75 y peinillas Kiko de dos centavos. No sólo les nutrí la barriga sino el espíritu, porque las cosas de sus cuentos y novelas las aprendió conmigo en los caseríos, con mis compadres, con las viejas curanderas, oyendo historia de las viejas brujas. Su obra no salió de Aracataca. De allá no tiene sino el recuerdo de espermas prendidas y de gajos de guineo. Gabo ha dicho que él ya me pago esa formación porque me nombra en todos sus libros. Lo cierto es que vivió mucho tiempo con mi madre y mis hermanas. Siento por él un gran afecto y admiración. Además me tiene miedo: él habla escribiendo y yo hablo con cantos.
Sobre el origen del festival de la leyenda vallenata hay muchas historias, pero la realidad es que alguna vez Gabo venía de México en barco ya que le tiene miedo al avión. Nos reunimos todos los del grupo de La Cueva y me pidieron que organizara una parranda pero en dos días que faltaba era imposible ir a Valledupar. Conseguimos algunos acordeoneros y salimos para Aracataca para que visitara sus parientes. Gabo dice que ese fue el primer festival, pero en realidad de allí surgió fue la idea de hacerlo. Aracataca es una tierra extraña para esa música. Allá conocieron el acordeón cuando llegaban trabajadores de Valledupar o de la provincia de Padilla a la zona bananera antes de la hojarasca. Realmente el primer festival se hizo cuando López Michelsen era gobernador del Cesar.
Hay diferentes tipos de vallenatos. Esta es una música que refleja un modo de vida. Por eso no puede cantarlo igual el hombre de la llanura, montado en un caballo, que el hombre del río, apesadumbrado, con una atarraya y una canoa esperando a que caiga un pez. Todos son vallenatos en cuanto al ritmo, pero la orientación folklórica es diferente. No es igual un Enrique Pumarejo montado en un caballo alazán en las sabanas de Maria Angola o de Camperucho, o en las estribaciones de la montaña, o en el valle enlazando novillos en los playones, que un tipo de Plato, montado en una canoa, mirando que salga la luna y llorando su mala suerte por no pescar nada en su atarraya. Tiene que componer cosas diferentes. El folklor es la expresión de vida del hombre. Cantando: Ay, ay, se Mario, se murió mi alazanito/hombre, se acabaron, se acabaron los placeres/El que supo conquistar con precisión a las mujeres/Le voy a mandar a decir tres misas/Ay, las tres misas a mi caballo/Porque me puede salir cuando esté enamorado.
Es el hombre que se compromete con su medio, con sus cosas, distinto a canciones como El pescador, en fin.
Gabo decía que en el Caribe la síntesis humana llega a extremos fantásticos. Yo soy de Barranquilla y de Cartagena y siento que la capital de Colombia no es Bogotá sino Caracas. Para ir a Bogotá necesito cambiarme de ropa y de idioma. Siempre he sido paciendo, contrario a la creencia de la gente del interior sobre los costeños. He sido un agricultor, un tahúr de la tierra, me ha tocado enlazar nubes para que lloviera, barrer con mis suspiros el polvo de la tierra para que el algodón no se secara. Estoy acostumbrado a la paciencia, hago canciones cuando quiero porque me levanté en un ambiente social y económico diferente al de la mayorìa de los compositores de vallenatos. He sido algodonero y diplomática. Con lo primero me va mal. En la diplomacia el presidente Lípez me nombró ante el gobierno de otro amigo, el general Torrijos. Para uno como provinciano esa vida es extraña. No lo volvería a hacer. En esos años que estuve en Panamá el contingente de mis amigos estaba menoscabado por la erosión de la muerte. Ya no encontré a muchos. Ya no estaban los naranjos que dejé en Valledupar. Los acordeoneros ya no tocaban la noche por $3.500 sino por 250 mil. Hallé un mundo distinto.
Siento mucho la música del interior. La suerte fue no haber nacido por allá, sino hubiera desplazado a Villamil. Me gusta esa cachaquera, esas muchachas bailando, ese brinconeo me encanta. Es un folklore grandioso. Creo que el interior nos lleva más de 300 años de cultura a los costeños. Si es todo un espectáculo ese sombrerito, el hombre con la ruana, la muchacha con sus polleras. Son prodigiosos, no los tiene ningún país vecino. La música de la costa es más sensual, más carnal, pero la del interior es más escénica y representable.
Hoy tengo la impresión de que la infancia se aparta de las posibilidades que tiene el hombre mayor, por eso no me gusta hablar de mis primeros tiempos de compositor. Como dice un canto vallenato yo defiendo con la distancia mi pellejo.
Poco antes del final, en el fulgor de la decadencia, Aureliano Segundo en descomunales parrandas acompañaba la agonía al compás del acordeón: ¡Apártense vacas que la vida es corta!