Mi guerrilla: «Apenas un puñado de bullosos, de bochincheros».

Carlos Bueno

24 febrero, 2024

 

Tulio Bayer VII

Y recordaba cómo al otro lado se veía la selva compacta. Le brillaban los ojos. Por segundos se desconectaba de la realidad y volvía a sentir la infancia feliz que le había tocado en los Andes, junto a los cafetales y las extensas mangas cubiertas de cisco de café. Y como un destello aparecía la ilusión de llegar un día al palacio presidencial, montado en una burra, ante el bullicio de las masas enloquecidas y el metálico y gloriosos rumor de las trompetas. Antes del combate dijo: ¡Debemos llegar al poder, pues nuestro anhelo único es hacer una patria grande, feliz, radiante y para lograrlo tenemos que usar la violencia. Que los esbirros de la República de los Andes y sus doctores infectos tiemblen en sus curules de infamia, que las matriarcas funestas y los atilas alegóricos se muerdan las uñas ante nuestra aventura! El sueño apenas comenzaba y no se presentaban aún las grietas oscuras de la disidencia o los túneles secretos de la envidia y la codicia. Alzó las manos y pidió silencio, luego tomó aire y dijo: ¡Quiero fundar la gran Patria, la Gran Nación! ¡Adelante! (Eduardo García Aguilar, El Bulevar de los heroes. México. 1987).

 

 

 

 

 

Llegó a la casa, un rancho de paja fresco a orillas de la piscina. Clavado en un poste, encima de su mesa de trabajo, estaba un gran retrato de Fidel Castro. Dejó el Código Guerrillero encima de la pequeña máquina de escribir. Miró a Fidel en busca de inspiración. Pero él no estaba allí. Fidel miraba al lejano horizonte; Fidel probablemente estaba también preso en la tienda de los muchachos del MOEC. Rompió la última página de su novela.

Fidel | Psychology Today United Kingdom

El Pollo dijo entonces que a esos tales prisioneros debieron matarlos cuando los pillaron. Los traidores ni siquiera se cogen prisioneros. ¡Con la poca comida que había para estarla partiendo con prisioneros! ¿Mientras los juzgan?, ¡Qué esto parece cosa de monjas! Pollo, le interrumpió, ¿tu sabes si en realidad esos muchachos traicionaron? ¡Claro, doctor! Eso lo ve un ciego. Uno de ellos fue a sapiar a Puerto Ayacucho. Y lo sapió a usté y a todos nosotros. Y no demoran en llegar los tombos, ¡y nosotros aquí dizque haciendo consejos de guerra! La defensa de los muchachos del MOEC es la oración más emocionada y más peligrosa que Tulio Bayer haya dicho. Iba preparado para ella.

Leyó muchas veces el Código Guerrillero, pensó muchas veces en los niños sin pan y en los que hacen discursos sobre los niños sin pan y en los que hacen negocios porque hay niños sin pan. Se colocó a un lado de los acusados, en lo que se suponía iba a ser el paredón, delante de unas grandes piedras. Enfrentó a la guerrilla, sus amigos, pero al fin de cuentas los asalariados de Rosendo Colmenares. Además de su carabina, bien cargada, lista, llevaba el Código Guerrillero y también el Código Penal Colombiano. La acusación de Castañeda fue violenta. No varió mucho, sin embargo, de lo que ya le había expresado. Acabó pidiendo la pena de muerte para todos. Bajo un ardiente sol, prisioneros y guerrilleros convertidos en jueces se miraban a intervalos, ferozmente, sin despabilar los ojos. Después de esta especie de duelo de miradas, sus defendidos bajaban los ojos, el sol estaba al frente y miraban al suelo arenoso.

 

Su discurso se basó en una introducción que sus amigos del café El Automático llamarían efectista y en un solo argumento ilustrado por más de dos horas. Comenzó por mostrar el Código Guerrillero. No contemplaba el delito de deserción. Y esa era la acusación fundamental. Exageró al máximo la evidente omisión. Cuando Castañeda, tratando de restarle importancia al asunto, explicó que todo no estaba organizado, que apenas se estaban preparando las cosas para una guerrilla, etc. Le fue fácil utilizar una y otra vez sus propias palabras para demostrar que no había guerrilla. ¡Estábamos haciendo un Consejo de Guerra sin guerra!

Y procuró reírse. Y se rió a carcajadas. E hizo reír a todo el mundo de la ridiculez que tenían delante: ¡Un Consejo de Guerra, sin guerra! Y entonces leyó el artículo correspondiente del Código en el cual decía que éste solamente entraría en vigencia desde el comienzo de la guerrilla. Técnicamente su defensa estaba hecha. Abundó en ejemplos de cómo la guerrilla no había comenzado todavía, una especie de crítica dirigida a demostrar que los esfuerzos que deberían haberse hecho no se habían hecho. Pero su auditorio era un grupo de hombres armados que habían venido a fusilar a unos prisioneros por orden de sus patrones. De antemano llamaban traidores a sus defendidos.

 

“¿Dónde están las acciones de esta guerrilla?, grité. Y si no ha habido acciones de guerra, somos apenas un puñado de bullosos, de bochincheros, con un Código Guerrillero que no rige aquí, que nosotros no hemos impuesto aquí. No solamente no somos gobierno, sino que ni siquiera somos una oposición conocida. ¿O es que para sentirnos guerrilleros vamos a comenzar esta guerra contra la oligarquía lo mismo que ella, con asesinatos? ¿Somos bandoleros o somos guerrilleros? Quiero contarles una cosa, muchachos: estamos en la República de Colombia. Y aquí está el Código que rige en Colombia y abrí el Código Penal. Aquí está la asociación para delinquir, que algunos de ustedes conocen. Aquí está el asesinato en cuadrilla de bandoleros, con premeditación y alevosía y les leí los artículos correspondientes.

“Este Código Penal no lo vamos a derogar, ni lo vamos a quemar, cuando ganemos la revolución. Se lo vamos a aplicar a los ricos, compañeros. Pero los delitos comunes, seguirán siendo delitos comunes. El asesinato seguirá siendo el asesinato. Si lo que vamos a cometer aquí es un asesinato, le vamos a dar la razón al gobierno. Y en toda Colombia van a decir que lo que hay aquí es una parranda de bandoleros. Ni siquiera de hombres, ni machos. Porque ustedes no han pensado en correr ningún peligro en el momento de disparar sobre estos muchachos. Pero debo decirles que tendrán que disparar sobre mí, porque yo también me haré matar, aquí mismo, si ustedes quieren cometer esa monstruosidad. Una revolución se hace para que la gente del pueblo pueda redimirse de su pasado, mostrándoles a los bandoleros de la oligarquía que nosotros somos superiores a ellos. Que no somos asesinos, como ellos”.

Sofos - Grupo de Estudio y Trabajo Académico - «Tulio Bayer, solo contra todos» - Por Carlos Bueno Osorio • Otraparte.org

“Fue un discurso que se elevó por entre las rocas, apagó el ruido de la cascada cercana, fue casi ajeno a él mismo. Tuvo vida propia. Gritó, por los bravos muchachos del MOEC, su propio horror a la muerte y un horror más grande aún: el absurdo. Convenció a cuatro miembros del jurado. Y la pena de muerte tenía que ser por unanimidad. Los condenaron a trabajos forzados. Estos incluían entrar en combate desarmados. Y así entraron a sacar las armas y las cajas con municiones y con granadas, cuando se presentó la primera acción de guerra, el desarme del teniente Morales, pocos días después. Este desarme no fue otra cosa que un acto de legítima defensa de un grupo desprevenido, anarquizado, heterogéneo, que se unió de pronto, ante el peligro cierto de la llegada de la tropa. Ellos venían a aniquilarlos, como lo comprobaron por el propio armamento que les capturaron y como confirmaron los prisioneros. Cuarenta bien armados contra catorce, hubiese sido el combate qué logró eludirse.

“La toma de las armas sin disparar un tiro, sin tratar mal a los soldados, hermanos en la lucha contra la oligarquía, aunque a órdenes de Matallanas  (  referencia a José Joaquín Matallana, militar de los llamados troperos dentro del ejército colombiano en la década de los años 60 y 70)  hagan bandolerismo y hagan fratricidio, no es simplemente una maniobra hábil de nuestra parte, en la que aprovechamos al máximo el miedo sembrado en la tropa por el Coronel Barriga, la ingenuidad e inexperiencia de un oficial y la sorpresa. Este desarme en las condiciones únicas en que se realizó, debe hacer reflexionar a los verdaderos patriotas. Yo mismo pedí al gobierno un avión civil para que recogiera todos los prisioneros, inclusive al oficial, a quién administré tranquilizantes y le aseguré varias veces que respetaríamos la vida de todos ellos. Cuando este oficial y su tropa, que ya fraternizaba con nuestros guerrilleros, abandonaron el Llano en el avión civil que el gobierno nos envió de conformidad con mis exigencias, había ocurrido algo insólito en la historia de Colombia: por primera vez se devolvían soldados prisioneros en el curso de una guerra de guerrillas”.

Declaración del PTC. ¡Honor y gloria a la memoria de Francisco Mosquera! | La Bagatela

 Francisco Mosquera

Francisco Mosquera, fundador del MOIR,  relata así la fundación del MOEC y sus diferencias con la lucha armada:

“como producto de una huelga urbana de obreros, estudiantes y campesinos inspirada en las hazañas de la Sierra Maestra, pero sin entender las condiciones políticas de Colombia. Era un movimiento antiimperialista conformado por jóvenes universitarios de nobles ideales, pero despreciando en cierta forma las grandes acciones de las masas, al pensar que un puñado de valientes podía reemplazar a millones de personas y desafiar con éxito a las oligarquías vendepatrias en el terreno militar. Así surgieron, vivieron, lucharon: el movimiento Frente de liberación Nacional dirigido por Fabricio Ojeda en Venezuela, los Montoneros argentinos cruelmente reprimidos por la dictadura militar, los Tupamaros uruguayos que realizaron espectaculares asaltos bancarios, el Movimiento revolucionario del insigne Carlos Marighella en Brasil, los hermanos Peredo en Bolivia, Turcios Lima en Guatemala. El MOEC es nuestra experiencia. Cayó en el pecado del foquismo. Desarrolló planes fantásticos como la operación Aurora y la operación Péndulo. Basaba toda su actividad en la ayuda internacional y estaba alejado de las masas, completamente ajeno a la realidad nacional. A mediados de 1965, planteé la lucha interna en el seno del MOEC con la consigna Hagamos del MOEC un auténtico partido marxista-leninista y fue interpretado como un desafío, desde las vertientes de la izquierda y derecha del movimiento antiimperialista colombiano. Ellos pretendían eliminarnos en la cuna, pero nos vinculamos a la clase obrera entre 1967 y 1969 en la USO. La niña de mis ojos, en los bloques sindicales independientes y planteamos la creación del MOIR el 12, 13 y 14 de septiembre de 1969 en abierta contraposición a las tesis deformadas sobre la experiencia cubana.

La vigencia del pensamiento de Francisco Mosquera - Revista Deslinde

“Hoy la extorsión, el secuestro, los atentados contra pequeñas y aisladas poblaciones, donde la mayor parte de las víctimas son mujeres, ancianos y niños indefensos, o la voladura de torres de energía y oleoductos, la quema de tractomulas y otros bienes productivos, no pueden recibir el calificativo de actos de guerra ni dárseles la connotación de luchas del pueblo por su emancipación.

“Mucho menos caen dentro del calificativo de revolucionarios, hechos deplorables como el de tener que contemplar a unas madres implorando inútilmente para que les den razón de sus pequeños hijos, o utilizar el dolor y los sentimientos humanos de los familiares de un secuestrado gravemente enfermo para presionar ventajas políticas. Más que logros de estrategia militar, toda esa barbarie viene creando un clima completamente adverso a los ideales proletarios. Hay que enseñar a detestar esas prácticas criminales.

“La Paz pasó a ocupar el centro de las preocupaciones nacionales, una obsesión colectiva ante la cual se justificaba cualquier sacrificio, el que fuese. Pero cuyo advenimiento se hizo depender de la transformación social. De ese modo se llegó al absurdo de supeditar una cuestión eminentemente política, de trámites expeditivos, a los cambios económicos o estructurales que de por sí suponen definiciones a largo plazo. Cuando menos lo esperaba, Colombia cayó en la encerrona de tener que hacer la revolución o padecer la guerra civil; y a la revolución colombiana se la obligó a aceptar como métodos suyos “los delitos atroces” o sea el atentado personal, el secuestro y la extorsión”. Si bien el pueblo requiere grandes cambios no se le puede obligar a realizarlos contra su voluntad y mientras no sea consciente de su necesidad, que la arrogancia sólo produce el más profundo rechazo, en otras palabras, que la revolución sólo se podrá hacer cuando las multitudes así lo quieran”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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