Es más cómodo obedecer que rebelarse

Carlos Bueno

13 noviembre, 2023

…el pensamiento no es delegable: ni en un Papa ni en un partido; ni en un líder carismático; ni en un comité central; ni en una iglesia, ni en nadie… •

 

En el Discurso de la servidumbre voluntaria, Etienne de la Boétie, en 1574 se preguntaba: ”De momento tan sólo quisiera entender ¿cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas naciones, soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder que el que se le otorga?”. Y se sorprende de “ver cómo millones y millones de hombres son miserablemente sometidos y sojuzgados, la cabeza gacha, a un deplorable yugo, no porque sean obligados por una fuerza mayor, sino por el contrario, porque están fascinados, y por decirlo así, embrujados por el nombre de uno”.

A poco que se examine cualquier forma o modelo de sociedad moderna o contemporánea, la servidumbre voluntaria sigue existiendo como una pusilanimidad en la que resulta más cómodo obedecer que rebelarse..

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Dice Estanislao Zuleta que pensar por sí mismo quiere decir que el pensamiento no es delegable: No es delegable en un Papa ni en un partido; ni en un líder carismático; ni en un comité central; ni en una iglesia, ni en nadie. Lo que uno no piensa por sí mismo, no lo piensa, simplemente lo repite. Los griegos tuvieron una ventaja muy notable sobre otros pueblos de la antigüedad que fue la de no contar con un texto sagrado, en relación con el cual uno pudiera resultar hereje. No tenían los perniciosos auxilios del Espíritu Santo, ni la Biblia, ni el Corán, ni nada por el estilo. Entonces era posible cualquier cosa, fuera Heráclito o Parménides, o pensar lo contrario de ellos. Y eso los obligó a crear la lógica y a ser racionalistas.

El discurso de la servidumbre voluntaria, de Étienne de La Boétie ...

Desde Spinoza sabemos que el finalismo es el prejuicio fundamental de la filosofía, todos los demás prejuicios se derivan de él. La causa final es el prejuicio en sí, el núcleo de los prejuicios de la filosofía y de la ideología. Para Spinoza la naturaleza ha producido todo sin ninguna intención. El vínculo entre el finalismo y la teología es claramente desarrollado por él. Invierte la fórmula teológica de que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y plantea que el hombre hizo a dios a imagen y semejanza de lo que cree que él mismo es, ni siquiera de lo que es efectivamente. Spinoza encuentra que no deja de haber algo de blasfemo en la idea del milagro, según la cual dios intervino a última hora para modificar los efectos y las causas de las leyes de la naturaleza cuando perfectamente pudo haber previsto desde bastante antes lo que iba a ocurrir sin necesidad de venir a proponer un remedió que rompiera las leyes que al parecer él mismo produjo.

Spinoza liquida la discusión teológica con un texto acerca del deseo. No se puede desear nada que ya se es y no se puede desear nada que ya se tiene. El deseo implica la carencia y si dios se propone fines es porque tiene fines. El texto dice “Esta doctrina destruye la perfección de dios; porque si dios obra por un fin, apetece necesariamente alguna cosa de la que está privado. Spinoza procede para esta demostración por reducción a la propia ignorancia: cuando no se puede explicar alguna cosa, entonces es necesario suponer que dios la hizo. De la ignorancia no podemos sacar la autorización para afirmar ninguna creencia. Si yo ignoro, como en efecto lo es, cual es el proceso que generó el lenguaje, mi ignorancia no demuestra que dios se lo dictó a Adán.

“Si, por ejemplo, se ha caído una piedra de un tejado sobre la cabeza de alguno y le ha matado, demostrarán de la manera siguiente que la piedra ha caído para matar este hombre. Si no ha caído a este fin por voluntad de Dios ¿cómo han podido reunirse por casualidad tantas circunstancias?,( y en efecto hay a menudo un gran concurso de ellas). Puede ser, diréis vos, que esto haya ocurrido porque el viento soplase y el hombre pasase por allí. Pero, insistirán ellos, ¿por qué soplaba el viento en ese instante? ¿Por qué pasaba el hombre en ese preciso momento? Si respondéis: el viento se ha levantado porque el mar, hasta entonces en calma, había comenzado a agitarse el día antes; el hombre había sido invitado por un amigo, insistirán de nuevo, porque no acaban de exponer preguntas: ¿por qué estaba el mar agitado? ¿Por qué el hombre fue invitado para ese momento? Y continuarán así interrogándonos, hasta que os refugiéis en la voluntad de dios, ese asilo de la ignorancia”. Aquí queda dislocada toda la argumentación de Santo Tomás sobre la serie de causas en la que se llega a la conclusión de que, como es impensable la serie infinita de causas, es necesario pensar un motor inmóvil. Es una fórmula curiosa ya que no es claro por qué la serie infinita de causas es impensable ni porque repugne a la mente o algo por el estilo. En cambio un motor inmóvil, precisamente, si es impensable. Por definición un motor comunica movimiento y no se puede comunicar lo que no se tiene.

Un solo argumento basta para probar la tesis. Pero, ni más faltaba. Los anarquistas españoles editaron por millones – hace más de un siglo- un folleto con las doce pruebas que demuestran la no existencia de dios: !Aaah, la furia española!.

 

Las 12 Pruebas de la Inexistencia de Dios – Sebastian Faure – Ediciones  Crimental12 Pruebas de la inexistencia de dios Por Sebastian Faure | MACHORKA

 

 

 

 

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