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El Juicio del Estado Soviético contra Dios.
La sentencia de muerte de Dios ante un pelotón de fusilamiento
Anatoly Lunacharski con Lenin.
Entre las inutilidades que me he encontrado a lo largo de mi desordenada vida de ateo, encuentro ahora la frase bobalicona del director de cine Luis Buñuel, que tanto citan algunos, sin entenderla. Aquella de que soy ateo, gracias a dios. Y ahora, esta historia que paso a recontar sobre su ejecución.
En la mañana del 18 de enero de 1917 en Moscú, se cumplió la sentencia de muerte de Dios ante un pelotón de fusilamiento que disparó varias ráfagas al cielo de la entonces capital bolchevique. El día anterior, tras seis horas de testimonios, apelaciones y protestas, un tribunal declaró finalmente culpable a Dios de los delitos de que había sido acusado: genocidio y crímenes contra la humanidad.
Se llamó el Juicio del Estado Soviético contra Dios. Fue un acontecimiento que tuvo lugar un año después de que el zar Nicolás II fuera derrocado, al inicio del considerado primer periodo de la persecución sistemática contra las iglesias en Rusia. En esta vorágine de acontecimientos se organizó en Moscú un tribunal popular presidido por Anatoly Lunacharski, Comisario de Instrucción Pública del Presidente del gobierno de los soviets, Vladimir Lenin. Él y sus camaradas bolcheviques estaban convencidos de que podían erradicar la religión de la noche a la mañana y, como tal, se dedicaron a confiscar los bienes eclesiásticos, destruir monasterios, organizar procesiones simbólicas en las que se ridiculizaba a dioses y profetas y a erigir cadalsos en los que se decapitaban y quemaban efigies del Papa.
El 16 de enero, y con una gran cantidad de público presente, comenzó el proceso en el que se produjo la lectura de todos los cargos que el pueblo ruso, en representación del resto de la especie humana, formulaba contra el reo. La imputación principal parecía estar clara para los fiscales bolcheviques: Dios era culpable de genocidio. Los detalles estaban perfectamente cuidados, como si de un juicio legal se tratara: en el banquillo de los acusados se colocó una Biblia, los fiscales presentaron una gran cantidad de pruebas basadas en testimonios históricos y los defensores designados por el Estado soviético presentaron bastantes pruebas de su inocencia, llegando incluso a pedir la absolución del acusado, alegando que padecía una grave demencia y trastornos psíquicos, no siendo responsable de lo que se le achacaba.
Anatoly Lunacharski,
A Anatoly Vasílievich Lunacharski -1875-1933- sólo le quedó leer la sentencia: Dios moriría fusilado a la mañana del día siguiente y no se daría hasta entonces la posibilidad de interponer ningún tipo de recurso, ni establecer el más mínimo aplazamiento. Pocos años después la astucia del pensamiento bolchevique aconsejó no repetir este tipo de actos ni la persecución abierta contra la Iglesia que habían protagonizado en los años anteriores, e incluso el mismo Lunacharski condenó los excesos cometidos en este sentido, antes de morir en el camino hacia España, cuando se dirigía a ocupar su cargo en la embajada. La religión es como un clavo: cuanto más se la golpea en la cabeza, más penetra, diría en 1923.
Pobre Buñuel. Pobre Lunacharski. Fusilando fantasmas, que como sabemos no existen.