Carlos Bueno O. -Fernando Vallejo.
Vine porque en Colombia no dejan vivir. Nunca han dejado. Tienen un millón de leyes y un millón de impuestos y un millón de puestos. Y en cada puesto un burócrata, un tinterillo, un leguleyo, “un dotor”. “¿Podría hablar con el dotor, Señorita?”. “El dotor no está-dice la hijueputa. –Está en junta con el Ministro.” “Ah”… Estos doctores nunca están porque son doctores en cuerpos: son doctores en leyes, en intangibles, y como tales se mueven muy bien como tales, con su materia incorpórea por su campo astral: en las más altas regiones mamando de la perfección de la esfera. Los unos son conservadores y los otros liberales pero iguales en sus cargos nominales. Distintos, porque los conservadores creen en el azul y los liberales en el rojo; iguales por su desmedido amor por Colombia, su desinterés, su fervor, su abnegación, su sacrificio: por Colombia el que sea, hasta la Presidencia. Y a ceñirse sobre el pecho henchido la banda tricolor y a sentar en el solio de Bolívar, Supremo Honor. Y ya sentados sus ambiciosos culitos en el solio que les toquen el himno. Y a recetar más de lo mismo: leyes e impuestos, impuestos y leyes, a ver si se pone en pie la enfermita. Y si no, la levantamos con un decreto, con una ordenanza, con un plebiscito.
Fernando Vallejo.
Años de indulgencia