De El Festival de Ancòn, un quiebre històrico. Ed ITM, Medellìn, 2001.Carlos Bueno Osorio-CAROLO.
Mario Cardona Osorio
… cuando termino de recorrer el mostrario veo que quien está al lado es nada menos que La Bruja, más flaco que como lo vi la última vez, encorvado como siempre y como siempre narigón para poder sostener las gafas semi caídas, cojo y con el cabello hasta la cintura. !Hola, Bruja¡ !Hola, no nos veíamos desde La tienda de Gutenberg. La tienda era una librería que teníamos unos amigos en La Playa cerca al teatro Pablo Tobón Uribe, donde editábamos y divulgábamos a Estanislao Zuleta –La U está llena de zuletistas: Yo fui alumno de Zuleta, yo fui amigo de Zuleta, repiten los profesores, lo que no sabe uno es dónde estaban todos estos zuletistas cuando a Zuleta le aplicaron el reglamento de la Universidad y lo echaron por no ser graduado– y donde se organizaban tertulias, sobre todo con los teatreros de la zona y los pintores de Envigado que venían a visitarnos. La Bruja era el aporte de la música a esas reuniones; nos vamos para una de las cafeterías del pasillo para donde yo iba.
–Bruja, le seguís jalando a la música. (La Bruja era el Jimi Hendrix de Medallo, más concretamente del barrio Buenos Aires, por la guitarra y por el amor al vicio).
– Sólo consumo, ya no hago.
–Qué pasó. Y entonces me contó otra vez la vieja historia del Rock en ésta que el llamó mierda.
–El rock en Medellín ha unido a los muchachos sin distinción de clases, aún cuando sus vidas diferentes se reflejan en sus creaciones; llegaron a existir más de quinientos grupos; difícil encontrar una manifestación cultural creativa más extendida, y esto porque las reuniones de rockeros adquieren un carácter de ceremonia, de ritual y porque los instrumentos básicos con que se trabaja son baratos, fáciles de adquirir, guitarras y percusión y, además, porque con frases elementales se construye una pieza musical. Claro que esto es relativo porque se puede llenar tiempo sin que haya verdadera música, se puede hacer producciones comerciales o de relleno. Lo comercial empobrece mucho; la música, igual que las otras artes, entrega información muy compacta, saca de la manga palomitas de las que tu hablas y esa información se hace reducida en los productos estandarizados por el ritmo o por cualquier otra característica. En el arte encuentras monotonía o creación sin límites; tú lo vives con la palabra yo con la guitarra, por eso la curvatura de mi cuerpo.
–Siempre me ha gustado escuchar esa historia del primer disco tuyo y hace tiempo que no lo he hecho, que…
–¡Ah qué repetir!…, pero bien…, siempre te ha gustado la historia de Parabellum, pues nos tocó fabricar nuestros propios equipos e instrumentos, un amigo ayudó con la parte eléctrica; en ese tiempo teníamos inspiración y logramos seleccionar material para un disco. Recurríamos a temáticas de destrucción y cantábamos con voz un poco grotesca, así nos salía un rock lento y pesado. Las dificultades de la grabación y lo precario de los instrumentos, introdujeron distorsiones y efectos que en Brasil y en Europa tomaron como creación, luego dijeron que nosotros habíamos sido los precursores de un nuevo género, fue algo como de Chapulín Colorado. Lo cierto fue que logramos grabar un super sencillo que sin quererlo viajaría hacia Brasil y Europa, donde gustó, a ese estilo lo llamábamos Metal Medallo, lo cierto es que a la gente le gustó mucho desde que lo pusimos a circular en nuestro primer concierto en Manrique.
–¿Fue por los tiempos de Ancón?
–Fue más tarde cuando el Rock hacía parte de los sábados de los muchachos en los barrios. Lo de Ancón fue muy importante, por primera vez un alcalde le daba paso a una manifestación juvenil, pero se le echaron encima y después del concierto lo hicieron renunciar; es la mentalidad de una sociedad en trance de urbanizarse, de salirse de lo campesino que no sabe qué hacer con los muchachos, porque no entiende qué es la ciudad; hace unos años, un empresario anunció un concierto en la plaza de toros, se llenaron los alrededores, no abrían las puertas, incumplieron, no hicieron ningún anuncio y no dieron disculpas; algunos muchachos se alteraron e hicieron destrozos; luego llegó la policía, la que no había estado al comienzo para hacer orden; no preguntaron por los empresarios estafadores o por los funcionarios responsables de hacer cumplir con los espectáculos, sino que arremetieron contra todo el que tenía pelo largo o pelo rapado, o cinturones gruesos, o botas de suela gruesa y aretes, en fin, contra los que tipifican como muchachos violentos; terminaron prohibiendo de por vida, que absurdo, que mezquindad, los conciertos en un escenario que está el noventa y cinco por ciento del tiempo inutilizado. Si te quieres asomar a la historia de la juventud de los sesenta a los noventa de los muchachos en Medellín, tienes que pasar por el Rock. Los grupos y las reuniones sufrían la discriminación que las administraciones y los mayores hacían de las barriadas, se nos confundía con Satánicos; según la policía, lo que nosotros llamábamos concierto eran misas negras, hasta nos acusaban de sacrificar animales y personas; se asimilaban las reuniones musicales con el uso intenso de la droga, no nos querían ver vestir de otra manera diferente a la tradicional, les asustaban los adornos que llevábamos, los cortes y tinturas del cabello; sin acercársenos nos temían cuando andábamos en grupo; toda una serie de violaciones a los derechos individuales y colectivos; es que les fracasó la pedagogía escolar y no toleraban a los muchachos en las calles.
La policía llegaba a los parches o a los conciertos en los parqueaderos o los lotes que lográbamos que nos prestaran para los espectáculos, y atropellaban a la gente y terminaban el concierto, toda una persecución; era muy difícil practicar, porque somos ruidosos y los vecinos o las mismas familias se molestaban, algunos curas nos apoyaron y nos permitían tener como sede locales de su propiedad; hubo quienes entendieron que esto se prestaba a negocio y organizaron alquiler de equipos y de locales; muchos grupos lograron grabar, las matrices se enviaban a EE.UU y pequeñas casas empezaron a editar compacs, unos pocos lograron entrar a la producción comercial y hacerse famosos. Algunos alcaldes terminaron por entender un poco y quisieron ayudar, pero con miserias: no han captado los funcionarios públicos que para generar una cultura hay que apoyar la creación, mucho más cuando se trata de la creación juvenil; los espectáculos de puro consumo tienen más recursos.
–¿A Ancón llegaron muchos grupos?
–Allí pasó lo mismo de la entrega de armas de las guerrillas del Llano: había más armas que guerrilleros, un guerrillero entregaba un machete y daba la vuelta y entregaba un cuchillo, daba la vuelta y un revólver… En Ancón se anunciaron más de veinte grupos, pero había unos doce, actuaban, se cambiaban de vestido y hasta un poco de estilo, luego los presentaban como uno diferente, fue una forma de dar la sensación de riqueza.
–De dónde salieron las influencias musicales…
–Primero, de Jimi Hendrix, luego de los ingleses, en los sesentas con el movimiento hippie y con los conceptos de música formados por The Beatles, The Rolling Stones y The Doors, y en los setentas con la gracia de un rock suave hecho por Led Zepelin, Deep Purple, Rush, Black Sabbath y Pink Floyd; luego las influencias vinieron de Argentina, de España, sobre todo del Barón Rojo especializado en Heavy Metal y con una gran capacidad publicitaria: Mientras el Barón vuele en su avión se mantendrá vivo el rock y se podría decir que fue así, junto con Ángeles del Infierno y Sangre Azul rompieron los esquemas de España y de México, cuyos gobiernos y adultos, como en esta mierda, tampoco aprobabanla manifestación rockera. El rock se convirtió en lenguaje universal. Larga vida al Rock & Roll predicaba Rojo Barón. Por último, de México, donde se dieron y se dan bandas muy buenas que introdujeron instrumentos de viento y algunos folclóricos y temas más endémicos, pero la gran inspiración fue la necesidad de la protesta; el rock asumió la actitud contestataria contra todo, contra el Estado, los vecinos, la sociedad, la brutalidad en las calles, el carnaval de la miseria, la manera de organizar las relaciones, el amor acartonado, contra la marginalidad, porque el Rock, entre nosotros es ante todo protesta.
–¿Qué es eso de que el rock ha sido la música de las barriadas, entonces no es esa de: nadie es eterno en el mundo?
–No, en las barriadas no predomina esa música, esa música tiene otros adictos.
–Y, ¿el uso de las drogas?
–Otro prejuicio: en la zona cafetera los peones de las fincas y en el Valle de Aburrá y Rionegro, los mecánicos, los obreros de la construcción y el lumpen revuelven basuco con aguardiente; los viejos como vos, de todos los barrios y pueblos, usan intensa y extensamente el aguardiente, lo peor es que se exceden, y que estropicios se dan; las señoras de las clases altas cada vez son más alcohólicas y adictas a los tranquilizantes; los ejecutivos tiran perico; algunos jóvenes usan marihuana, pero no en la frecuencia y cantidad de ustedes en los sesenta, pero la mayoría de los jóvenes no gustan del licor, cuando más de la cerveza o el vino; los rockeros reconstruimos nuestros cuerpos y espíritus con la música y el baile.
– Y, ¿los suicidios?
–Que yo sepa, de músicos Rock en el mundo, cuatro: en Estados Unidos, Holanda e Inglaterra, tres por exceso de drogas y uno que se colgó con el cinturón. A la lectura de los libros de Vargas Vila le adjudicaron muchos suicidios, igual que a las canciones del Conjunto América en laColombia pueblerina de principio de siglo. El suicidio se da con mucha frecuencia en el suroeste antioqueño, en especial en Ciudad Bolívar, que es una comunidad semicampesina.
– Ahí hay toda una discusión, como dice Mähler.
–¿Cuál Mähler, el de las sinfonías eternas?
–No, un hermano metodológico del extendido sinfonizante, el profesor de socioeconomía ambiental (explico a La Bruja por qué mi presencia en la Universidad) que nos ha puesto a leer tres mil y una páginas en treinta días, cien por día o por noche y todos los treinta días, en días en que también hay que estudiar otras materias, atender el hogar, los compromisos sociales, informarse de las guerras y de si nos han o no invadido las fuerzas de la Otán, o han desmembrado a Colombia los países vecinos, o si los bandidos se han llevado secuestrados los niños de un kinder o los ancianos de algún ancianato o si los curas alemanes que renunciaron al no matarás están apoyando esos secuestros y esas quemazones y explosiones y, obviamente, conseguir el pan. Tanto y tan exhaustivo produce artera y jartera, la primera bien pero la segunda diluye la ganancia.
–¡Qué maravilla! Es realmente una forma mähleriana de entregar información.
(Vamos por el cuarto tinto).
–Y el Rock en Medellín.
–En Medallo nace el rock nacional con el movimiento hippie y los grupos Los Yetis, influenciados por el Nadaísmo y Los Speakers; esa primera época tiene su cima en el famoso concierto de Ancón; en los setenta los rockeros son segregados por la sociedad, que les cobra haberse reunido en las puertas de la ciudad a escuchar música, fumar marihuana, hacer el amor y maldecir la guerra; sin embargo, se hace música de consumo en las clases altas. En los ochenta aparecen cientos de grupos que se quedarían en la clandestinidad. A finales de los ochenta se unen a las filas conjuntos que interpretan Death Metal, Metal Industrial, Rock Depresivo, Hard Core –fusión de Metal y Punk los dos estilos más apreciados en medallo, Speed Metal–, Metal Rápido, y se marca la tendencia de Medallo por el Metal. Pero los estilos practicados fueron y son numerosos desde los más fuertes a los incluso melódicos.
(Una pausa para que La Bruja encienda su enésimo cigarrillo y nos apropiemos de otro café).
–Y la violencia?
–Otra mala lectura, es esquema de los sociólogos superficiales, de un buen director de cine que lo tomó para hacer sus buenas películas, pero confundió la manifestación rock, estética, contestataria, con el sicariato. Es la opinión de algunos periodistas bogotanos, un clisé fomentado por las casas disqueras; fíjate que hasta Manuel Castells, en un excelente libro sobre la Era de la Información, dejándose llevar de la mano del Nobel colombiano, sin tomar los argumentos de manera crítica, se atreve a decir que los carteles de Medellín fueron producto de la identidad de nuestra gente; es una explicación que no tiene en cuenta la historia, que ignora las circunstancias; es un insulto; ahora resulta que no ha sido el mercado el que ha generado la producción de la droga, que los capos gringos no existen en este comercio; no hay historia, el capitalismo no tiene leyes en esta tesis; esa es una explicación que sirve para todo, al mismo Castells le sirve para explicar cómo Barcelona se ha convertido en una ciudad de importancia global; pura simpleza, la identidad catalana produce una ciudad polo tecnológico mundial; la antioqueña un nido de sicarios; la acción de los en vías de desarrollo tiene una característica criminalizada. La de los desarrollados, que controlan los hilos del delito, se narra con frases como ésta: “Los contactos personales son esenciales en la toma de decisiones de alto nivel en el mundo de los negocios, teniendo en cuenta no sólo la importancia de la confianza personal sino el carácter legalmente ambiguo de algunas transacciones”… Condena pacá ambigüedad p´allá; qué falta de respeto.
Fíjate en algo bien simpático, las canciones que reivindican acciones delictivas no son de Manrique ni de Aranjuez o Castilla, son de Laureles, como esa que dice Acordaté que te dije todo bien, que es la relación del transporte de un cargamento. El Rock no es parte de la violencia, como arte es espejo, y la ciudad ha tenido épocas altamente violentas, como Sao Paulo, Nueva York, San José de Puerto Rico, Londres; es decir como las grandes ciudades, pero el Rock no iba a los actos violentos, como por ejemplo fue esa zamba que dice: Llamando a degüello a sable y lanza hecha para una de las guerras entre Unitarios y Federalistas argentinos del siglo pasado, un completo himno de destrucción. No hagamos el inventario de la violencia en las rancheras que hasta una buena telenovela caricaturesca hicieron con algunas, pero recuerde estos finales de tango: “…y luego a lo gaucho le abrí el corazón”, “y en un flanco de la guardia, hundió el mozo de Palermo hasta el mango su facón”; o la entrega que le hace al comisario un gaucho de apellido Arenas: “Las trenzas de mi china las traigo en la maleta, las trenzas de mi china y el corazón de él”. Para no seguir con esto escuche esta perla: “La invitó a caminar, la mina enjabonada le creyó, y besándola en la frente, con gran tranquilidad, amablemente, le fajó treinta y cuatro puñaladas”. P´a qué más.
Claro que a este concepto ayudó un grave error de un programa que se llamó por los publicistas La batalla de las bandas. Entre los jóvenes se mueven unos tramados y unos conceptos muy sutiles. En los años cincuenta los Juegos Intercolegiales tuvieron que ser suspendidos algunos años porque las confrontaciones deportivas terminaban en batallas a piedra y a chapa entre los colegios oficiales, encabezados por el bachillerato de la Universidad de Antioquia y el Pascual Bravo, y los privados encabezados por el Fray Rafael de la Serna y la Bolivariana. Esto es producto de la incapacidad o los errores de quienes dirigen y tienen la obligación de conocer el sustento sociológico que muevelos grupos en las barriadas. Para el tiempo de ese concierto se presentaba en los grupos rockeros una extrema identificación con sus grupos, la personalidad restringida en los otros escenarios, se afianzaba y encontraba sus canales de socialización en los parches: comunidad rockera sobre un lugar: a los muchachos se les llamó nada menos que a la batalla de las bandas y se prepararon para la batalla, el apasionamiento mal llevado estableció la división entre los Punkeros de mierda y los burguesses metaleros; los metaleros frecuentaban las cercanías del teatro Pablo Tobón Uribe para crear discordias con los punkeros que utilizaban a La Playa (casi siempre junto a Bellas Artes) como lugar de encuentro. Pero era en los conciertos donde había que cuidarse, especialmente en el pogo donde todos soltaban su fiereza, ya que punkeros y metaleros se mezclaban en los mismos escenarios que eran pocos y la mayoría callejeros. Fue una época de radicalismo donde los punkeros ganaron la fama de vándalos por sus ideas anarquistas y los metaleros de satánicos por su expresión sangrienta y oscura. Como quiera que sea, tal enfrentamiento terminaría con la extinción del movimiento punkero en la ciudad, en donde no quedan si no unos pocos, que aún frecuentan las calles de La Playa y el Parque de Bolívar, y con la llegada de nuevas tendencias que pondrían en segundo plano al metal, pasado de moda para las nuevas generaciones del rock, quienes ahora se mueven entre un mundo de fusiones de ritmos y sonidos con nombres alternativos y en el que no importa si se es metalero, punkero, rapero o new wave, pues todos parecen lo mismo.
El concierto La batalla de las bandas se organizó por personas que desconocían esas circunstancias y se dio un encontronazo, salieron a relucir resentimientos; del Doce de Octubre, Manrique, Aranjuez, Castilla y Buenos Aires bajaron los duros del Metal rodeados de simpatizantes, que no dejaron escuchar a nadie más. Otro evento violento se presentó en un concierto de Kraken, en el teatro Carlos Viecodel Cerro Nutibara. Éste tenía capacidad para unos tres mil espectadores, dejaron entrar seis mil, afuera había haciendo cola por lo menos otros dos mil, es que Medallo necesita un rockódromo, los muchachos afuera empezaron con sus chanzas, llega la policía, la que los acosaba en sus parches, los muchachos buscan entrar, la policía los agrede, los muchachos responden a piedra, arena y chapa, tumban una verja, entran al teatro y todo es confusión, los de Kraken dicen que los agredieron a ellos, que el ataque era contra ellos, yo creo que fue sensibilidad, la gente quería mucho a Kraken y había ido a escucharlos, otra vez no se manejaron las cosas con procedimientos adecuados, luego toda la culpa es para los rockeros.
La Bruja me pregunta:
–¿Qué pasó con La tienda de Gutenberg y con la Editorial Percepción?
–Se quedaron sin objeto y casi del todo sin sujeto, es otra historia triste. Primero muere Zuleta, es obvio que fue una muerte buscada. Zuleta se entregó al licor, no pudo con la ausencia de su amada, una historia de amor, murió de éso. El propósito de las dos empresas era editar y divulgar la obra del Maestro. Después, fue M.H., tú lo recuerdas, era un guerrero y en su ley murió. Luego le tocó el turno a Óscar Rengifo: un día, después de una apocalíptica farra, la voz le salía aflautada; lo examinaron, estaba invadido por cáncer, no resistió la idea de empezar a sufrir y entregar a la familia tamaño sufrimiento, se fue por su cuenta. Tres desenlaces dramáticos, tres duelos en menos de seis meses, sobre un pequeño grupo… No los superamos como para continuar esas aventuras, porque aun cuando eran rentables no estaban hechas como actividad comercial, terminaron ahí y no somos capaces de revivirlas, pertenecen a los amigos que nos dejaron. Por eso andamos haciendo helados, gerenciando los edificios de la justicia y rebuscando contratos de obras civiles (prosaicas actividades que reproducen la cotidianidad de los mortales).
–¡Cómo le parece!
–¿Todavía le metés al vicio?
–Sólo Marihuana, me voy volviendo ling, y vos, ¿al guaro?
–Sólo por euforia. (Y me pescó mintiendo).
–¡Qué maravilla!
(La Bruja me ha aportado el bagaje que necesitaba para conversar de igual a igual con los más jóvenes del postgrado).