Otro (el mismo) Cuarteto de Alejandría.

Cr_Admin

10 septiembre, 2019

`!Si las cosas fueran siempre lo que parecen
¡qué empobrecida quedaría la imaginación del hombre!

Alguna vez quiso ser escritor, pero eligió el mal camino, y ahora su profesión lo ha acostumbrado tanto a permanecer en la superficie de la vida real (hechos y referencias a hechos) que ha contraído la típica neurosis de los periodistas (beben para acallarla), consistente en pensar que Algo ha ocurrido o está a punto de ocurrir en la próxima esquina y que sólo se enterarán cuando sea demasiado tarde para pasar el dato. Este temor obsesivo de perder un fragmento de la realidad que de antemano recocemos trivial y hasta desprovisto de toda significación, había comunicado a nuestro amigo ese tic convencional que se observa en los niños cuando tienen de ir al excusado y se agitan en la silla, cruzando y descruzando las piernas. Al cabo de unos minutos de conversación se ponía de pie, inquieto y decía: “He olvidado algo…volveré en cinco minutos”. Después de caminar un rato, volvía de prisa al café, sonriendo tímidamente, como pidiendo disculpas: un corresponsal de prensa; el tipo mejor integrado de nuestro mundo moderno. No había nada que anduviera especialmente mal, salvo el plano en que había elegido vivir.

Todos corremos con una desventaja que ignoramos.

No se puede entablillar el alma. Si se le dice a un francés: “No puedo hacer el amor con Usted a menos que imagine una palmera”, saldrá en seguida a cortar la primera palmera que encuentre.

Nada le fue ahorrado de la larga lista de decepciones que constituyen una relación amorosa. Trató de volver a otros placeres, para descubrir que no existía ninguno. Sabía que el corazón se cansa de la monotonía, que la costumbre y la desesperación son los compañeros del amor, y esperaba pacientemente que la carne curara de sus impulsos.

El amor es como una guerra de trincheras: no vemos al enemigo pero sabemos que está allí y que es preferible no asomar la cabeza.

Los hechos son inestables por naturaleza. Por eso amaba el desierto porque allí el viento borra las pisadas de nuestros pasos como quien apaga una vela. Lo mismo, creo, hace la realidad. ¿Cómo podemos entonces perseguir la verdad?

Mandó hacer un inmensa y abigarrada pantalla que llevaba esta leyenda: Legereté, Fatalité, Maternité.

Recuerdo el día que lo esperaba en el puerto. Estaba llenando una ficha de inmigración. En la columna de Religión puso: “Protestante, solamente en el sentido de que protesto”.

Es obligación de todo patriota odiar a su país de una manera creadora.

¿Dónde puede refugiarse un hombre que piensa de verdad, en este mundo presuntamente real, si no se defiende de la estupidez mediante el ejercicio constante del equívoco?

Maitre,maitre, mire donde pisa. Nadie puede ser rebelde demasiado tiempo sin terminar en autócrata.

A decir verdad, era en cierto modo el hombre para ella, pero como usted sabe, es una ley del amor que la persona que es para uno siempre llega demasiado temprano o demasiado tarde.

Es extraño que no haya una biología de ese monstruo que se complace en los números impares, aunque a juzgar por todas las historias que hemos fabricado sobre él, debería complacerse en los pares: ¡los números perfectos que utiliza la hermética para describir el matrimonio!

La verdad es grande y prevalecerá, cuando a nadie le importe si prevalece o no.

Pensaba en la famosa página del primer volumen del libro donde un asterisco remite misteriosamente a una página en blanco. Muchos lo toman por un error de imprenta, pero era deliberado. Remitía al lector a una página en blanco para que se las arregle con sus propios recursos, que son en última instancia los únicos con que cuenta.

Habría que ponerse con las fuerzas de las armas, si es necesario, a cualquier metafísica o religión impuestas por el Estado. Si hemos de luchar, luchemos por la variedad. La uniformidad es tan triste como un huevo esculpido.

Los jugadores y los enamorados juegan en realidad para perder.

A la representación medieval del Mundo, el Demonio y la Carne, los modernos hemos añadido el Tiempo: una cuarta dimensión.

Cuando de arranca una flor, la rama vuelve a su posición primitiva. Con las cosas del corazón no ocurre lo mismo.

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