Años sincuenta: Las guerrillas del Llano.

Carlos Bueno

22 febrero, 2024

Tulio Bayer V

Tomó una canasta en la que introdujo pan y desde adentro una cuerda que sostenía la tapa caía sobre la paloma cuando picoteaba las migajas. De esa manera logró buena presa para soportar los fríos. Por un buen tiempo tuvo la costumbre de asarlas en la chimenea e invitar a comer la exquisita asadura a sus ocasionales visitantes. Cansado de comer paloma decidió cambiar de dieta. Pensó en la finura de los cisnes, aunque le daba lástima torcerles el cuello. Pensó que tal vez podía cazarlos en los parques, de noche, al escondido de los guardas.

Un día Petronio camino hasta la calle Botzaris, que bordeaba el parque cuyos abismos y colinas idílicas parecían salir de un paisaje de opiómano o de una imagen perdida de la edad antediluviana. Excitado, volvió a sentir el aroma de los árboles que pese a que no eran los del trópico, poblados de tucanes, guacamayas, loros salvajes, lirones y micos, enardecían sus recuerdos. (Eduardo Garcia Aguilar. El bulevar de los héroes. México: Plaza y Janés, 1987)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero, ¿Cómo habían surgido las guerrillas del Llano? A fines del 49, en desarrollo del proyecto liberal contra el presidente Mariano Ospina Pérez (1946 – 1950), el capitán Silva, miembro activo del ejército, sin enterarse de la contraorden de Bogotá, toma a Puerto López y se dirige a Villavicencio. En ese momento surge la guerrilla liberal en Colombia contra los desmanes y la violencia oficial impuesta por el régimen de Ospina. Para los años 50, la resistencia armada liberal se había desarrollado en distintos departamentos, aunque la Dirección Nacional Liberal  mantenía una situación ambigua entre apoyarla o condenarla. Quizás esta situación se explicaba en parte por la división del liberalismo entre oficialistas y gaitanistas, división que se agudizó con los acontecimientos del 9 de abril y los eventos posteriores.

 

 

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Bertha Hernandez-Mariano Ospina                                                                          Laureano Gomez-Roberto Urdaneta

 

 

Para disuadir a sus enemigos, Laureano Gómez nombra Ministro de Guerra a Roberto Urdaneta Arbeláez, quien ya el 20 de octubre de 1950 expide una advertencia a todos los ciudadanos en la cual definía como bandidos a todos los que se opusieran a las fuerzas militares. Entre otras normas de la guerra, se autorizaron las ejecuciones sumarias cuando quiera que los oficiales las considerasen apropiadas. En procura de lograr un apaciguamiento del conflicto armado, Alfonso López Pumarejo viaja a los Llanos orientales. Se entrevista con algunos dirigentes guerrilleros, discute con ellos la posibilidad de conversar sobre la paz. A su regreso a Bogotá insiste en buscar una solución pacífica del conflicto y no encuentra respuesta en el Gobierno. López, por su cuenta y riesgo, lanza una propuesta final de reconciliación en carta publicada en el diario El Espectador el 4 de septiembre de 1952, y dirigida a Ospina Pérez, al arzobispo Luque y a Francisco de Paula Pérez, presidente de los Estudios Constitucionales.

Alfonso López Pumarejo: Noticias, Fotos y Videos de Alfonso López Pumarejo - ELTIEMPO.COM

Alfonso Lopez Pumarejo- Alberto Lleras Camargo

En el texto López analizaba los acontecimientos políticos de los últimos dos años, recordaba las declaraciones del liberalismo contra el irrespeto a la ley ya la constitución y señalaba su propio viaje a los Llanos como una actitud conciliadora. Al final del texto en referencia a la ambigüedad de la DNL, expresaba: 

“Si yo tuviera alguna autoridad que pudiera invocar para someter al estudio de los comandantes guerrilleros una recomendación, me atrevería a sugerirles que no corrieran ligeros de corazón a retirarse de las posiciones que tomaron en los primeros meses del año, respecto a un posible arreglo con el Gobierno para acelerar el término de sus actividades subversivas. Me permitiría decirles tímidamente: No incurran ustedes en semejante error. Insistan en obtener garantías para deponer lasarmas. (Eduardo Franco Isaza. Las guerrillas del llano, p. 378)

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Curioso el azar. Sobre la llamada Campaa del Vichada, la guerrilla liberal y las campañas cívico-militares se entrelazan nuevamente las vidas de Bayer, Camilo Torres y Valencia Tovar. Esta es la historia contada por Walter J. Broderick, uno de los biógrafos de Camilo Torres:

Walter J. Broderick, y su más reciente obra, Camilo Torres El cura ...

 

“Antonio Larrota, el fundador del Movimiento Siete de Enero (MOEC) en 1959 exhortaba a sus discípulos a tomar las armas, pero, de hecho, salió a pelear solo. De su viaje a Cuba en 1961 trajo la teoría foquista del Ché Guevara, pero una vez en Colombia le dio a la doctrina cierto sabor local, al afirmar que la guerra revolucionaria debería tomar como punto de partida, las bandas de hombres armados que erraban por los campos desde los días de la Violencia. Larrota se unió intrépidamente a una pandilla de forajidos, resuelto a convertirlos a la causa de la revolución. Por desgracia, no tomó en cuenta que los campesinos en armas estaban bajo el mando de un conocido matón, apodado Aguililla, quien recibía órdenes de los gamonales políticos. Presumiendo que sus jefes darían una buena recompensa por la cabeza de Larrota, Aguililla, no tardó en llevar a las autoridades, en un viejo costal, el cadáver del líder estudiantil.

Antonio Larrota González – El Colectivo: Comunicación Popular

Antonio Larrota

“La violencia había engendrado una especie de bandolero dedicado al pillaje y al asesinato, frecuentemente contratado por jefes políticos; a Antonio Larrota, al unirse a la cuadrilla de uno de estos bandidos, le costó la vida. Pero las repúblicas independientes eran algo muy diferente y al pintar como hampones a los agricultores que se defendían de la violencia y la opresión, los periódicos tergiversaban deliberadamente la verdad. Camilo comprobó que sus compatriotas simplemente se preparaban para la guerra. Sus observaciones personales las confirmó con el estudio del copioso material sobre movimientos campesinos armados que la Facultad de Sociología coleccionara en más de dos años. Con fondos de la Fundación de la Paz donados por amigos de Camilo, la Facultad había contratado los servicios de un párroco rural, el padre Germán Guzmán, cuyo ministerio pastoral en una parroquia del Tolima lo puso en contacto con grupos guerrilleros. El decano de la Facultad, Orlando Fals Borda, no tardó en adquirir las fuentes de Guzmán y con la colaboración de un renombrado abogado, Eduardo Umaña Luna, primo de Camilo, recopilaron sus estudios en lo que vino a ser el primer libro de fondo sobre la Violencia jamás publicado en Colombia.

Falleció sociólogo Eduardo Umaña Luna

 

 

 

 

 

Eduardo Umaña Luna

“El gobierno impuso restricciones a la prensa e impidió toda discusión, aunque el asunto volvió a la luz en octubre de ese año, cuando un informe confidencial sobre el libro se escapó del Ministerio de Guerra. El autor del informe era un alto oficial del ejército, el coronel Álvaro Valencia Tovar. No era la primera aparición de Valencia Tovar en el plano nacional. Su fama venía creciendo. En 1951, el coronel fue uno de los que encabezaron el batallón que el gobierno de Colombia, único entre los países de Sudamérica, envió a la guerra de Corea. Más recientemente, la prensa publicaba reportajes sobre la brillante estrategia militar de Valencia Tovar contra insurgentes de los Llanos. El Pacificador lo calificaban los periódicos y aplaudían al militar como a una especie de genio de la antiguerrilla.

“En realidad, no se justificaban semejantes hipérboles. El Coronel no había hecho sino cercar a un puñado de jóvenes entusiastas que trataron de prender una revolución en los Llanos bajo el mando de Tulio Bayer, descrito con exactitud por el mismo Coronel como un médico excéntrico. La aventura guerrillera de Bayer siguió a la muerte de Antonio Larrota y su fracasado proyecto revolucionario de 1961. Varios discípulos de Larrota, incluidos dos hermanos suyos, se juntaron con unos pocos llaneros y el fogoso doctor Bayer y establecieron su cuartel en una remota aldea de la frontera con Venezuela. Pero apenas levantaba vuelo cuando Valencia Tovar ordenó un batallón para aprehenderlos.

160891.jpgAlvaro Valencia Tovar | PlanetadeLibrosGeneral Valencia Tovar.

“Para Valencia este fue un triunfo modesto. Sin embargo, mientras los armadores de la opinión pública hinchaban su imagen de tal manera que se le reconocía ya como un tipo de héroe nacional, su informe sobre la violencia salía de los archivos secretos del ejército e iba a parar a las primeras páginas de los diarios. Le dieron titulares de 30 milímetros sin que en verdad lo mereciera pues el informe no contenía nada novedoso ni ninguna curiosa revelación. Se limitaba a recomendar al personal militar que estudiase los datos de los sociólogos y buscar antídotos a la violencia todavía imperante en las zonas rurales. Todos proponían remedios contra la violencia, pero el Coronel consideraba el suyo el más sagaz. Su plan radicaba en preparar soldados en el arte de ganarse a los campesinos resentidos. Para llevar esto a efecto habría que civilizar a los soldados y convencido de que conocía al hombre indicado para insuflar un poco de cultura a sus burdos subordinados, se dirigió a la Escuela Superior de Administración Pública, ESAP, y se dirigió a  las oficinas de Camilo. Camilo y el Coronel se conocían ya. Tomando el tinto tradicional, Valencia recordó los días en que siendo director de la academia militar cercana al seminario, Camilo arribaba semanalmente para la instrucción religiosa de los cadetes.

“El Coronel se explicó. En su calidad de jefe del departamento Tres del Ejército, estaba encargado de la programación educacional de los oficiales. Su éxito contra la incipiente rebelión en los Llanos lo habían convencido de la necesidad de establecer buenas relaciones entre los habitantes de una zona de disturbios y la tropa enviada a restaurar el orden. Lamentablemente, el comportamiento de los soldados, no siempre ayudaba. En uno de los puntos del informe afirmaba que, en ocasiones, la violencia en el campo se iniciaba con las brutalidades cometidas por los mismos militares.

Que Es Una Accion Civico Militar | PDF

“Valencia insistía en que la acción humanitaria y la guerra psicológica eran armas más efectivas que los fusiles en las campañas antiguerrilleras. Su victoria en los Llanos así lo demostraba. De ahí su proyecto de creación de un nuevo tipo de oficial, convencido de la importancia de La Acción Cívico-Militar. Para Valencia estas acciones estaban haciendo milagros y los militares inventaban técnicas sutiles para superar los prejuicios contra el uniforme. Por ejemplo, permitían a los indios viajar gratis en los camiones del ejército. El único obstáculo, decía, lo creaba la falta de sensibilidad de algunos sargentos y tenientes y preguntaba si la ESAP tendría cursos de relaciones humanas que le pudieran servir.

“La ESAP sí tenía cursos de ese tipo: Los objetivos de la Escuela, en lo fundamental, no diferían de los de la Acción Cívico-militar. Lo cual era lógico, pues la ESAP era la agencia centralizada para la preparación de funcionarios públicos. Camilo meditaba en las posibilidades que se le ofrecían al tener militares como alumnos. De pronto, pensaba, podría infiltrarse en el ejército. Camilo comprendía que la función de las instituciones militares consistía en mantener el orden establecido. El ejército era el instrumento de los grupos dominantes. Lejos de compartir las opiniones del Coronel, simpatizaba más bien con los guerrilleros que sobrevivieron a los ataques del ejército. Más aún lo que Valencia Tovar llamaba zonas de disturbio y áreas perturbadas, los reconocía Camilo como islotes de esperanza.

“Esto no significaba que  fuera un entusiasta sin criterio de cualquier rebelión armada. Tenía serias reservas respecto a la guerrilla del médico Bayer. El asalto encabezado por Tulio Bayer contra un lejano pueblo fronterizo no condujo a nada y dejó fríos a Camilo y a sus amigos. El episodio les pareció cuando menos anárquico; tal vez oportunista. En realidad, tuvo ambas características. Entre quienes acompañaron a Bayer hubo idealistas honestos, como los hermanos Larrota. Pero hubo también, entre Bogotá y la frontera venezolana, un continuo vaivén de agitadores políticos de dudosa procedencia que manejaban el aspecto económico de la empresa revolucionaria. Los fondos llegaban generosamente de Cuba, pero los cubanos no podían controlar cómo se gastaban; como su destino era el MOEC, del heroico Antonio Larrota, el gobierno cubano suponía que llegaban a buenas manos.

“La Habana recibía informes sobre la actividad guerrillera en los Llanos y creía que todo marchaba bien. Sin embargo, entre los gastos de los organizadores urbanos del MOEC y sus viajes, más otros desembolsos nunca bien aclarados, sólo una pequeña porción del presupuesto se entregaba a la primera fila de combate. Mientras tanto, el médico fue arrestado por Valencia Tovar.

“No era en esta clase de luchas guerrilleras en la que confiaba Camilo; lo que él admiraba era la resistencia anónima de los agricultores de las repúblicas independientes. Durante años aquellos tenaces campesinos resistían los más feroces asaltos del ejército: En tiempos recientes se negaron a ser víctimas de los llamados proyectos de rehabilitación, propiciados por el gobierno de Lleras Camargo en un esfuerzo por desarmarlos y desalojarlos, después.

Camilo Torres Restrepo: the importance of unity and love in the face of a united right : Peoples Dispatch

“Ahora surgía la Acción Cívica-Militar, otro intento de seducir a los campesinos. Camilo sabía, desde luego, que el tal programa no era ningún invento del coronel Valencia Tovar. Era planeada por el ejército de los Estados Unidos. El Coronel, bajito y pelirrojo, fue blanco de no pocas sátiras como defensor de los intereses yanquis. Cuando a Bayer, en su célebre rueda de prensa, le preguntaron sobre Valencia, el médico que medía casi dos metros, lo describió como una especie de gringo en estado de subdesarrollo. La observación, a pesar de representar la mejor puntería en la truncada carrera de Tulio Bayer, no definía adecuadamente a Valencia.

“Cierto que Valencia no era muy original, pero los gringos no habían encontrado en América Latina a nadie tan capaz para acomodar sus técnicas a las condiciones locales. Bajo su dirección los soldados se integraban con los campesinos y lograban cortar las líneas de abastecimientos que sostenían a los guerrilleros. Para quitar fuerza a los movimientos insurreccionales, el coronel encontraba maneras de fomentar discordias entre los mismos jefes guerrilleros. No era, tal vez, un estratega brillante como él mismo se creía, pero sí un militar astuto. Al mismo tiempo aparecía tan etiquetado, tan chapado a la antigua, que resultaba difícil imaginarlo capaz de destruir un movimiento guerrillero. Era, de cualquier modo, un enemigo peligroso”.

Entrega de armas - Las2orillas.co

Por su parte, Valencia Tovar relata:

 

“En 1962 acababa yo de regresar de las operaciones conducidas en el Vichada para solucionar graves perturbaciones ocasionadas en los llanos Orientales por una agrupación guerrillera, entre cuyos dirigentes adquirió considerable renombre el médico Tulio Bayer.

“El tratamiento que dio el Batallón Colombia bajo mi mando al problema, rompió esquemas propios de la era de violencia que había vivido y aún sufría el país. Personalmente había experimentado en el occidente caldense algunas fórmulas de simple sentido común, para poner fin al enfrentamiento partidista que había alcanzado aterradores niveles de barbarie, comprometiendo de una u otra forma a la fuerza pública, por la cual se profesaba en vastos sectores campesinos aguda animadversión, temor y aún odio reconcentrado.

“Entre 1959 y 1960, el Batallón Ayacucho, acantonado en Manizales y con jurisdicción militar sobre los municipios más cruelmente afectados por el fenómeno, condujo un flexible e imaginativo conjunto de actividades cuyo propósito fue el de desarmar los espíritus sobrecargados de pasión banderiza y comprometidos en interminable cadena de venganzas políticas, a la vez que recuperar hasta donde fuese posible y dispersar las bandas en armas, que ya alcanzaban perfiles de bandolerismo puro y no de fuerzas de choque en brutal enfrentamiento partidista.

“Los resultados fueron en realidad estimulantes. Sin choques armados, los recursos de convicción y persuasión puestos en práctica, dentro de un estricto sentido de reimplantación de la ley e imparcialidad política, produjeron efectos que sobrepasaron las expectativas iniciales. En pocos meses se recorría aceleradamente el camino de retorno a la normalidad social.

“Aquel experimento y sus elocuentes lecciones me llevaron a aplicarlo en alcance y profundidad mucho mayores en la vastedad de llano y selva constituido por el territorio del Vichada y sus territorios aledaños. La dispersión humana en la llanura y márgenes de los grandes ríos, la incomunicación, el abandono del hombre estrujado por la naturaleza y por los demás seres en aquel escenario más próximo al infierno que a la tierra, habían propiciado coyuntura ideal para el alzamiento armado, que tomó cuerpo con el desarme por sorpresa de una fracción de Infantería de Marina en el pequeño puerto de Santa Rita, sobre las márgenes del río Vichada. El conflicto se generalizó por múltiples razones entre gentes predispuestas al acto violento, y amenazó propagarse por contagio y solidaridad a otras comarcas llaneras, donde aún sangraban crueles desgarramientos causados por el vendaval de locura que azotó el país y se ensañó en los llanos entre 1949 y 1953.

“Nuevamente, el éxito correspondió al esfuerzo pacificador. No hubo guerra. La gente alzada en armas se indujo a la paz por caminos diferentes al alarido de las armas. La disgregación desesperada se transformó en sentido comunitario. Se fundó un pueblo, Cumaribo, en el Vichada medio, para proveer a las necesidades colectivas, y allí se edificó escuela, puesto de salud, almacén donde colonos e indígenas podían adquirir herramientas de trabajo, vestuario, drogas esenciales y víveres a precios más bajos que en Villavicencio. Se establecieron diversos medios de paso en los ríos para articular la vida y la economía regional. Los aviones de la Fuerza Aérea que abastecían los puestos militares llevaban de regreso productos nativos y viajeros que lo requirieran.

“Sobre esta infraestructura básica se auxilió a las gentes y tribus, cuya migración masiva ante la presencia inicial del ejército, bajo el recuerdo de otras épocas, produjo toda suerte de  enfermedades, desnutrición y daño. Se adelantaron extensas campañas de vacunación y medicina preventiva. Se llevó servicio veterinario y zooprofiláctico en apoyo de la ganadería incipiente.

“En fin, se transformó de raíz, no tan solo la hostilidad y el terror que sacudieron la región al suscitarse el acto revolucionario, sino el propio espíritu de los pobladores, a quienes se persuadió con hechos de que los problemas, por graves y profundos que parezcan, pueden solucionarse mejor con el esfuerzo cohesionado del pueblo y la autoridad, que por el azaroso expediente de aventuras sangrientas. A lo largo de los diez meses que duró el proceso, se produjeron tan solo un muerto y dos heridos en la guerrilla por encuentros armados, sobre un total de 150 combatientes que llegaron a reunirse en la cúspide del levantamiento. Ambos recibieron tratamiento médico hasta su total recuperación. Tan solo se detuvo a cabecillas responsables o individuos sindicados de delitos comunes, en tanto al guerrillero raso se le dio la oportunidad de regresar al trabajo.

“El Batallón, por su parte, perdió su médico y tuvo tres heridos en la única emboscada exitosa del adversario, que fue posible por el procedimiento desacertado de un capitán. Al aventurarse con el grupo sanitario en un solo vehículo débilmente escoltado, contradiciendo todas las normas operativas que el Comando de la Unidad había puesto en vigencia. No hubo represalias. La fuerza se empleó tan solo como respaldo de una autoridad firme y serena, pero no como medio de imponerla. Cuando el Batallón Colombia abandonó el Vichada en paz, recibió en sus cuatro bases de patrullaje la más emocionante despedida de las gentes, en las que se confundían combatientes vueltos al orden, indígenas, trabajadores… Se había culminado una acción concebida y dirigida en persona por quien más tarde se pretendería asesinar como ¡verdugo del pueblo!

EL PADRE CAMILO TORRES by German Guzman Campos | Libreria 7 Soles

“Al regresar del Vichada fui trasladado al Comando de la Escuela de Infantería. Para esa época se había puesto en circulación restringida el libro escrito por Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, titulado La Violencia en Colombia. Ya en Bogotá recibí del Comandante del Ejército, Mayor General Alberto Ruiz Novoa, una copia numerada del libro, con orden verbal de analizarlo desde el punto de vista del impacto que podría causar sobre los distintos estamentos de la sociedad colombiana en caso de divulgación generalizada.

“No es extrañar que después de sucesivas experiencias con fenómenos violentos, el libro me despertara extraordinario interés. Aunque la orden verbal recibida no especificaba si mi concepto debería rendirse por escrito, creía  conducente llevarlo al papel para precisar mejor su contenido. No fue aquel documento un análisis del libro en sí mismo, sino, de los efectos que podría producir sobre una sociedad hondamente traumatizada por una década de deslizamiento colectivo. El 8 de agosto entregaba mí escrito al Comandante del Ejército, en momentos en que él conocía su nombramiento como Ministro de Guerra del Presidente Guillermo León Valencia. Tres meses más tarde se producía en el Senado una conmoción de desmesuradas proporciones: Mi informe, hecho para conocimiento y manejo militar, había hallado caminos ocultos para salir del medio castrense. Obviamente se utilizó como instrumento político.

“La tempestad se desató más allá de toda proporción. Contra el Teniente Coronel Comandante de la Escuela de Infantería se enfilaron baterías desde un sector del Senado que ya se había pronunciado adversamente por el tratamiento que se daba al problema del Vichada el año anterior. En pleno turbión, aguantado a pie firme, y en relativa insularidad inicial en lo que a respaldo superior se refiera, pero con la serenidad de quien se sabe asistido por la razón, recibí una llamada telefónica del Capellán de la Universidad Nacional, Padre Camilo Torres Restrepo: No puedo olvidarla.

“Fue el aliento de quien ya sentía sobre sí mismo el peso abrumador de la incomprensión, hacia otra persona que pasaba por circunstancias similares en su propio ámbito. Camilo no conocía el contenido del documento, sujeto aún al tratamiento de secreto del Senado que se filtraba a la prensa por toda clase de grietas, pero sin dejar que se conociera la totalidad de su contenido, lo que hubiera despojado el debate de su tremendismo. No hablamos tampoco de ello en nuestra charla. Camilo me expresó su plena solidaridad, que en semejantes circunstancias tuvo un aliento cuyo valor, a buen seguro, ni él mismo midió.

“A partir de aquel nuevo contacto y sin que se intensificaran mayormente nuestros ocasionales encuentros, la corriente de simpatía de otros tiempos se transformó en cordial amistad. Muchas veces hablamos sobre Colombia, por la cual ambos sentíamos amor apasionado. Sobre sus hondos problemas sociales. Sobre su difícil coyuntura económica. En nuestras conversaciones compartíamos inquietud y angustia por los muchos males que aquejan a nuestro pueblo y que yo había podido palpar tan de cerca en las zonas rurales abatidas por la violencia. Jamás se habló entre nosotros de soluciones sangrientas. Ignoro si ello se debió a que por entonces no había madurado en él lo que más tarde habría de lanzarlo por los escabrosos caminos de la revolución urbana y la guerrilla, o a que mi posición militar lo inhibía para manifestarme la hondura de sus intenciones. Creo que debido a lo primero, dada la sinceridad y franqueza de nuestras charlas.

Orlando Fals Borda | Sutori

“La Acción Cívica  como instrumento de pacificación y acercamiento entre fuerzas armadas y campesinos, nació en Colombia y no en Estados Unidos, como resultado de una revisión profunda de circunstancias, causas y efectos, cumplida por la oficialidad joven del ejército cuando cesó la sangrienta lucha política entre los partidos, en un dinámico esfuerzo por cambiar el tratamiento absurdo que se dispensó en años anteriores a la violencia partidista.

“Cuando al llegar a la Escuela de Infantería después de realizar las operaciones del Vichada comencé a reunir documentación para trabajar en una doctrina militar colombiana, hallé muy para mi sorpresa que en un Plan de Lección norteamericano se hacía un recuento pormenorizado de los experimentos cumplidos en el occidente de Caldas dos años atrás, en sistemas de pacificación  y se ponían como ejemplo de lo que pasaba a recibir el nombre de Acción Cívica, denominación ésta que si acuño el Ejército norteamericano. Pero nombre y contenido son cosas distintas. Los recursos pacíficos en referencia no fueron diseñados para combatir insurrecciones ideológicas, sino desbarajuste social y enfrentamientos políticos propios de las circunstancias colombianas de hace quince años, cuyos efectos sangrientos, bajo forma de guerra intestina encubierta, destrozaban múltiples comarcas del país, aunque de hecho resultarían indicadas para tratar más tarde cualquier tipo de turbulencia apta para ser manejada por medios de progreso y mejoramiento socioeconómico, mejor que a tiros de fusil”.  (Álvaro Valencia Tovar. El final de Camilo. Bogotá: Tercer Mundo, 1976).

El Fusil y La Pluma: MIS ADVERSARIOS GUERRILLEROS

Valencia Tovar, al referirse a las primeras acciones del ELN, dice que:

 

“Organizado desde tiempo atrás, con adiestramiento concienzudo de líderes jóvenes en Cuba y apoyo abierto del gobierno de ese país, este nuevo movimiento reestructuraba, con base en experiencias prácticas, lo que antes habían pretendido improvisadamente Antonio Larrota (Valle del Cauca), Federico Arango Fonnegra −Territorio Vásquez, Departamento de Boyacá− y Tulio Bayer, Rosendo Colmenares y los hermanos Marín en el Vichada. Lo que también se ignoraba en aquella época, era que las fisuras en el comunismo mundial se hubiesen profundizado hasta el extremo de distanciar en hostilidad creciente las tendencias castristas con las moscovitas, en campos de filosofía revolucionaria, métodos de lucha y conceptos sobre el papel de la guerrilla en el proceso revolucionario”.

 

Al tiempo, Broderick señala que:

 

“de teoría revolucionaria Camilo sabía poco. Había hojeado, muy por encima, algunos libros de escritores marxistas y tenía una idea, aunque nebulosa, de lo que fue la revolución rusa y sus consecuencias. Pero nada más. Sin embargo, su fe en las masas era tanta que se lanzó impetuosamente a la crítica de lo que consideraba el aporte de Lenin, a saber, la revolución por la elite, Lenin sostiene que la revolución la tiene que hacer un grupo de personas que hayan comprendido el sentido de la historia. A este principio erróneo, en opinión de Camilo, se debió nada menos que la traición y fracaso de la Revolución de Octubre. Con razón sus amigos marxistas se desesperaban con él. Pero reconocían una cosa: que tenía un acceso a las masas envidiable para cualquier cuadro revolucionario. Lo que distinguía a Camilo era ese afán de acercarse a los trabajadores. Como intelectual, no era nada erudito; incompletos quedaban sus análisis, sus artículos y pronunciamientos casi siempre torpes, a veces hasta inexactos en algún detalle. Pero, eso sí, duros y desafiantes. Sus adversarios se defendían como podían: los marxólogos se burlaban de él; los tecnócratas del gobierno lo miraban con una sonrisa indulgente; los obispos, en cambio, lo censuraban, y los politiqueros bufaban de rabia. Y todos, unánimemente, empezaban a cerrarle la puerta.

Dónde está el cuerpo de Camilo Torres, el cura guerrillero colombiano al que comparan con el Che Guevara? - BBC News Mundo

“En todo caso después de septiembre −el ELN, ya con Camilo en sus filas− tuvo que soportar una intensificación de patrullajes e investigaciones, llevados a cabo por los militares de la Quinta Brigada de Bucaramanga, bajo las órdenes de su nuevo jefe, el coronel Álvaro Valencia Tovar, cuyos oficiales hasta hacía poco, habían estado tomando los cursos de Acción Cívica que Camilo daba en la ESAP. Sus instrucciones eran muy concretas: destruir el ELN. Podía usar los métodos que quisiera. Quizás pudiera reprimir a los rebeldes por medio de la acción Cívica, como había hecho con Tulio Bayer en los Llanos. Pero el ministro lo dudaba. En su opinión, Fabio Vázquez era un tipo más duro que el doctor Bayer. (Walter J. Broderick. Camilo, el cura guerrillero, Bogotá: Círculo de Lectores, 1975, p. 329).

 

 

 

 

LIBROS
Amnesias de Ancón.

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–Tranquila, mi amor. No te voy a hacer nada, dijo él, mientras retiraba suavemente su lengua de la tierna vulva.

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Elbergon Eliseo Bernal  González.     No olvido la cara de pánico y de temblor con la que me dijo: ”-Me amenazó el poeta Edgar Escobar y no puedo circular más el libro y debo eliminar toda mención suya”. Era 1995. Acababa de publicar un divertido...