Un tipo que debería estar en la cárcel o por lo menos en el retiro gozando de su ilimitada fortuna, y al que sus enemigos, muchas veces con pruebas, han acusado de todo lo imaginable y lo inimaginable, casi como a un emperador del Bajo Imperio Romano: desde el estupro hasta el fraude, desde la satiriasis hasta la venalidad. Pero él se ríe siempre cínico, consciente de que nunca se irá. Es más: cuanto más lo odian sus enemigos y más lo critican y más lo reseñan y más se ensañan con él, más fuerte se hace, mayores son sus golpes y mejores sus jugadas. Casi como si las graves acusaciones que le hacen desde hace años no solo no disuadieran a sus seguidores sino que incluso los persuaden de apoyarlo con más fervor y entusiasmo; como si allí hubiera una provocación y un estímulo, no un prontuario.
No hay nada más blanco que soñar con invasiones bárbaras que aniquilen lo blanco y que purifiquen la sociedad. Los surrealistas fueron los primeros en verbalizar esa fantasía.
…la Ilustración y el Romanticismo son hijos de la misma madre. Puede que se odien, pero han compartido la misma cuna europea. Los dos son tan occidentales como el Mac en el que mis amigos académicos redactan sus papers decoloniales para revistas indexadas, algo que...