A Violeta Parra y su carpa de circo,
donde Duni compartió sus sueños.
En su origen era una rara mezcla. Su padre, marino croata que anclaba de cuando en cuando en Valparaíso para recoger cobre y su madre una Salinas, chilena. Como en Farewell: En cada puerto una mujer espera: los marineros besan y se van. Se llamó Dunav Kuzmanich. Murió hace catorce años en Santa Fe de Antioquia y gustaba de decir que más que colombiano se sentía paisa. Como los amigos que más me gustan, era ateo pero hincha del equipo de fútbol de la Universidad católica. Su adolescencia transcurrió cerca de la sede de ese club en Santiago de Chile. Allí en la década de los 60 hizo amistad con los primero colombianos que llegaron como perseguidos políticos. Entre ellos el director de cine y televisión Pepe Sánchez que al poco tiempo se hizo su cuñado. Con el corazón a la izquierda, como debe ser, hizo parte del proyecto político de la Unidad popular que por fin ganó las elecciones con Salvador Allende y con él pudo desarrollar sus habilidades para el cine y para los audiovisuales y su talento como guionista. En esa calidad tenía oficina en el mismo piso del palacio de La Moneda donde los asesinos de la democracia encontraron a Allende. Ese 11 de septiembre de 1973 estaba filmando en el norte del país.
Vivió agradecido del canciller colombiano de entonces, Alfredo Vásquez Carrizosa que apoyo la diáspora chilena y le permitió vivir por más de 30 años en Colombia. Su cuñado y hermana lo recibieron en Bogotá y a los pocos días comenzó su conocimiento profundo de su nueva patria y su enseñanza del cine, del tratamiento de la imagen y de los textos del que aprendieron tantos a lo largo de su periplo vital. Hizo su primer documental sobre el Festival vallenato en Valledupar. Se convirtió en un experto en ese folclor, en sus costumbres y su gastronomía. Igual conocimiento tendría de todas las gentes, culturas y culinaria del país y de su historia política y social. Sólo una mente abierta a todos los vientos y mareas del mundo y sus culturas podía ser el libretista de la más auténtica y criolla comedia televisiva de Colombia como fue Don Chinche dirigida por Pepe Sánchez.
Como me recordó la crítica de cine Marta Ligia Parra, al mirar el recorrido de Dunav Kuzmanich por el cine colombiano, se puede comprobar que es parte fundamental, que es el autor de momentos claves. En la década de los 80 realiza Canaguaro (1981), una mirada crítica al conflicto de nuestro país y un momento verdaderamente significativo de nuestra cinematografía, escribe junto con Francisco Norden el guión de Cóndores no entierran todos los días (1984), obra clave en nuestro cine y dirige cuatro películas más: La agonía del difunto, Ajuste de cuentas, El día de las mercedesy Mariposas S.A. En los años 90 reaparece como guionista de La nave de los sueños(1996) de Ciro Durán y nueve años más tarde realiza el diseño de producción y la preparación actoral de Apocalípsur de Javier Mejía. Son constantes en su obra y en su trabajo, la historia política de nuestro país, las dificultades para la distribución comercial de sus películas y la censura. Fue una especie de pionero de un cine serio y adulto en Colombia. Fue el director y guionista Carlos Eduardo Henao, la persona que lo trajo a Medellín, en 1984, para dar un curso en Encuadre, taller del también director de cine Gonzalo Mejía. Juntos trabajaron en tres largometrajes. Lo más triste es que muchas de sus películas no pudo verlas en la pantalla grande. De Duni aprendieron varias generaciones, enseñó lo que se podía hacer y no hacer en el cine. Sus últimas cintas las hizo aquí en Medellín con la productora Pasado Meridiano.
No olvido los meses que estuve cerca de Dunav durante la producción y rodaje de la película El Tren de los pioneros, sobre la construcción del ferrocarril de Antioquia. Esta es mi verdadera patria, decía. Fue aquí mismo donde se enamoró, donde se quedó para siempre y donde también permaneció olvidado (en parte por decisión propia) todos estos últimos años. Su conversación, su sapiencia, sus cigarrillos me acompañan desde entonces.Le gustaba jactarse de que, tal vez sólo en Chile, existían cursos académicos para clown y payasos. Y cerraba: «Quizás por eso desde el desierto de Atacama hasta Punta Arenas, todos los chilenos hablamos como payasos».
El 24 de junio de 1935 desde su finca de Otraparte, Fernando González se quedó mirando el brillo de las llamas que consumían a su amigo Estanislao Zuleta y a Carlos Gardel. Por la noche, cuando aún no se habían apagado los escombros, dijo: “Ahora ya no hay con quien conversar en este país…”. El mismo vacío que me dejó la partida de Duni ese 8 de agosto de 2008.
Querido Carlos:
Un amigo llamado Darío González, que no sé si es el mismo amigo que tanto quise en la Universidad de Antioquia (abogado, profesor, novio y marido y luego ex-marido de la mona Martha Cecilia Montoya), me mandó hoy una crónica tuya sobre Duny que casi me hace llorar. Te agradezco que la hayas escrito y le doy gracias a la vida que haya llegado a mis manos por azar, aunque sé que el azar no existe. Aprovecho para mandarte otra crónica que escribí poco después de su muerte, que me dolió mucho y me sigue doliendo. Te cuento que por fortuna pude vivistarlo varias veces cuando ya estaba jodido y me tomé unos vinos con él mientras él cocinaba en ese último sótano de La América donde vivió. Y a propósito: estoy escribiendo las últimas páginas de la novela que empecé cuando nos fracasó el proyecto de la película de Nelly, la bailarina de tango. Imaginate que Duny escribió cuatro versiones del guión. La última la hizo poco antes de su muerte.
Un abrazo, Carlos. Cómo te parece que todavía no me olvido de vos y que siempre te recuerdo como un amigo al que he querido mucho.
Juan José Hoyos Naranjo.
La última película
Juan José Hoyos
Era alto, flaco, de pelo rubio, como una espiga de trigo. Tenía ojos azules y una mirada limpia de adolescente, aunque su voz era ronca, de fumador de incontables cigarrillos, de hombre de vida muy vivida. Con sus dedos largos e incansables, escribió miles de páginas de guiones de cine, una forma de literatura sin patria que condena a sus escritores a vivir como fantasmas.
Nació en 1935. Era hijo de una chilena y un inmigrante croata que trabajaba como técnico en las minas. Se llamaba Dunav Santiago Laureano Kuzmaniç. Nosotros lo llamábamos Duny. Desde que lo conocí en 1991, cuando llegó a Medellín a filmar una película que nunca pudo acabar, me enseñó a ser guionista de una historia mía. De su mano comprendí que, como dice Guillermo Arriaga, el autor de “Amores perros”, es en la obra escrita donde se ponen la sangre, la carne y los huesos de la historia que va a ser filmada.
Su hijo Juan Miguel me contó que, de niño, era gordo. Un día cayó a un canal de riego de un viñedo de Macul. Después de que lo rescataron, se quedó flaco por el resto de su vida. Se graduó en letras de la Universidad de Chile. El movimiento teatral de los años sesenta en su país lo atrapó en sus redes. Recorrió Suramérica haciendo mimos hasta que decidió volver a Santiago viajando como estibador en un carguero. Trabajó varios años en Chile Films filmando cortometrajes y documentales. Durante el gobierno de Salvador Allende, trabajó en un noticiero de cine hasta el golpe militar de 1973. Después, estuvo preso, pero en poco tiempo lo dejaron en libertad, gracias a que fue detenido con una ciudadana de Estados Unidos. Nunca volvió a su patria. Vivió en Francia, como refugiado político, y allí se casó y tuvo dos hijos. Después vino a Colombia, con la intención de filmar un documental. La música, el paisaje y la gente de nuestro país se robaron su corazón.
Aquí trabó amistad con el director Pepe Sánchez, con quien rodó “Canaguaro”, su primer largometraje, en 1981, una historia sobre las guerrillas liberales del Llano. Luego filmó “La agonía del difunto”. En los años ochenta escribió muchos de los libretos de “Don Chinche”, una de las series más populares de la televisión colombiana; fue guionista de “Cóndores no entierran todos los días”; dirigió “Ajuste de cuentas”, “El día de las Mercedes” y “Mariposas S. A.”. “Canaguaro” se exhibió durante tres semanas. Los distribuidores, por presiones políticas, la retiraron de las carteleras, a pesar su éxito de taquilla. Las demás, por motivos jamás confesados, fueron almacenadas en una bodega de Focine. “El enviado”, la última película que rodó en Medellín, se quedó en negativos porque su filmación se interrumpió por problemas financieros. Duny era un soñador al que no le importaban los muros contra los que se podía estrellar.
Después de “Canaguaro”, sus películas fueron condenadas a estar guardadas en latas, en negativos, en depósitos, en apartamentos amoblados a medias. Él siguió escribiendo como si nada hubiera pasado. En el sótano donde vivía cuando ya estaba enfermo de cáncer, solo hacía eso: escribir guiones, como si al día siguiente fuera a empezar el rodaje de su última película.
El último año lo dedicó a escribir una “Cartilla de narrativa audiovisual” que publicó el Ministerio de Cultura poco antes de su muerte. Es un folleto de 64 páginas cuyo texto sabía de memoria de tanto reescribirlo: una pequeña obra maestra en la que resumió su larga experiencia de dramaturgo, de director de cine y de guionista. Sus últimos días los vivió en paz, rodeado de los amigos que lo amaban, en una hacienda de Santafé de Antioquia, junto al Río Cáuca. Murió como si estuviera en mitad del rodaje de una película, susurrando en los delirios de la agonía palabras que había repetido miles de veces en los días más felices: “¡Luces!… Cámara.. Acción… ¡Corten!”.
Adiós a Dunav Kuzmanich (1935-2008):Autor de momentos clave del cine colombiano.
Martha Ligia Parra
Al mirar el recorrido de Dunav Kuzmanich por el cine colombiano, se puede comprobar que es parte fundamental, que es el autor de momentos clave. En la década de los 80 realiza Canaguaro (1981), una mirada crítica al conflicto de nuestro país y un momento verdaderamente significativo de nuestra cinematografía, escribe junto con Francisco Norden el guión de Cóndores no entierran todos los días (1984), obra clave en nuestro cine y dirige cuatro películas más: La agonía del difunto, Ajuste de cuentas, El día de las mercedes y Mariposas S.A. En los años 90 reaparece como guionista de La nave de los sueños(1996) de Ciro Durán y nueve años más tarde realiza el diseño de producción y la preparación actoral de Apocalípsur de Javier Mejía.
Son constantes en su obra y en su trabajo, la historia política de nuestro país, las dificultades para la distribución comercial de sus películas y la censura. Fue una especie de pionero de un cine adulto en Colombia. En los últimos años había optado por alejarse de la prensa, pero seguía escribiendo, asesorando y pensando en proyectos de largometrajes. “Dejó varios guiones listos de largos y también poesía”, cuenta Rafael Escobar, uno de sus ex pupilos y amigo más cercano.
“El viejo, el maestro, era un monstruo”, dice Rafa Escobar y además uno de los hombres más coherentes que he conocido. Nos decía que nosotros sus amigos (y antiguos alumnos de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín) éramos su familia. Y sólo aceptó que fuésemos nosotros quienes lo acompañáramos hasta el final. Para Juan Guillermo Palacio, también amigo, “haber tenido la oportunidad de aprenderle, de tenerlo cerca y de que haya pasado por nuestras vidas es lo más importante”. “Nos dejó tareas a todos”, afirman. Son estas mismas personas quienes desean conformar la corporación Dunav Kuzmanich para preservar su memoria y su legado (aunque él quería que se llamara Nuestra Imagen). “Murió tranquilo. Alcancé a llevarle la cartilla que le acaba de editar el Ministerio de Cultura sobre narrativa audiovisual. Me dijo que le describiera el diseño y los colores y le leí una parte del prólogo”, cuenta Rafael Escobar.
Parece que también hubiera escrito el guión de su final, cuenta Lyda Cristina Bedoya, otra de sus amigas. Quería que sus amigos lo acompañaran en -los que probablemente presintió eran- sus últimos días. No deja uno de pensar en Rémy, el protagonista de Las invasiones bárbaras; el profesor lúcido y dispuesto a la polémica, que aguarda la muerte por un cáncer terminal. Y en Denys Arcand (2003) su director cuando se refiere así al espíritu de su cinta: “Cada vez me siento más alejado de las sociedad que me rodea. Supongo que es la señal más común de que uno envejece. La constante aceleración y los alaridos mediáticos me hartan. Las películas hechas por ordenador no me interesan demasiado, me gustan los diálogos y los actores. .
La última vez que ví a Duny fue en la premiere de Apocalípsur en Medellín, en el festival de cine de la feria de las flores. Sus amigos lograron convencerlo de salir de la “Duni-cueva” como él mismo le decía a su casa. Llegó prácticamente al final del coctel, después de la proyección. Sobresalía de inmediato por su estatura y me impactó su aspecto que denotaba algún padecimiento físico. Por Juan Guillermo Palacio supe de sus deseos de volver a dirigir, de sus muchos proyectos, de sus guiones, de su coherencia entre el pensar y el hacer, de sus precarias condiciones económicas. Supe también que se negó a participar en Tigre de papel de Luis Ospina.
Mercedes Cardona, directora de la Corporación Cinefilia recuerda: “El año pasado Duny me llamó para pedirme que, si venían los guionistas a Medellín, le reuniera a varios, pues él quería comentarles sobre un proyecto; al fin, esa reunión no se pudo hacer” y también hace memoria que fue Carlos Henao, la persona que lo trajo a Medellín, en 1984, para dar un taller en Encuadre: Taller de Gonzalo Mejía. Juntos trabajaron en tres largometrajes. Lo más triste es que muchas de sus películas no pudo verlas en la pantalla grande. De Duny aprendieron varias generaciones, enseñó lo que se podía hacer y no hacer en el cine. Sus últimas cintas las hizo aquí en Medellín con la productora Pasado Meridiano. Fue aquí mismo donde se enamoró, donde se quedó para siempre y donde también permaneció olvidado (en parte por decisión propia) todos estos últimos años”
Dunav Kuzmanich visto por
Luis Alberto Alvarez
“Curiosamente, como en los años sesenta el español Arzuaga o en los comienzos mismos del cine los italianos Di Domenico, fue un extranjero quien llevó a cabo el primer largometraje significativo de la nueva época: Canaguaro, del chileno Dunav Kuzmanich, una cinta con trazos épicos, verosímil, sensible, una cinta que no busca el espectáculo fácil y que intenta, con medios cinematográficos, escudriñar y explicarse nuestra sangrienta historia reciente. Desgraciadamente, la película tuvo dificultades técnicas, que deslucen un poco su valor, y encontró obstáculos muy grandes para su distribución comercial. En cualquier caso, Canaguaro es un momento importante del cine colombiano, un momento que sigue buscando su continuidad”
(Nueva Historia de Colombia. Historia del cine colombiano)
DUNAV KUZMANICH TOMA 2: El maestro visto por sus amigos.
A la muerte del guionista, director, teórico y perseverante absoluto Dunav Kuzmanich , quien tanto aportó al cine colombiano, un grupo de amigos ha decidido crear la Corporación que llevará su nombre. Esta tiene entre sus tareas: Preservar la memoria del cineasta y su legado, recuperar sus películas, promover su producción intelectual y su cartilla audiovisual que acaba de publicar el Ministerio de Cultura y convertir en películas los guiones que dejó listos. Tremendos retos. Mientras la Corporación se pone en marcha, nos informan que un grupo de Envigado adelanta la pre-producción de un largometraje de ficción sobre la vida de la pintora Débora Arango, dirigido por Raúl Henao con guión de Dunav Kuzmanich.
Sus amigos han empezado por hacer cada uno una nota de homenaje que como en el Ciudadano Kane de Orson Welles sirve para conocer las distintas facetas de este hombre, tan chileno y tan colombiano, tan radical como accesible, tan dispuesto a la discusión como al silencio y siempre abierto a compartir su saber. En el recuerdo colectivo de sus amigos Duny era un hombre de nariz y manos enormes, un contador de historias, cuyo leitmotiv era la violencia política, un gran conocedor de Colombia, la reencarnación del Quijote en genio y figura, un actor secundario en una película del griego Costa-Gavras, un inoculador del bicho del cine, sobreviviente del cine-fatalidad. Y el patio interior de su Dunycueva parecía el vestuario de una película de Fellini. A continuación, fragmentos de estos escritos de sus amigos. Agradecimientos especiales a todos ellos por su generosidad y por compartir vivencias tan personales que al mismo tiempo han tejido la historia de nuestro cine colombiano, con su fatalidad y sus logros:
La agonía del cineasta
Por Juan Carlos Orrego
Director de fotografía
(…) “Canaguaro”, “La Agonía del Difunto” y “Ajuste de Cuentas” avalaban su currículum de cineasta, cuando llegó a Medellín. Instigador de los primeros intríngulis del guión, del plano. Inoculador del bicho del cine. Proxeneta del oficio, del rigor, del pragmatismo para rodar. De su mano dirigí mi primera (por el momento) película en cine 16 mm. Lo ví en acción, produciendo y dirigiendo. Atado a sus convicciones. Empecinado en rodar18 planos al día “como hacen los soviéticos, decía…”. Al final de la jornada se hacían 8 pero al día siguiente el plan de rodaje tenía los mismos 18 planitos… “El Día de las Mercedes” se llamaba la película, que al final y como sino recurrente nadie vió porque las latas de 35 mm se quedaron almacenadas en algún anaquel polvoriento. Luego vendría “Mariposas S.A” que corrió con la misma suerte(…). El Enviado película colombo – española sería el siguiente intento. Todo estaba listo: Los productores de España trajeron equipos, técnicos y actores y los productores colombianos conseguirían el resto del recurso económico. Pero por algún inconveniente, de esos que nunca faltaron, el dinero nunca llegó y se alcanzó a rodar una semana y media. Los españoles se devolvieron y el proyecto fracasó. Fue el último round en la pelea contra la cine-fatalidad . Pero inmediatamente empezó a pensar en otro guión que sí funcionaría (…)
Ese fue su legado (…) Soñó con planos y encuadres hasta el último momento.(…)
La reencarnación de El Quijote
Por Juan Guillermo Palacio
Realizador audiovisual, profesor y asistente de dirección de El Enviado
El viejo Kuzmanich era la reencarnación del Quijote, aunque en lugar de gigantes que movía el viento veía cámaras de cine con rollos descomunales. Pudo acompañarlo un Sancho Panza. A pesar de que a la audición asistiera un personaje exacto físicamente, su teoría de que la acertada selección del reparto garantizaba el 70 por ciento de la puesta en escena, se vino abajo porque Albeiro le incumplió el llamado. (…)
La vida le puso en el camino a un colectivo de irresponsables a los que contagió con el sueño del cinematógrafo. Se equivocaba con Duny nuevamente, pues ponía a su disposición un reparto de inexpertos, desconcentrados e ignorantes, con la difícil misión de ayudarle a realizar sus obras maestras. Sin embargo creo que lo hacíamos feliz.(…) La puerta de su casa siempre estuvo abierta para ideas obtusas, sinopsis ampulosas y embriones de guiones sin signos vitales. Supo revivirlos a partir de escaletas con peldaños que adquirieron en sus manos claridad y fluidez. Les dedicó todo su tiempo, hasta agotar la resistencia de los demás guionistas e interlocutores.
(..)Había sido un nómada permanente: un mimo mochilero recorriendo el sur de América (como El Che), un gentleman sumergido en el hedonismo francés, un enfermo en recuperación en Milán, un anticapitalista en Nueva York, un actor secundario en una película de Costa Gavras e incluso filmó los goles mundialistas de Pelé. Hasta que pisó Colombia. Decidió vivir aquí para siempre porque la violencia política era su leitmotiv y porque la tragedia de los más pobres era la suya propia.(…)
El oficio, jóvenes, el oficio
Por Darío González
Realizador audiovisual, guionista,
productor de campo y actor de Apocalípsur
“Sin utilizar un solo adjetivo, sin alabar o sin condenar Dunav decía las cosas que por lo regular se aproximaban a la verdad. Sincero, exigente, austero, sencillo, generoso y con la imperiosa necesidad de que nosotros, sus amigos, alumnos y compañeros, aprendiéramos cada vez más, que dejáramos la pereza de escribir y que mantuviéramos vivas las ganas por hacer. “El oficio, jóvenes, el oficio”.
“Pelotudos, ustedes no saben nada”
Por Lucas Hurtado,
camarógrafo y asistente de cámara de Apocalípsur
“Tengo grabada su risa, especialmente cuando se burlaba de nosotros sus discípulos y nos decía, ja pelotudos, ustedes no saben nada…(..). Viví una temporada con Duny en la cueva.(..) el patio interior más bien parecía el vestuario de una película de Fellini. Fueron como 19 días y quinientas noches que compartí con Dunito, acompañados por nuestros amigos macarras o por los estudiantes de guión o actuación, o solos, el viejo y yo, sentados en ese viejo sofá café, donde todos los días se sentaba a devorar libros. En ese nos sentábamos a polemizar, a observar y también a admirar y a celebrar tantas películas, personajes, temas, noticias y posibles guiones”.
Unas manos enormes
Por Lyda Cristina Bedoya
Comunicadora social,
Tenía la nariz y las manos enormes (…)Me asombraba su capacidad para contar historias, una y otra vez (… ) Un día me dijo que yo le tenía mucha fe porque lo creía un cineasta sin haber visto ninguna de sus películas. (…)Me enseñaba cómo pensar en imágenes para poder narrar una película: “La única manera de narrar una (esa) película”.
(…)No le gustaba que le dieran las gracias por enseñar, ni que los medios de comunicación hablaran de él, ni los homenajes.
In memoriam, escritura automática
Por Juan Miguel Villegas
Comunicador social, ex -presentador
de Relatos de Viaje de Teleantioquia e hijo adoptivo de Duni
Escupir sobre la tumba de Augusto Pinochet. Señalar con el dedo los árboles más densos, y colgar entre sus hojas latas de películas ya idas. Ingeniarse la manera de que la savia se haga luz y el tronco proyector, y que de ese árbol de iguanas o zapotes salvajes broten como la señal de Batman los rayos titilantes de un cine hecho golpetazo en la cara de los que esconden su rabito de paja. Levantar la mirada al cielo negro del cine colombiano, y ver cómo se abre un espacio trunco para alojar a un maestro-guayacán amarillo, un hombre-aguja que tejía fino y constante disfrazado de quijote, con nariz de hacha y una mirada limpia de la que siempre salió el cine hecho palabras, hecho tajadas de jamón de celuloide en salsa de vino chileno.
Para recordarlo siempre se creó La CORPORACION DUNAV KUZMANICH. Para recuperar y preservar la obra cinematográfica del director y guionista de origen chileno, radicado durante más de treinta años en Colombia. Tiene como objetivos desarrollar proyectos de realización cinematográfica, llevar al celuloide los guiones que dejó escritos el Maestro, recuperar y dar a conocer sus películas, y liderar procesos de formación audiovisual según el método de escritura de guiones y de realización divulgado por Duni durante su larga experiencia docente.Dunav Kuzmanich (1935-2008). Perseverante director de cine, fue autor de los mediometrajes argumentales JUAN MAULA Y EL GARRÚO (1966), DESAFÍO (1967) y de los largometrajes CUANDO AMANECE (1971), CANAGUARO (1979), LA AGONÍA DEL DIFUNTO (1980), AJUSTE DE CUENTAS (1983), EL DÍA DE LAS MERCEDES (1985) Y MARIPOSAS S.A. (1987).Fue guionista o coparticipe de más de 25 guiones cinematográficos y teatrales, entre los que se destacan SIETE COLORES (Premio Nacional de Guión de Focine en 1981), CÓNDORES NO ENTIERRAN TODOS LOS DÍAS (1983), SAN ANTOÑITO (1984), RÍO BLANCO (1988), LA REINA (1984), LA NAVE DE LOS SUEÑOS (1985) Y VUELTA A COLOMBIA (2008), su última construcción argumental.Sus alumnos, discípulos y amigos, conscientes de la importancia del Maestro en la historia de la cinematografía nacional, de la necesidad de darle continuidad a su obra y de promover el método de producción que nos enseñara en las aulas, hemos constituido esta Corporación, bajo la sombra de un guayacán amarillo en cuyas raíces reposan sus cenizas.